Mucho después de la guerra con los esquimales

Mucho después de la guerra con los esquimales

Por Luis Mey -Para LA GACETA - BUENOS AIRES

07 Febrero 2010
"No sigas el camino de tus maestros; busca lo que ellos buscaron". Lo había escrito Basho y lo había comprendido. Lo cierto es que leía poco y escribía muy mal para tener veinte años. No era una cuestión de estilo: era malo con la puntuación y las tildes. Pero le ponía corazón. Estaba en una búsqueda confusa. Con corazón, entendí, no alcanzaba. Pero servía. Así que apareció esa novia que tenía y me dijo "leé esto". Se reía de mí. Yo era bruto y sigo siéndolo. Pero ella era avara, así que se rió de mí durante el año que necesitó para encontrar un ejemplar usado de El guardián entre el centeno. Yo me sentía solo y hacía cualquier cosa con tal de tener una novia. Ella lo había leído en una escuela buena y yo no. Pero tuve que darle la razón absoluta -la verdad de todo en nuestra relación, gracias a Salinger- y otorgarle todos los créditos de por vida una vez que, además, me consiguió los Nueve cuentos. Yo mismo había escrito tres novelas para entonces y entendí que, después de esas lecturas, o las tiraba o las guardaba del mismo modo que los boletos capicúa y los pedazos de muñecos He-man de los ochenta: por nostálgico y sucio. No servían para nada. Ni esas novelas ni todos mis cuentos. Pero había que volver a empezar porque había alguien que no salía de su casa y que marcaba el horizonte de todos los escritores.
Pasó la novia, pasaron los trabajos, pasaron las lecturas y otras novelas y me hallé secuestrado por la voz de Holden Caulfield. El tono narrativo por excelencia, pensaba. Me llevó veinte años llegar a él y varios años sacar, con todo el dolor del mundo, la voz de Holden de mi oído, detrás de mí, quitándome el mate o el café durante la noche y la escritura.
Acepté que no había un solo escritor en esta tierra de langostas que no hubiera caído en las redes de Salinger por, al menos, un par de temporadas. Escribir igual a él se transformó, para siempre, en una necesidad instructiva. Caer en él para no escribir como él. Dejar de escribir como él era la prueba. Releerlo más que leerlo, también. Todo lo que se puede saber de él está en la red de redes. Que nació aquí y murió allá y que participó en Normandía. Yo sé esto. Yo sé que envió a todo escritor a buscar lo que él mismo buscó. Quedan sus textos, nunca pocos: suficientes. Aparecerán cosas de su persona y de su trabajo.
Yo creo que nos dejó una pregunta: conocemos el sonido de dos palmas, pero ¿cuál es el sonido de una sola?
Quizá quiso decirnos que lo sabremos mucho después de la guerra con los esquimales.

© LA GACETA

Luis Mey - Escritor y librero. Su última novela es Los abandonados (Factótum, 2009).

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