Nosotros los alienígenas

Nosotros los alienígenas

La fábula del planeta idílico de los Na'vi invadido por depredadores terrestres plantea un duelo entre los hombres que creemos haber sido y los que somos. En esta nota se hace un análisis de ese enfrentamiento y un repaso por los libros y por las películas con personajes extraterrestres que reflejan problemáticas ultraterrestres.
Por Eugenia Flores de Molinillo -Para LA GACETA - Tucumán

07 Marzo 2010
James Cameron, director de "titánica" fama, arrasa taquillas con una eficacia que predice la suerte de su Avatar a la hora de los Oscar. La parafernalia de efectos especiales que por ciento sesenta y dos minutos nos mantiene en vilo explica la larga lista de técnicos en el rubro y complejiza, embelleciéndola, la sencillez de la línea argumental, fiel a la clásica trayectoria del héroe mítico.
Es interesante ver en Avatar la muy terrícola mirada a la realidad que impregna el tema "extraterrestres" en la ficción. Así planteé en estas páginas un abordaje a La guerra de los mundos (2005), cuya crítica anticolonialista a los Estados Unidos siguió la postura de H.G. Wells ante la Gran Bretaña del siglo XIX, en la novela homónima que la inspiró. Inspiración, no plagio, acusación que pesa sobre Cameron por el sospechoso parecido entre su héroe y el del cuento de Paul Anderson Call Me Joe. Por su parte, Avatar ataca el belicismo norteamericano en su codicia por los recursos energéticos del planeta. En 2.154, una misión va al planeta Pandora tras un mineral que suplirá a las exhaustas fuentes terrestres de energía, y el Proyecto Avatar -en el hinduismo, encarnación terrestre de un dios-, permite trasladar la mente de los enviados a cuerpos artificiales que los mimetizarán con los nativos para… ¿comunicarse con ellos? ¿persuadirlos? ¿espiarlos? Y bueno, ¡todo! Hasta enamorarse.           
Escritores y cineastas ven en el espacio exterior posibilidades imaginativas ilimitadas, pero es el cordón umbilical de la Madre Tierra lo que mueve sus relatos. El siniestro armamento de la Misión Avatar contrasta con el delicado encanto del mundo al que invade y destruye. Como una visión idílica del mundo precolombino, y con una ingenuidad perdonable en honor a la fábula propuesta, el cosmos de los Na’vi, los "nativos", destila una armonía profunda entre hombre y naturaleza.
Ahora bien, y fuera de libreto: ¿madre naturaleza o naturaleza-verdugo? Nutricia, bella, protectora, nos invita a unirnos y gozarla. Pero… ¡cuidado! Nos hace distintos para que, al experimentar esa diferencia como peligro, procuremos anular al "otro" para salvarnos. Para los animales la cosa es clara: pelean por sexo, por comida o por territorio. Nosotros tenemos algunos extras: prejuicios, ideologías y necesidades innecesarias. Y que ganen los más fuertes. El belicoso jefe de la Misión reprocha al ex-marine devenido campeón de la resistencia na’vi: "¡Eres un traidor a tu raza!", enarbolando el determinismo biológico por encima de un libre albedrío guiado por la razón, la justicia y el amor a la vida.
Mirar al espacio para pensar la Tierra
La ficción con extraterrestres dicotomiza problemáticas por demás terráqueas. Así como en Los primeros hombres en la luna (1901), Wells concibe el trabajo de los selenitas como un socialismo utópico -o distópico, según el ansia de libertad que uno tenga-, y lo contrasta con la ambición desmedida del capitalismo, E.T. y Cocoon muestran seres queribles en tiempos en que la discriminación al diferente se ve como pecado social. Para Ray Bradbury, el egoísmo y la falta de conciencia ecológica motivan el fracaso de las colonias humanas en Crónicas marcianas (1950). El film El planeta prohibido (1956), en años de posguerra y Guerra Fría, sospecha que la maldad interior del hombre puede destruir una gran civilización. El Eternauta (1956), la historieta de Héctor Oesterheld, hubiera sido otra -o no hubiera sido- sin el pulso de los periódicos golpes de estado en la Argentina.           
De la nostalgia por el bucolismo pre-industrial surgen en Avatar estos Na’vi y su visualmente impactante mundo. Ellos son lo que fuimos, o más bien, lo que creemos haber sido, y esa "gente del cielo" que los invade con todo su caudal de violencia y horror, también somos nosotros.

© LA GACETA

Eugenia Flores de Molinillo - Profesora de Literatura norteamericana de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNT.

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