21 Marzo 2010
¿Es legítimo ingresar, como Alicia, en el under ground (bajo-tierra) del autor de un cuento de maravillas? El psicoanálisis aplicado, como en este caso, tiene los riesgos de la relativa veracidad de sus interpretaciones. Pero las biografías no son una colección de hechos inocentes o casuales; producen un entramado difícil de desoír o ignorar, y sus datos revelan lo causal de los síntomas y signos en la vida de cada sujeto. No obstante aceptemos la relativa legitimidad de estas reflexiones respecto de Charles Lutwidge Dodgson, (creador de Alicia en el país de las maravillas, Alicia detrás del espejo; La caza de Snack; Silvia y Bruno, etc, con el seudónimo de Lewis Carroll), abriendo un no tan maravilloso mundo para su vida personal.
Hijo de padre vicario, archidiácono y más tarde canónigo. Criado entre diez hermanos, zurdo y tartamudo como todos ellos, sordo del oído derecho, y con episodios de epilepsia. Sin embargo, con tamañas carencias, logrará lo que ninguno de sus hermanos: ser niño prodigio primero, después licenciado en letras y un destacado profesor de matemáticas. Además, siguiendo las marcas de su padre, tomará las órdenes de diácono. Gran parte de su vida se desarrollará en Oxford, impartiendo clases. Pero nada de esta brillantez logrará opacar un enigma: si su abstinencia sexual estaba sostenida por sus inclinaciones religiosas, o si la causa de esa abstinencia era la misoginia que sostuvo durante toda su vida.
Podríamos afirmar, sin pecar de absolutismos, que no existe la abstinencia sexual desde la perspectiva de lo que se entiende por sexualidad: la actividad inevitable de las pulsiones en relación a objetos singulares. Concepción que ubica la sexualidad en un más allá de las prácticas convencionales. Y en este caso Dodgson tenía otra vida, otra actividad más allá de la intelectual, religiosa y honorífica: pasaba largas horas (todo un día) en compañía de niñitas, a las que relataba historias fantaseadas para reclamar su atención y su amor. Probablemente, la intensa inhibición a la que lo llevó su dificultad con las palabras, encontró en el ejercicio de los "cuentos", ante espectadores ingenuos y nada académicos, la salida más airosa.
También su vida inscripta de esta manera marca dos mundos, cada uno con su nombre propio: uno claro, evidente, inocente, creativo y trascendente por la escritura, el del Profesor Charles Dodgson; y otro, instintivo, opaco, oscuro, "under", el de Lewis Carroll, su seudónimo.
De aquellos episodios aparentemente lúdicos surge Las aventuras subterráneas de Alicia, el primer título de sus populares historias. La heroína había cumplido en la vida real diez años y le pide expresamente a su mentor después de las acostumbradas rutinas de paseos, iniciados a los cuatro años de vida de ella y contando entonces Dodgson con 32, que escriba lo que le contaba. ¿Por qué Alicia Liddell habría de interrumpir la repetición de estos rituales y le pediría pasar de la acción al acto de la escritura? ¿Qué necesita frenar en Dodgson?
La larga lista de "musas inspiradoras" es, según cálculos de los biógrafos, de 107 niñas. Con ellas pasaba largas horas de su vida entre los relatos y sesiones de fotografía, actividad en la que también encontramos enlazada la pulsión a este objeto pleno de su interés. Pero la fotografía no fue un hobby solamente, como registra su historia: fue mucho más que eso. La invitación a las niñitas, con expresa exclusión de los hermanos varones y lograda con la anuencia confiada de los padres, consistía en la siguiente secuencia: tomar el té y hablar de las historias de su fantasía; luego, subir a su habitación donde practicaba las sesiones de fotografía. Las primeras, llevando ellas varios disfraces diferentes; después, vistiendo por todo ropaje la nada-desnuda, como comentaría un allegado suyo.
