14 Febrero 2010
Mucho se investigó y escribió acerca de los cambios que vienen aconteciendo en las últimas décadas en torno a la forma en que se vinculan hombres y mujeres a nivel romántico. Si tomamos una pareja típica de mediados del siglo pasado, veremos roles claramente definidos y diferenciados por género: el hombre copando el mundo laboral y económico, la mujer al mando del territorio doméstico, expectativas sociales y consideraciones morales distintas respecto de él y ella, etcétera.
Bien sabemos que en la actualidad, aún en sociedades tradicionales como la nuestra, el escenario se modificó de manera considerable. En este sentido, todos asistimos a largas discusiones -a menudo inútiles, por la gran carga subjetiva de las distintas posturas- acerca de cuál modelo resulta más deseable.
Dejando de lado esta controversia, que establece distancias entre generaciones que encuentran difícil ponerse de acuerdo, existe un hecho innegable, y es que la cuestión del amor romántico ocupa un lugar relevante en la vida de los seres humanos casi desde siempre. De esto podemos dar fe los psicólogos, dado que un altísimo porcentaje de los consultantes solicitan nuestra ayuda profesional motivados por dificultades y sufrimientos "amorosos".
De hecho, no sólo en el espacio psicoterapéutico puede advertirse el protagonismo del amor en la vida humana: el debate filosófico, las investigaciones científicas, las producciones del arte, el cine y la literatura, indican cuán profundo nos atraviesa este asunto.
Pero volviendo al sufrimiento amoroso del que somos con frecuencia testigos los psicólogos, podría decirse que gran parte del problema radica en que tenemos muy arraigada una creencia errónea, y es que las palabras "te amo", encierran el mismo significado para todos nosotros.
Lo cierto es que la experiencia subjetiva del amor, ya sea romántico o de otro tipo, se conecta con la particular historia de cada uno de nosotros, con los modelos que tuvimos, de los cuales aprendimos qué es amar y cómo se traduce este amor en palabras, actitudes y conductas. De manera que podemos encontrarnos con muchas "calidades" de amor, abarcando una variada gama que va desde relaciones hermosas y constructivas, hasta vínculos peligrosamente destructivos.
Sin embargo, no estamos condenados a repetir historias, salvo que así lo queramos. En todo caso tenemos la libertad -acaso el deber- de rever nuestra definición de amor, y acercarnos a una concepción cada vez más sana y evolucionada.
Bien sabemos que en la actualidad, aún en sociedades tradicionales como la nuestra, el escenario se modificó de manera considerable. En este sentido, todos asistimos a largas discusiones -a menudo inútiles, por la gran carga subjetiva de las distintas posturas- acerca de cuál modelo resulta más deseable.
Dejando de lado esta controversia, que establece distancias entre generaciones que encuentran difícil ponerse de acuerdo, existe un hecho innegable, y es que la cuestión del amor romántico ocupa un lugar relevante en la vida de los seres humanos casi desde siempre. De esto podemos dar fe los psicólogos, dado que un altísimo porcentaje de los consultantes solicitan nuestra ayuda profesional motivados por dificultades y sufrimientos "amorosos".
De hecho, no sólo en el espacio psicoterapéutico puede advertirse el protagonismo del amor en la vida humana: el debate filosófico, las investigaciones científicas, las producciones del arte, el cine y la literatura, indican cuán profundo nos atraviesa este asunto.
Pero volviendo al sufrimiento amoroso del que somos con frecuencia testigos los psicólogos, podría decirse que gran parte del problema radica en que tenemos muy arraigada una creencia errónea, y es que las palabras "te amo", encierran el mismo significado para todos nosotros.
Lo cierto es que la experiencia subjetiva del amor, ya sea romántico o de otro tipo, se conecta con la particular historia de cada uno de nosotros, con los modelos que tuvimos, de los cuales aprendimos qué es amar y cómo se traduce este amor en palabras, actitudes y conductas. De manera que podemos encontrarnos con muchas "calidades" de amor, abarcando una variada gama que va desde relaciones hermosas y constructivas, hasta vínculos peligrosamente destructivos.
Sin embargo, no estamos condenados a repetir historias, salvo que así lo queramos. En todo caso tenemos la libertad -acaso el deber- de rever nuestra definición de amor, y acercarnos a una concepción cada vez más sana y evolucionada.
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