28 Febrero 2010
TONO. El habla adquiere un perfil formal en el ámbito laboral y educativo. LA GACETA / ARCHIVO
Si el lenguaje no cambiase, la comunicación humana seguiría consistiendo pura y exclusivamente en ruidos y mímicas. El dinamismo está implícito en la lengua: el castellano, que nace como dialecto del latín, tiene, a su vez, numerosas variedades geográficas. No es igual el español de Andalucía que el del Noroeste argentino. Pero también hay cambios impuestos por el contexto: los hablantes tampoco se expresan del mismo modo si el interlocutor es un profesor o un amigo.
La manera de expresarse que se adopta en función de las circunstancias está vinculada a la vida comunitaria. "La sociedad obliga a reconocer las diferencias para preservar ciertas jerarquías", propone la poeta y lingüista Ivonne Bordelois. La autora de "La palabra amenazada" (2005) manifiesta a LA GACETA que en un ámbito democratizante la gente busca eliminar ciertas jerarquías verbales.
"La universalización del voseo en Buenos Aires es un caso claro de eliminación consciente de un registro (’usted’) que generaba desigualdades. Pero la mayor parte de la población sabe que vosear a un juez puede acarrear inconvenientes", ejemplifica. En el hablante maduro, el salto de un registro coloquial a otro culto en función del contexto o la circunstancia depende a menudo de una operación mental intuitiva o automática.
El hablante hace equilibrio entre los registros; cambia permanentemente las formas y palabras. El mecanismo está íntimamente ligado al criterio propio y a la capacidad de decidir qué es lo apropiado en cada momento."’Coloquio’ significa conversación. Borges decía que la escritura -reflejo, en principio, de la lengua culta- debía inspirarse en el tono de la conversación. Lo culto abona la pauta clásica mientras que lo coloquial asegura el flujo lingüístico, lo espontáneo de un idioma. Lo culto puede degenerar en hermetismo y pretensión; lo coloquial, en vulgaridad y olvido de matices imprescindibles", apostilla Bordelois.
Juventud innovadora
La discriminación entre habla coloquial y culta es cuestionada por la licenciada María Stella Taboada, profesora adjunta a cargo de la asignatura Lingüística General I de la Universidad Nacional de Tucumán. Defiende: "ese binomio desconoce que la cultura es una condición misma de la especie humana y que aquella le ha permitido a esta saltar el cerco de condicionamientos y limitaciones biológicas para construir materialmente su existencia".
El lenguaje -prosigue Taboada- es producto de este proceso de transformación: "representa, simboliza, reflexiona y aborda científicamente la realidad. No hay sujetos, hablas, lenguas que no sean cultos y no hay hablas que no sean coloquiales. Porque el habla ha sido desarrollada por nuestra especie para compartir, construir, transmitir y enriquecer la experiencia con otros. Es habla porque es con y para otros".
La docente universitaria asevera que las categorías cultas son herramientas de dominación lingüística -creadas por instituciones como la Real Academia Española- que buscan naturalizar y legitimar la ideología de sujeto y habla únicos y homogéneos.
"Con la consigna de la ’unidad de la lengua’ favorecen la penetración y dominación no sólo lingüística y cultural sino también económica en América", denuncia Taboada. Y añade: "la política de expansión lingüística incrementa el producto bruto interno del Estado español y está fomentada no tan casualmente por las multinacionales financieras, de los hidrocarburos y de las telecomunicaciones, y por las editoriales".
Si la académica tucumana sugiere debatir colectivamente acerca del por qué de la persistencia, difusión y validación de la discriminación lingüística, Bordelois hace una reivindicación: "no es que los jóvenes sean coloquiales y los viejos, cultos. Pero los jóvenes suelen ser más innovadores, aunque no siempre en un sentido informal. Ellos restauraron el verbo ’amar’ y su diferencia con ’querer’, que no es poca cosa".
Cuestiones de forma
- "Con excepción de los niños y personas que hayan sufrido daños en la corteza cerebral, todos los hablantes tienen acceso a más de un registro o estilo lingüístico. (...) El asunto depende del grado de participación de la conciencia lingüística en el momento de hablar; si esta conciencia apenas está presente se suele producir el estilo más conversacional, pero a medida que esa presencia aumenta van apareciendo registros más formales (...) caracterizados por un vocabulario más refinado, unas oraciones más complejas, una pronunciación más cuidada, una entonación menos acusada, y una diferente estructura del discurso", reflexiona el lingüista cubano Humberto López Morales en "Sociolingüística" (1989).
