18 Abril 2010
El día del libro, entre Johannes Gutenberg y Steve Jobs
El próximo viernes se celebra el Día Mundial del Libro, en un año en que la iPad amenaza con revolucionar la lectura. Mientras tanto, el mercado editorial tradicional goza de buena salud. En 2009 se editaron 75 millones de libros en la Argentina. Santiago Kovadloff, Carlos Floria, Abel Posse, James Neilson, Carlos Abrehu, Federico van Mameren, Roberto Cortés Conde y Guillermo Jaim Etcheverry, entre otros, bucean dentro del océano de novedades y nos recomiendan los libros que merecen ser leídos.
Tantos libros, tan poco tiempo
Son 20.300 los títulos que se imprimieron en la Argentina durante 2009. Si leyéramos cuatro por semana, necesitaríamos un siglo para leerlos a todos. ¿Cuáles son los libros que merecen ser leídos dentro de ese mar de novedades que nos inunda todos los años? ¿Cuáles son los títulos que se nos escaparon y que deberíamos rescatar? Eso le preguntamos a un grupo de nuestros colaboradores que tiene una estrecha vinculación con los libros y con la escritura. En las páginas 2, 3 y 4 encontraremos detalladas sus preferencias literarias, un conjunto que constituye una valiosa guía de lectura.
¿Este año empezará a cambiar la forma de leer?
Quizás el año 2010 sea recordado como el año de la iPad. La enorme cantidad de unidades vendidas y las proyecciones comerciales de este sofisticado dispositivo recientemente presentado por el gurú informático Steve Jobs, han llevado a algunos analistas entusiastas a sugerir que los instrumentos de lectura ideados entre las tabletas de arcilla en las que se conservan las primeras muestras de escritura y las tabletas electrónicas que hoy está vendiendo la empresa Apple, pueden terminar pronto en museos similares a los que exhiben las piezas arqueológicas sumerias. Pero lo cierto es que el presente de los libros derivados de la imprenta que inventó Gutenberg es innegablemente próspero. En el mundo se edita un nuevo título cada medio minuto, el mercado editorial facturó más de 100.000 millones de dólares en 2009 y un solo autor, Dan Brown, el año pasado vendió más copias de su última novela que los iPads que Apple estima vender en todo 2010.
El próximo viernes se celebra el Día Mundial del Libro. La fecha fue elegida por la Unesco en conmemoración de las muertes de Cervantes, de Shakespeare y de Garcilaso de la Vega, que ocurrieron el 23 de abril de 1616. En ese año se publicaban en el mundo cerca de 2.000 títulos y se discutía si la proliferación de libros constituía un obstáculo para el conocimiento en lugar de un puente hacia él. Elegir lo valioso, desde entonces, fue una tarea cada vez más necesaria y, paralelamente, más compleja. Hoy se edita anualmente un número de títulos 500 veces superior a los de 1616.
En los últimos años el mercado editorial recibió noticias turbulentas. Google anunció su plan de digitalizar todos los libros del mundo (ya lo hizo con unos 10 millones de títulos), un proyecto que, por un lado, parece hacer realidad el sueño de la Ilustración (una ilimitada república de las letras) o la biblioteca de Babel que imaginó Borges; y, por otro, se asimila al mundo papirofóbico de Farenheit 451, la novela de Ray Bradbury. En 2007 irrumpió el libro electrónico Kindle, un novedoso dispositivo con tinta electrónica (genera un efecto muy parecido al que produce la real) que permite leer casi 400.000 títulos (la última Navidad se vendieron casi 10 millones de unidades del Kindle). El año pasado Amazon, la tienda virtual más grande del mundo, anunció que estaba vendiendo más libros digitales que físicos (la venta de libros electrónicos creció casi un 200% en Estados Unidos durante 2009).
Pero, sin dudas, la iPad (que el día de su aparición en el mercado se vendió junto a 250.000 libros electrónicos) representa un peligro mayor para el mundo editorial. Es una computadora de 24 centímetros de alto, 19 de ancho y 1,3 de espesor. Pesa 680 gramos (casi el doble que un libro convencional), puede almacenar más de 1.000 títulos y el modelo más barato se vende en 499 dólares. Tiene una pantalla sensible al tacto que simula el movimiento de las hojas de papel. Pueden comprarse títulos digitales que son más baratos que sus versiones en papel y el dispositivo cuenta con herramientas informáticas muy útiles, como un buscador de palabras. ¿Este dispositivo enterrará a los libros convencionales en el olvido? Toda respuesta categórica es hoy prematura y la pregunta, en todo caso, no es sustancial.
Las grandes preguntas
Probablemente la lectura de libros se lleve a cabo, durante varios años más, en soportes distintos. Ya veremos si los nuevos dispositivos electrónicos generan un cambio radical de hábitos en el largo plazo. Pero lo central no es el soporte (digital o impreso) sino el contenido. Lo inquietante en esta época de transformaciones vertiginosas es si lo que se acerca es, más que el fin del libro convencional, la desaparición de una forma de leer. En una sociedad fascinada por la velocidad, por la imagen y por la interactividad, ¿sigue habiendo lugar para los textos que exigen atención, para lo que nos proponen un esfuerzo intelectual? ¿Tendrán lectores las grandes novelas, las que revolucionan la manera de narrar, las que modifican el alma de los lectores? ¿Qué pasará con los ensayos profundos, los que cuestionan la realidad y nos brindan ángulos novedosos para interpretarla, o los que la modifican? ¿Y cuáles son esas obras imprescindibles, esas agujas que debemos distinguir dentro del pajar bibliográfico? Estas son las preguntas que deberemos responder.
