28 Febrero 2010
El habla diferenciada de nuestros jóvenes y adolescentes no es para nada novedosa y no implica en sí misma una problemática. Sí puede ser un problema la generalización de cierta jerga hasta el límite de que el adolescente parece sólo expresarse por medio de ella y tener dificultades para emplear un lenguaje que podríamos denominar formal.
Esta dificultad es percibida en el contexto educativo, que en muchos casos pone en evidencia una relevante pobreza discursiva. El adolescente parece esforzarse por emplear un discurso que no conoce y que, en algunos casos, no logra entender. La limitación también aparece en consignas relacionadas con la comprensión de textos.
Una explicación está en la caída de la barrera generacional, que describe el deseo de juventud durante la vida adulta. Los adultos quieren ser eternamente adolescentes para abrazar el ideal de belleza y felicidad promovido por los medios de comunicación. Vemos "adolescentes de 35 años" en madres que salen a bailar o que buscan divertirse como sus hijas.
Para sentirse adolescente hay que actuar, vestir y hablar como uno de ellos. Si somos todos pares , ¿quién transmite el modelo?
Las instituciones sociabilizadoras por excelencia son la familia y el sistema educativo. Si la transmisión del espíritu crítico de generación en generación está empobrecida en el círculo familiar y supera las condiciones y posibilidades del ámbito escolar, al adolescente sólo le quedará el grupo de pares y lo que este le ofrece.
Consideramos irremplazable la tarea que los padres y educadores tienen en señalar que existe un universo mucho más rico más allá de lo cotidiano. Ese mundo debe existir desde los primeros años de la vida mediante la lectura, la escritura y la imaginación. Esta base es esencial para el relevo productivo de la escuela a medio plazo y, en última instancia, la construcción del proyecto de vida personal.
Esta dificultad es percibida en el contexto educativo, que en muchos casos pone en evidencia una relevante pobreza discursiva. El adolescente parece esforzarse por emplear un discurso que no conoce y que, en algunos casos, no logra entender. La limitación también aparece en consignas relacionadas con la comprensión de textos.
Una explicación está en la caída de la barrera generacional, que describe el deseo de juventud durante la vida adulta. Los adultos quieren ser eternamente adolescentes para abrazar el ideal de belleza y felicidad promovido por los medios de comunicación. Vemos "adolescentes de 35 años" en madres que salen a bailar o que buscan divertirse como sus hijas.
Para sentirse adolescente hay que actuar, vestir y hablar como uno de ellos. Si somos todos pares , ¿quién transmite el modelo?
Las instituciones sociabilizadoras por excelencia son la familia y el sistema educativo. Si la transmisión del espíritu crítico de generación en generación está empobrecida en el círculo familiar y supera las condiciones y posibilidades del ámbito escolar, al adolescente sólo le quedará el grupo de pares y lo que este le ofrece.
Consideramos irremplazable la tarea que los padres y educadores tienen en señalar que existe un universo mucho más rico más allá de lo cotidiano. Ese mundo debe existir desde los primeros años de la vida mediante la lectura, la escritura y la imaginación. Esta base es esencial para el relevo productivo de la escuela a medio plazo y, en última instancia, la construcción del proyecto de vida personal.
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