13 Mayo 2010
El coronel salteño José Moldes, en la "Exposición" que redactó en 1816 sobre sus servicios, narra la parte que tuvo en la conspiración patriota. Había desarrollado en España y en Gran Bretaña laboriosas gestiones de búsqueda de apoyo para una revolución en el Plata, que finalmente no prosperaron. Se embarcó entonces rumbo a Buenos Aires a fines de 1808. Narra que, a poco de llegar, el coronel Terrada lo llevó a una quinta de las afueras de la ciudad, donde, dice, "encontré varios americanos que me dijeron trataban de la independencia". Moldes les suministró abundantes noticias sobre lo que estaba ocurriendo en España y se ofreció para propagar las ideas revolucionarias en el norte del Virreinato. Aceptada la oferta, partió rumbo al Alto Perú.
En Córdoba, cuenta, habló con Tomás Allende; en Santiago del Estero, con Juan Francisco Borges; en Tucumán, con el doctor Nicolás Laguna; en Salta, "con sus habitantes más considerados"; en La Paz, con Clemente Díaz de Medina, y en Cochabamba con Mariano de Medina.
El citado doctor Laguna, de Tucumán, no había ocultado su criterio en estos asuntos. En una carta de febrero de 1809, escrita desde Tucumán, el jesuita Diego León de Villafañe narraba su conversación con aquel abogado. Este le dijo que ante los sucesos de España correspondía convocar a los diputados de todo el reino: la razón era que "hallándonos sin rey en el reino, recae toda la autoridad gubernativa en el pueblo, y por consiguiente el pueblo, con sus diputados, ha de discutir lo que se debe hacer en tal caso". Consideraba Laguna que era "violencia de nuestros derechos" jurar fidelidad a la Junta Central. "Se debía convidar a la América, no mandar: porque un igual no puede mandar a su igual", era el criterio del tucumano. Laguna desempeñó en los años posteriores importantes funciones, entre ellas las de asambleísta de 1813 y gobernador de la Provincia en 1823 y en 1827. Luego, se recluyó en su estancia de Tafí del Valle, de la que sólo salió al sentirse gravemente enfermo: vino a Tucumán para morir, en 1838.
En Córdoba, cuenta, habló con Tomás Allende; en Santiago del Estero, con Juan Francisco Borges; en Tucumán, con el doctor Nicolás Laguna; en Salta, "con sus habitantes más considerados"; en La Paz, con Clemente Díaz de Medina, y en Cochabamba con Mariano de Medina.
El citado doctor Laguna, de Tucumán, no había ocultado su criterio en estos asuntos. En una carta de febrero de 1809, escrita desde Tucumán, el jesuita Diego León de Villafañe narraba su conversación con aquel abogado. Este le dijo que ante los sucesos de España correspondía convocar a los diputados de todo el reino: la razón era que "hallándonos sin rey en el reino, recae toda la autoridad gubernativa en el pueblo, y por consiguiente el pueblo, con sus diputados, ha de discutir lo que se debe hacer en tal caso". Consideraba Laguna que era "violencia de nuestros derechos" jurar fidelidad a la Junta Central. "Se debía convidar a la América, no mandar: porque un igual no puede mandar a su igual", era el criterio del tucumano. Laguna desempeñó en los años posteriores importantes funciones, entre ellas las de asambleísta de 1813 y gobernador de la Provincia en 1823 y en 1827. Luego, se recluyó en su estancia de Tafí del Valle, de la que sólo salió al sentirse gravemente enfermo: vino a Tucumán para morir, en 1838.