16 Mayo 2010
El virrey Baltasar Cisneros enfrentó durante su breve gestión en el Río de la Plata una desesperante escasez de recursos debida a la decadencia de la metrópoli española y también a que su enemiga Inglaterra, desde el combate de Trafalgar, dominaba los mares impidiéndole el envío de naves comerciales a sus colonias. Cisneros tomó entonces una medida extrema: aprueba un reglamento provisorio de libre comercio que ponía fin a siglos de monopolio español y autorizaba el comercio con los ingleses.
En Buenos Aires, los grupos económicos se habían dividido en dos fracciones: los monopolistas y los exportadores. Los españoles pertenecientes al primer grupo querían mantener el privilegio de ser los únicos autorizados para introducir y vender los productos que llegaban desde ultramar. Estos llegaban sobrevaluados porque España, sin capacidad productiva, a su vez se los compraba a otros países para después revenderlos en América. Dichos comerciantes no rehuían jurar fidelidad al rey José Bonaparte si fuese necesario para garantizar sus negocios.
Puede afirmarse que para no pocos protagonistas de la Revolución de Mayo, como fue el caso de Alzaga, esta se hizo en contra de Francia. Mejor dicho: en oposición a aquellos españoles que aspiraban a continuar reconociendo las imposiciones de la metrópoli cualquiera fuese el poder que la rigiese. En cambio, los productores, españoles o criollos, tanto agrícolo-ganaderos como de las rudimentarias pero pujantes industrias del vino, del cuero, del tasajo y del tejido, querían comerciar directa y libremente con Inglaterra y otros países que eran los más importantes clientes y proveedores de los productos de esta región. Sostenían que España se había transformado en una cara, ineficiente y prescindible intermediaria y su crítica se expandía hacia lo ideológico cuestionando su oscurantismo religioso y sus convicciones detenidas en el pasado.
Es por ello que el movimiento de Mayo, en un principio y en sus más vigorosos impulsores (Belgrano, Moreno, Castelli, Paso), estratégicamente no propuso independizarse de España para no perder la alianza estratégica con los comerciantes librecambistas.
La apertura del comercio recibió una fuerte oposición: "Pedro Baliño de Laya, natural de vuestro Reino fiel de Galicia, vecino y del comercio de esta Ciudad, movido del amor que profeso a Vuestra Real Majestad y a nuestra amable patria, represento y digo qué dirán los valerosos y constantes cochabambinos luego que sepan ha abierto Buenos Aires comercio libre a todas las naciones: dirán, ya quedaron sin pan mas de 16.000 almas que subsistían con los lienzos de algodón, surtiendo a toda esta América y a un precio tan equitativo como era el de 2 reales la vara (...) y qué dirán cuando sepan de que los ingleses ofrecieron abastecer de este renglón a 1 y cuartillo reales, qué dirán los de la sierra de Córdoba cuando sepan que los ingleses vendieron ponchos en ésta a 3 pesos que ellos vendían a 7. ¿No querían gobierno nuevo?, ahí lo tienen, ahórquense, compren cordeles. Ahí tienen los americanos la felicidad que aguardaban de España, ya no hay España ya se acabó. Oh Santo Dios, y que esto ha de sufrir el carácter de un verdadero español" .
El administrador de la Aduana informaba al virrey que desde la apertura de los puertos, hacía cuatro meses, habían ingresando a ese ente recaudador unos 400.000 pesos, "cantidad que jamás ha producido esta Aduana en tan corto tiempo". La suma equivalía a lo recaudado en todo el año 1806. Creció de tal manera el comercio con los ingleses que las protestas de los poderosos monopolistas fueron tan amenazantes que el virrey, dando muestras de su volubilidad, ordenó la suspensión de la medida y la expulsión de los comerciantes extranjeros, dándoles a los mercaderes británicos un plazo de ocho días para dejar Buenos Aires.
Luego le tocará ceder ante las presiones inglesas y amplió el plazo que expiraba el 20 de mayo en cuatro meses. ¿Puede alguien dudar que esa circunstancia fue de enorme influencia en los sucesos que se desarrollaron a partir de esa fecha en el río de la Plata?
Está comprobado que los barcos británicos de guerra surtos en el puerto, más el embajador inglés en Río de Janeiro con competencia en el Río de la Plata, lord Stangford, hicieron pesar su influencia. Durante las jornadas de Mayo dichas naves estaban estacionados en el puerto en actitud de protectora coacción. El capitán de la escuadra, Charles Montagu Fabian, no solo empavesó las naves y disparó salvas de festejo el 26 sino que también arengó al pueblo a favor de la revolución.
Ya instalada la Primera Junta, se acordó hacer todo lo posible para ganar la protección inglesa eliminándose de inmediato todas las restricciones al comercio, "dando a entender a Inglaterra que el objetivo de la América española no radicaba tanto en la separación de España como en la extirpación de los males causados por el gobierno español" (carta del embajador Strangford al primer ministro Wellesley, 20 de Junio de 1810). En los días subsiguientes al 25 se rebajaron en un 100% los derechos de exportación y se declaró libre la salida de oro y plata sin más recaudo que pagar derecho como mercancía, tal como se había pedido en La Representación de los Hacendados, cuyo autor, a pesar de no haber participado de las jornadas previas al 25, fue designado Secretario de la Junta como mensaje hacia Gran Bretaña.
La principal y decisiva ayuda inglesa a los conjurados de Mayo debería esperar dos años cuando atracó en el puerto la "George Canning" trayendo a bordo, entre otros jefes indianos reclutados en Londres, a un teniente coronel nacido en tierras de las misiones jesuíticas y de destacada actuación en las guerras napoleónicas.
