Las mañas del Cabildo

Las mañas del Cabildo

Un sutil agregado.

EL INTERIOR DEL VIRREINATO. El Cabildo de Salta, una de las ciudades que debían ser consultadas, de acuerdo a la cláusula introducida por los cabildantes porteños. EL INTERIOR DEL VIRREINATO. El Cabildo de Salta, una de las ciudades que debían ser consultadas, de acuerdo a la cláusula introducida por los cabildantes porteños.
20 Mayo 2010
Como la reunión del "cabildo abierto" había sido larga en extremo, el Cabildo de Buenos Aires resolvió dejar para el día siguiente tanto el escrutinio como la confección del acta. La medida se resolvió no sin la protesta de algunos de los concurrentes, quienes querían que el recuento "se realice en el momento". Terminó así el martes 22.

El miércoles 23, los miembros del Cabildo se congregaron. Mandaron fijar carteles en las calles convocando a firmar el acta a las 3 de la tarde, e iniciaron el escrutinio. En el mismo, practicaron las primera de las varias maniobras con que intentarían sostener al virrey y neutralizar a los patriotas.

No podían falsear la primera parte del voto, que disponía el cese de Cisneros. Pero desfiguraron mañosamente la última parte. En vez de limitarse a consignar la fórmula acordada por mayoría (de que el poder debía pasar interinamente al Cabildo, hasta que este erigiese una Junta), le insertaron un párrafo no votado. Agregaron que la Junta "se encargará del mando mientras se congregan los Diputados que se han de convocar de las Provincias interiores, para establecer la forma de gobierno que corresponda".

Explica el historiador Carlos Segreti que este añadido cambiaba la voluntad que expresó el "cabildo abierto". Arbitrariamente, establecía que la Junta sería interina hasta la llegada de representantes de las provincias, y que recién entonces se establecería la forma de gobierno. Y, en realidad, en la asamblea se había resuelto, "simplemente, que el Cabildo erigiera una Junta, sin aludir a su transitoriedad, ni al llamado de los diputados del interior".

Evidentemente, el agregado del Cabildo apuntaba a dos propósitos. En primer lugar demorar las cosas: dado el sistema de comunicaciones de la época, era obvio que pasarían varios meses hasta que los Cabildos del interior se enteraran de la decisión, eligieran sus diputados y los enviaran. En segundo lugar, tenían fe en que la representación interior favoreciera sus intenciones de mantener el poder en manos españolas. A tantas leguas de Buenos Aires, la gente era conservadora: estaba acostumbrada a siglos de obediencia a la autoridad real y sin duda miraría con desconfianza cualquier cambio.

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