25 Febrero 2010
"Estoy reviviendo el horror", afirmó ayer Silvia Frías, al recordar el secuestro de su esposo, Hugo Alberto Díaz, ocurrido en junio de 1976. Su testimonio abrió la jornada ayer del juicio por la existencia de un centro clandestino de detención en la ex Jefatura de Policía. "En poco tiempo perdí mi esposo, mi casa y faltó muy poco para que pierda el embarazo. Sus últimas palabras fueron ’chau flaca’", dijo.
Su relato abarcó desde cuando se llevaron a su marido hasta los trámites infructuosos para dar con su paradero. "Supimos que estaba en la Jefatura. Fuimos a la central de Policía; nos atendió Albino Mario Zimmermann, y dijo: ’quién le dice que su marido no está con otra mina en el Caribe’. Yo estaba con mi pancita de cuatro meses. Además de la muerte y de la tortura física, había tortura mental", sostuvo.
La búsqueda la llevó a hablar con Roberto Heriberto Albornoz, con un capellán militar y con el militar Alberto Cerúsico. "A mi tío le pidieron que no haga nada más, que deje las cosas así porque para el Mono (por Menéndez) había que matar también a la cría. Hicimos los trámites legales, pero la legalidad no llegó nunca y cuando Cerúsico me dijo que estaba sola, caí en un cuadro depresivo", admitió. Agregó que, tras el secuestro, volvieron a su casa. "Lo que no robaron, lo rompieron. Me sacaron mi Fiat 128. Lo quise recuperar, pero me aconsejaron que lo dejase como regalo al Estado", añadió.
Hace dos años, en el juicio oral por la desaparición de Guillermo Vargas Aignasse, Cerúsico declaró como testigo. Ayer volvió al sillón para testificar en el caso del secuestro de Díaz. Cerúsico fue jefe militar de la Casa de Gobierno, con tareas administrativas de mantenimiento (no operativas ni de seguridad). Admitió que Frías, a quien conocía desde la juventud, le pidió ayuda por su esposo, aunque no recordó los términos exactos en los que habló. "Le dije que debía prepararse para otro tipo de vida, que significaba estar preparada espiritualmente, pero no sabía nada", aclaró.
Su relato abarcó desde cuando se llevaron a su marido hasta los trámites infructuosos para dar con su paradero. "Supimos que estaba en la Jefatura. Fuimos a la central de Policía; nos atendió Albino Mario Zimmermann, y dijo: ’quién le dice que su marido no está con otra mina en el Caribe’. Yo estaba con mi pancita de cuatro meses. Además de la muerte y de la tortura física, había tortura mental", sostuvo.
La búsqueda la llevó a hablar con Roberto Heriberto Albornoz, con un capellán militar y con el militar Alberto Cerúsico. "A mi tío le pidieron que no haga nada más, que deje las cosas así porque para el Mono (por Menéndez) había que matar también a la cría. Hicimos los trámites legales, pero la legalidad no llegó nunca y cuando Cerúsico me dijo que estaba sola, caí en un cuadro depresivo", admitió. Agregó que, tras el secuestro, volvieron a su casa. "Lo que no robaron, lo rompieron. Me sacaron mi Fiat 128. Lo quise recuperar, pero me aconsejaron que lo dejase como regalo al Estado", añadió.
Hace dos años, en el juicio oral por la desaparición de Guillermo Vargas Aignasse, Cerúsico declaró como testigo. Ayer volvió al sillón para testificar en el caso del secuestro de Díaz. Cerúsico fue jefe militar de la Casa de Gobierno, con tareas administrativas de mantenimiento (no operativas ni de seguridad). Admitió que Frías, a quien conocía desde la juventud, le pidió ayuda por su esposo, aunque no recordó los términos exactos en los que habló. "Le dije que debía prepararse para otro tipo de vida, que significaba estar preparada espiritualmente, pero no sabía nada", aclaró.
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