Mucho se ha hablado de estas preferencias del autor de Alicia…, y algunos se aquietaban al no encontrar testimonios de relación carnal alguna. Pero la sexualidad está clara en estos casos. No todas las relaciones están basadas en relaciones explícitas del modo habitual entre dos cuerpos. Por ello, el desconcierto sobre su personalidad crecería. Fue concebido como un "Peter Pan victoriano y platónico", o como un Humbert Humbert, el personaje de Lolita creado por Nabokov (quien, aseguran, se inspira en Carroll). También es inevitable asociarlo con Michael Jackson, quien privilegiaba a los niños recreando en su mansión otro mundo de maravillas, donde decía "cobijarlos" de la realidad hostil que él había vivido.
Dos mundos paralelos
El escritor construía, tanto su mundo ideológico como la imagen ideal que buscaba, a través de la fotografía. Sabemos que ésta, no está solamente al servicio de lo que el ojo capta por la lente, sino de lo que la mirada construye como otra realidad sobre el objeto encontrado: en este caso habría intentado rechazar el pecado original que marcaba el cuerpo con los signos de lo humano, para preservar la inocencia del cuerpo edénico desnudo, devolviéndole la belleza pura y asexuada de la divinidad. De este modo, deteniendo la mirada en el límite exacto de lo "obscenamente mundano", desviaría el pudor y la sexualidad para los que él no estaba hecho.
La escisión de sus dos mundos está proyectada en Alicia en el país de las maravillas, y cada uno de ellos lleva un nombre propio: un mundo real, racional, matemático y lógico, donde los sujetos llegados a cierta edad deben brindarse al matrimonio y a la familia, o a su dignidad religiosa, llamado Charles Dodgson. Y un mundo invisible a los ojos de cualquiera, donde las fantasías, la realización de lo imposible y la vida detenida para ser siempre un niño-rey majestuoso excluido de las insuficiencias, hacen posible eludir al primero. Este se llamaba Lewis Carroll.
Respecto a la preferencia por las niñas, en tanto poseedoras de la felicidad edénica, queda claro también su límite: las "abandonaba" cuando entraban en la adolescencia, momento en que la sexualidad y sus manifestaciones son irreversibles. Una frase suya delata su aversión: "Y el conejo me dijo: A esa mujer en minifalda, que le corten la cabeza!".
© LA GACETA
Ana Petros - Psicoanalista, ex docente de la UNT y de la UNSTA,
fundadora de Seminario Psicoanalítico.
Hijo de padre vicario, archidiácono y más tarde canónigo. Criado entre diez hermanos, zurdo y tartamudo como todos ellos, sordo del oído derecho, y con episodios de epilepsia. Sin embargo, con tamañas carencias, logrará lo que ninguno de sus hermanos: ser niño prodigio primero, después licenciado en letras y un destacado profesor de matemáticas. Además, siguiendo las marcas de su padre, tomará las órdenes de diácono. Gran parte de su vida se desarrollará en Oxford, impartiendo clases. Pero nada de esta brillantez logrará opacar un enigma: si su abstinencia sexual estaba sostenida por sus inclinaciones religiosas, o si la causa de esa abstinencia era la misoginia que sostuvo durante toda su vida.
Podríamos afirmar, sin pecar de absolutismos, que no existe la abstinencia sexual desde la perspectiva de lo que se entiende por sexualidad: la actividad inevitable de las pulsiones en relación a objetos singulares. Concepción que ubica la sexualidad en un más allá de las prácticas convencionales. Y en este caso Dodgson tenía otra vida, otra actividad más allá de la intelectual, religiosa y honorífica: pasaba largas horas (todo un día) en compañía de niñitas, a las que relataba historias fantaseadas para reclamar su atención y su amor. Probablemente, la intensa inhibición a la que lo llevó su dificultad con las palabras, encontró en el ejercicio de los "cuentos", ante espectadores ingenuos y nada académicos, la salida más airosa.