© LA GACETA
Pacho O?Donnell - Historiador, novelista y
psiquiatra. Entre sus libros se encuentran
"El grito sagrado", "Los héroes malditos",
" Historias argentinas" y "Caudillos
federales".
En Buenos Aires, los grupos económicos se habían dividido en dos fracciones: los monopolistas y los exportadores. Los españoles pertenecientes al primer grupo querían mantener el privilegio de ser los únicos autorizados para introducir y vender los productos que llegaban desde ultramar. Estos llegaban sobrevaluados porque España, sin capacidad productiva, a su vez se los compraba a otros países para después revenderlos en América. Dichos comerciantes no rehuían jurar fidelidad al rey José Bonaparte si fuese necesario para garantizar sus negocios.
Puede afirmarse que para no pocos protagonistas de la Revolución de Mayo, como fue el caso de Alzaga, esta se hizo en contra de Francia. Mejor dicho: en oposición a aquellos españoles que aspiraban a continuar reconociendo las imposiciones de la metrópoli cualquiera fuese el poder que la rigiese. En cambio, los productores, españoles o criollos, tanto agrícolo-ganaderos como de las rudimentarias pero pujantes industrias del vino, del cuero, del tasajo y del tejido, querían comerciar directa y libremente con Inglaterra y otros países que eran los más importantes clientes y proveedores de los productos de esta región. Sostenían que España se había transformado en una cara, ineficiente y prescindible intermediaria y su crítica se expandía hacia lo ideológico cuestionando su oscurantismo religioso y sus convicciones detenidas en el pasado.
Es por ello que el movimiento de Mayo, en un principio y en sus más vigorosos impulsores (Belgrano, Moreno, Castelli, Paso), estratégicamente no propuso independizarse de España para no perder la alianza estratégica con los comerciantes librecambistas.
La apertura del comercio recibió una fuerte oposición: "Pedro Baliño de Laya, natural de vuestro Reino fiel de Galicia, vecino y del comercio de esta Ciudad, movido del amor que profeso a Vuestra Real Majestad y a nuestra amable patria, represento y digo qué dirán los valerosos y constantes cochabambinos luego que sepan ha abierto Buenos Aires comercio libre a todas las naciones: dirán, ya quedaron sin pan mas de 16.000 almas que subsistían con los lienzos de algodón, surtiendo a toda esta América y a un precio tan equitativo como era el de 2 reales la vara (...) y qué dirán cuando sepan de que los ingleses ofrecieron abastecer de este renglón a 1 y cuartillo reales, qué dirán los de la sierra de Córdoba cuando sepan que los ingleses vendieron ponchos en ésta a 3 pesos que ellos vendían a 7. ¿No querían gobierno nuevo?, ahí lo tienen, ahórquense, compren cordeles. Ahí tienen los americanos la felicidad que aguardaban de España, ya no hay España ya se acabó. Oh Santo Dios, y que esto ha de sufrir el carácter de un verdadero español" .
El administrador de la Aduana informaba al virrey que desde la apertura de los puertos, hacía cuatro meses, habían ingresando a ese ente recaudador unos 400.000 pesos, "cantidad que jamás ha producido esta Aduana en tan corto tiempo". La suma equivalía a lo recaudado en todo el año 1806. Creció de tal manera el comercio con los ingleses que las protestas de los poderosos monopolistas fueron tan amenazantes que el virrey, dando muestras de su volubilidad, ordenó la suspensión de la medida y la expulsión de los comerciantes extranjeros, dándoles a los mercaderes británicos un plazo de ocho días para dejar Buenos Aires.
Luego le tocará ceder ante las presiones inglesas y amplió el plazo que expiraba el 20 de mayo en cuatro meses. ¿Puede alguien dudar que esa circunstancia fue de enorme influencia en los sucesos que se desarrollaron a partir de esa fecha en el río de la Plata?
Está comprobado que los barcos británicos de guerra surtos en el puerto, más el embajador inglés en Río de Janeiro con competencia en el Río de la Plata, lord Stangford, hicieron pesar su influencia. Durante las jornadas de Mayo dichas naves estaban estacionados en el puerto en actitud de protectora coacción. El capitán de la escuadra, Charles Montagu Fabian, no solo empavesó las naves y disparó salvas de festejo el 26 sino que también arengó al pueblo a favor de la revolución.
Ya instalada la Primera Junta, se acordó hacer todo lo posible para ganar la protección inglesa eliminándose de inmediato todas las restricciones al comercio, "dando a entender a Inglaterra que el objetivo de la América española no radicaba tanto en la separación de España como en la extirpación de los males causados por el gobierno español" (carta del embajador Strangford al primer ministro Wellesley, 20 de Junio de 1810). En los días subsiguientes al 25 se rebajaron en un 100% los derechos de exportación y se declaró libre la salida de oro y plata sin más recaudo que pagar derecho como mercancía, tal como se había pedido en La Representación de los Hacendados, cuyo autor, a pesar de no haber participado de las jornadas previas al 25, fue designado Secretario de la Junta como mensaje hacia Gran Bretaña.
La principal y decisiva ayuda inglesa a los conjurados de Mayo debería esperar dos años cuando atracó en el puerto la "George Canning" trayendo a bordo, entre otros jefes indianos reclutados en Londres, a un teniente coronel nacido en tierras de las misiones jesuíticas y de destacada actuación en las guerras napoleónicas.
© LA GACETA
Pacho O?Donnell - Historiador, novelista y
psiquiatra. Entre sus libros se encuentran
"El grito sagrado", "Los héroes malditos",
" Historias argentinas" y "Caudillos
federales".