Protagonista y metáfora

Había una vez un joven y lejano país del sur cuyos dueños decidieron encarar su primer centenario con emprendimientos que duraran por lo menos hasta el segundo. En ese marco se construyó un portentoso teatro de ópera, el cine de cuando no había cine. Su acústica, como sucede con esos instrumentos musicales que mejoran su sonido con el tiempo, llegó a ser una de las maravillas del mundo musical.

El Colón es el teatro más popular de la Argentina. Su programación oscila entre lo recreativo y lo creativo, con épocas regresivas y algunas aperturas al aquí y ahora, en un país donde la visión de lo cultural no supera el olfato electoral. Sus efectos van mucho más allá de su localización geográfica o estética: está presente como protagonista y metáfora de nuestra vida cultural, aún en quienes nunca lo han visitado, así como tantos escritores, compositores o pintores importan también a los argentinos que no los leyeron, escucharon o vieron jamás. Tuve el gran honor de dirigirlo en el álgido período 2002-2004. En plena debacle, abrimos sus puertas a muchísimo público nuevo, y a creadores y creaciones tradicionales y avanzados. Batiendo récords históricos de asistentes y funciones, quedó demostrado que el Teatro podía ser un motor de nuestra vida musical, y no un panteón nostálgico para selectos eruditos o adictos al estrellato. En su patético centenario, algunos brindaron con formol. Yo deseo su revitalización urgente.