© LA GACETA
LA DIRECCION
Los libros más recomendados por nuestros colaboradores en 2009
1) Purgatorio, de Tomás Eloy Martínez
2) Son memorias, de Tulio Halperín Donghi.
3) Un hombre en la oscuridad, de Paul Auster.
4) La casa de Dostoievsky, de Jorge Edwards.
Son 20.300 los títulos que se imprimieron en la Argentina durante 2009. Si leyéramos cuatro por semana, necesitaríamos un siglo para leerlos a todos. ¿Cuáles son los libros que merecen ser leídos dentro de ese mar de novedades que nos inunda todos los años? ¿Cuáles son los títulos que se nos escaparon y que deberíamos rescatar? Eso le preguntamos a un grupo de nuestros colaboradores que tiene una estrecha vinculación con los libros y con la escritura. En las páginas 2, 3 y 4 encontraremos detalladas sus preferencias literarias, un conjunto que constituye una valiosa guía de lectura.
¿Este año empezará a cambiar la forma de leer?
Quizás el año 2010 sea recordado como el año de la iPad. La enorme cantidad de unidades vendidas y las proyecciones comerciales de este sofisticado dispositivo recientemente presentado por el gurú informático Steve Jobs, han llevado a algunos analistas entusiastas a sugerir que los instrumentos de lectura ideados entre las tabletas de arcilla en las que se conservan las primeras muestras de escritura y las tabletas electrónicas que hoy está vendiendo la empresa Apple, pueden terminar pronto en museos similares a los que exhiben las piezas arqueológicas sumerias. Pero lo cierto es que el presente de los libros derivados de la imprenta que inventó Gutenberg es innegablemente próspero. En el mundo se edita un nuevo título cada medio minuto, el mercado editorial facturó más de 100.000 millones de dólares en 2009 y un solo autor, Dan Brown, el año pasado vendió más copias de su última novela que los iPads que Apple estima vender en todo 2010.
El próximo viernes se celebra el Día Mundial del Libro. La fecha fue elegida por la Unesco en conmemoración de las muertes de Cervantes, de Shakespeare y de Garcilaso de la Vega, que ocurrieron el 23 de abril de 1616. En ese año se publicaban en el mundo cerca de 2.000 títulos y se discutía si la proliferación de libros constituía un obstáculo para el conocimiento en lugar de un puente hacia él. Elegir lo valioso, desde entonces, fue una tarea cada vez más necesaria y, paralelamente, más compleja. Hoy se edita anualmente un número de títulos 500 veces superior a los de 1616.
En los últimos años el mercado editorial recibió noticias turbulentas. Google anunció su plan de digitalizar todos los libros del mundo (ya lo hizo con unos 10 millones de títulos), un proyecto que, por un lado, parece hacer realidad el sueño de la Ilustración (una ilimitada república de las letras) o la biblioteca de Babel que imaginó Borges; y, por otro, se asimila al mundo papirofóbico de Farenheit 451, la novela de Ray Bradbury. En 2007 irrumpió el libro electrónico Kindle, un novedoso dispositivo con tinta electrónica (genera un efecto muy parecido al que produce la real) que permite leer casi 400.000 títulos (la última Navidad se vendieron casi 10 millones de unidades del Kindle). El año pasado Amazon, la tienda virtual más grande del mundo, anunció que estaba vendiendo más libros digitales que físicos (la venta de libros electrónicos creció casi un 200% en Estados Unidos durante 2009).
Pero, sin dudas, la iPad (que el día de su aparición en el mercado se vendió junto a 250.000 libros electrónicos) representa un peligro mayor para el mundo editorial. Es una computadora de 24 centímetros de alto, 19 de ancho y 1,3 de espesor. Pesa 680 gramos (casi el doble que un libro convencional), puede almacenar más de 1.000 títulos y el modelo más barato se vende en 499 dólares. Tiene una pantalla sensible al tacto que simula el movimiento de las hojas de papel. Pueden comprarse títulos digitales que son más baratos que sus versiones en papel y el dispositivo cuenta con herramientas informáticas muy útiles, como un buscador de palabras. ¿Este dispositivo enterrará a los libros convencionales en el olvido? Toda respuesta categórica es hoy prematura y la pregunta, en todo caso, no es sustancial.
Las grandes preguntas
Probablemente la lectura de libros se lleve a cabo, durante varios años más, en soportes distintos. Ya veremos si los nuevos dispositivos electrónicos generan un cambio radical de hábitos en el largo plazo. Pero lo central no es el soporte (digital o impreso) sino el contenido. Lo inquietante en esta época de transformaciones vertiginosas es si lo que se acerca es, más que el fin del libro convencional, la desaparición de una forma de leer. En una sociedad fascinada por la velocidad, por la imagen y por la interactividad, ¿sigue habiendo lugar para los textos que exigen atención, para lo que nos proponen un esfuerzo intelectual? ¿Tendrán lectores las grandes novelas, las que revolucionan la manera de narrar, las que modifican el alma de los lectores? ¿Qué pasará con los ensayos profundos, los que cuestionan la realidad y nos brindan ángulos novedosos para interpretarla, o los que la modifican? ¿Y cuáles son esas obras imprescindibles, esas agujas que debemos distinguir dentro del pajar bibliográfico? Estas son las preguntas que deberemos responder.
© LA GACETA
LA DIRECCION
Los libros más recomendados por nuestros colaboradores en 2009
1) Purgatorio, de Tomás Eloy Martínez
2) Son memorias, de Tulio Halperín Donghi.
3) Un hombre en la oscuridad, de Paul Auster.
4) La casa de Dostoievsky, de Jorge Edwards.
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