- "No es mejor hablante quien habla más o quien sabe cómo hacer rodeos para vociferar mucho sin decir nada. En Venezuela o en cualquier parte del mundo, el mejor hablante es quien en el momento preciso, reconociendo al interlocutor y utilizando las palabras adecuadas, manifiesta sin ambigüedad exactamente lo que desea expresar. Esa premisa es válida para cualquier situación comunicativa, incluyendo (...) las de la red", arguye el académico y ensayista venezolano Luis Barrera Linares, autor de "Habla pública, internet y otros enredos literarios" (2009).
La manera de expresarse que se adopta en función de las circunstancias está vinculada a la vida comunitaria. "La sociedad obliga a reconocer las diferencias para preservar ciertas jerarquías", propone la poeta y lingüista Ivonne Bordelois. La autora de "La palabra amenazada" (2005) manifiesta a LA GACETA que en un ámbito democratizante la gente busca eliminar ciertas jerarquías verbales.
"La universalización del voseo en Buenos Aires es un caso claro de eliminación consciente de un registro (’usted’) que generaba desigualdades. Pero la mayor parte de la población sabe que vosear a un juez puede acarrear inconvenientes", ejemplifica. En el hablante maduro, el salto de un registro coloquial a otro culto en función del contexto o la circunstancia depende a menudo de una operación mental intuitiva o automática.
El hablante hace equilibrio entre los registros; cambia permanentemente las formas y palabras. El mecanismo está íntimamente ligado al criterio propio y a la capacidad de decidir qué es lo apropiado en cada momento."’Coloquio’ significa conversación. Borges decía que la escritura -reflejo, en principio, de la lengua culta- debía inspirarse en el tono de la conversación. Lo culto abona la pauta clásica mientras que lo coloquial asegura el flujo lingüístico, lo espontáneo de un idioma. Lo culto puede degenerar en hermetismo y pretensión; lo coloquial, en vulgaridad y olvido de matices imprescindibles", apostilla Bordelois.
Juventud innovadora
La discriminación entre habla coloquial y culta es cuestionada por la licenciada María Stella Taboada, profesora adjunta a cargo de la asignatura Lingüística General I de la Universidad Nacional de Tucumán. Defiende: "ese binomio desconoce que la cultura es una condición misma de la especie humana y que aquella le ha permitido a esta saltar el cerco de condicionamientos y limitaciones biológicas para construir materialmente su existencia".
El lenguaje -prosigue Taboada- es producto de este proceso de transformación: "representa, simboliza, reflexiona y aborda científicamente la realidad. No hay sujetos, hablas, lenguas que no sean cultos y no hay hablas que no sean coloquiales. Porque el habla ha sido desarrollada por nuestra especie para compartir, construir, transmitir y enriquecer la experiencia con otros. Es habla porque es con y para otros".
La docente universitaria asevera que las categorías cultas son herramientas de dominación lingüística -creadas por instituciones como la Real Academia Española- que buscan naturalizar y legitimar la ideología de sujeto y habla únicos y homogéneos.
"Con la consigna de la ’unidad de la lengua’ favorecen la penetración y dominación no sólo lingüística y cultural sino también económica en América", denuncia Taboada. Y añade: "la política de expansión lingüística incrementa el producto bruto interno del Estado español y está fomentada no tan casualmente por las multinacionales financieras, de los hidrocarburos y de las telecomunicaciones, y por las editoriales".
Si la académica tucumana sugiere debatir colectivamente acerca del por qué de la persistencia, difusión y validación de la discriminación lingüística, Bordelois hace una reivindicación: "no es que los jóvenes sean coloquiales y los viejos, cultos. Pero los jóvenes suelen ser más innovadores, aunque no siempre en un sentido informal. Ellos restauraron el verbo ’amar’ y su diferencia con ’querer’, que no es poca cosa".
Cuestiones de forma
- "Con excepción de los niños y personas que hayan sufrido daños en la corteza cerebral, todos los hablantes tienen acceso a más de un registro o estilo lingüístico. (...) El asunto depende del grado de participación de la conciencia lingüística en el momento de hablar; si esta conciencia apenas está presente se suele producir el estilo más conversacional, pero a medida que esa presencia aumenta van apareciendo registros más formales (...) caracterizados por un vocabulario más refinado, unas oraciones más complejas, una pronunciación más cuidada, una entonación menos acusada, y una diferente estructura del discurso", reflexiona el lingüista cubano Humberto López Morales en "Sociolingüística" (1989).
- "No es mejor hablante quien habla más o quien sabe cómo hacer rodeos para vociferar mucho sin decir nada. En Venezuela o en cualquier parte del mundo, el mejor hablante es quien en el momento preciso, reconociendo al interlocutor y utilizando las palabras adecuadas, manifiesta sin ambigüedad exactamente lo que desea expresar. Esa premisa es válida para cualquier situación comunicativa, incluyendo (...) las de la red", arguye el académico y ensayista venezolano Luis Barrera Linares, autor de "Habla pública, internet y otros enredos literarios" (2009).
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