También su vida inscripta de esta manera marca dos mundos, cada uno con su nombre propio: uno claro, evidente, inocente, creativo y trascendente por la escritura, el del Profesor Charles Dodgson; y otro, instintivo, opaco, oscuro, "under", el de Lewis Carroll, su seudónimo.
De aquellos episodios aparentemente lúdicos surge Las aventuras subterráneas de Alicia, el primer título de sus populares historias. La heroína había cumplido en la vida real diez años y le pide expresamente a su mentor después de las acostumbradas rutinas de paseos, iniciados a los cuatro años de vida de ella y contando entonces Dodgson con 32, que escriba lo que le contaba. ¿Por qué Alicia Liddell habría de interrumpir la repetición de estos rituales y le pediría pasar de la acción al acto de la escritura? ¿Qué necesita frenar en Dodgson?
La larga lista de "musas inspiradoras" es, según cálculos de los biógrafos, de 107 niñas. Con ellas pasaba largas horas de su vida entre los relatos y sesiones de fotografía, actividad en la que también encontramos enlazada la pulsión a este objeto pleno de su interés. Pero la fotografía no fue un hobby solamente, como registra su historia: fue mucho más que eso. La invitación a las niñitas, con expresa exclusión de los hermanos varones y lograda con la anuencia confiada de los padres, consistía en la siguiente secuencia: tomar el té y hablar de las historias de su fantasía; luego, subir a su habitación donde practicaba las sesiones de fotografía. Las primeras, llevando ellas varios disfraces diferentes; después, vistiendo por todo ropaje la nada-desnuda, como comentaría un allegado suyo.
Mucho se ha hablado de estas preferencias del autor de Alicia…, y algunos se aquietaban al no encontrar testimonios de relación carnal alguna. Pero la sexualidad está clara en estos casos. No todas las relaciones están basadas en relaciones explícitas del modo habitual entre dos cuerpos. Por ello, el desconcierto sobre su personalidad crecería. Fue concebido como un "Peter Pan victoriano y platónico", o como un Humbert Humbert, el personaje de Lolita creado por Nabokov (quien, aseguran, se inspira en Carroll). También es inevitable asociarlo con Michael Jackson, quien privilegiaba a los niños recreando en su mansión otro mundo de maravillas, donde decía "cobijarlos" de la realidad hostil que él había vivido.
Dos mundos paralelos
El escritor construía, tanto su mundo ideológico como la imagen ideal que buscaba, a través de la fotografía. Sabemos que ésta, no está solamente al servicio de lo que el ojo capta por la lente, sino de lo que la mirada construye como otra realidad sobre el objeto encontrado: en este caso habría intentado rechazar el pecado original que marcaba el cuerpo con los signos de lo humano, para preservar la inocencia del cuerpo edénico desnudo, devolviéndole la belleza pura y asexuada de la divinidad. De este modo, deteniendo la mirada en el límite exacto de lo "obscenamente mundano", desviaría el pudor y la sexualidad para los que él no estaba hecho.
La escisión de sus dos mundos está proyectada en Alicia en el país de las maravillas, y cada uno de ellos lleva un nombre propio: un mundo real, racional, matemático y lógico, donde los sujetos llegados a cierta edad deben brindarse al matrimonio y a la familia, o a su dignidad religiosa, llamado Charles Dodgson. Y un mundo invisible a los ojos de cualquiera, donde las fantasías, la realización de lo imposible y la vida detenida para ser siempre un niño-rey majestuoso excluido de las insuficiencias, hacen posible eludir al primero. Este se llamaba Lewis Carroll.
Respecto a la preferencia por las niñas, en tanto poseedoras de la felicidad edénica, queda claro también su límite: las "abandonaba" cuando entraban en la adolescencia, momento en que la sexualidad y sus manifestaciones son irreversibles. Una frase suya delata su aversión: "Y el conejo me dijo: A esa mujer en minifalda, que le corten la cabeza!".
© LA GACETA
Ana Petros - Psicoanalista, ex docente de la UNT y de la UNSTA,
fundadora de Seminario Psicoanalítico.
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