Haití es un país al que la naturaleza le ha roto la espalda, define Jon Lee Anderson

Haití es un país al que la naturaleza le ha roto la espalda, define Jon Lee Anderson

En Colombia, LA GACETA entrevistó al periodista de la revista "The New Yorker", especializado en cuestiones latinoamericanas.

CON LA GACETA. Jon Lee Anderson admitió que vio cosas en Puerto Príncipe que no se atrevió e escribir, porque rozaban la dignidad humana. LA GACETA / MIGUEL VELARDEZ CON LA GACETA. Jon Lee Anderson admitió que vio cosas en Puerto Príncipe que no se atrevió e escribir, porque rozaban la dignidad humana. LA GACETA / MIGUEL VELARDEZ
CARTAGENA DE INDIAS, Colombia.- El 13 de enero, al levantarse, comenzó a ver las noticias que llegaban desde Haití sobre el terremoto. De inmediato, envió un e-mail a su editor del prestigioso "The New Yorker" en el que decía: "creo que debemos cubrirlo y yo me apunto". Al final del día se aprobó su viaje y a la madrugada del 14 ya estaba rumbo a Puerto Príncipe, la devastada capital haitiana. Jon Lee Anderson es un periodista estadounidense especializado en temas latinoamericanos. Entre sus trabajos se incluyen la cobertura de conflictos bélicos en Medio Oriente y en Centroamérica. Ha visto muertes, horror y caos. Sin embargo, en Haití, el destino le deparó una sorpresa que lo dejó perplejo. Desde ayer está en Cartagena de Indias como invitado de lujo al "Hay Festival 2010". Para llegar a tiempo al encuentro de escritores, Anderson tuvo que viajar en auto de Haití a Santo Domingo (República Dominicana), luego tomó un vuelo que lo trajo a la ciudad amurallada. Después de dormir unas horas, ya más relajado, el autor del libro "Che, una vida revolucionaria", conversó con LA GACETA sobre sus vivencias en Haití, al que definió como un país al que la naturaleza le ha roto la espalda.

- Después de esta última catástrofe, ¿cree que Haití pueda resurgir o ha visto una sociedad aplastada?

- Espero que pueda levantarse, pero va a requerir ayuda de toda la comunidad internacional. Y sobre todo de Estados Unidos, que es el país más potente del hemisferio y que tiene vínculos con Haití en el sentido de que es el destino de preferencia de todos los haitianos pobres que buscan una vida mejor. Hasta Clinton es el emisario especial de las Naciones Unidas para Haití. Es el país más pobre del hemisferio; así que requiere una atención especial. Yo tengo recelos respecto del futuro, y no hay nada en la historia que me dé señales de buenos augurios; por eso mismo requiere una decisión y una acción especial para atenderlo; para realmente cambiar las pautas, porque si no va a seguir adelante tal como ha ido hasta ahora y quizás peor.

- ¿Es una obligación moral la ayuda extranjera?

- Haití es importante, porque es nuestro fusible, el de todos, que es lo que pasa cuando una sociedad sucumbe a sus injusticias y fragilidades. Todos tenemos aspectos de Haití en nuestras sociedades. La pobreza, la injusticia social, la fuga de dinero y de intelectuales, y ha sido un país golpeado. Es como la tormenta perfecta de todos esos lastres. Todo y hasta la naturaleza, finalmente, le han roto la espalda. Tenemos que ayudar a ese país a levantarse de la cama.

- Usted tiene experiencia en guerras, ha visto muchas cosas en Afganistán. ¿Vio algo en Haití que lo lleve a decir "esto no se puede contar y quizás ni siquiera fotografiar, porque roza la dignidad humana"?

- Fíjate que sí. Encontré una pareja que estaba muerta en el acto de hacer el amor. Y estaban expuestos a la luz pública, literalmente aplastados uno encima del otro en la esquina de un hotel de momento (albergue transitorio). Expuestos totalmente. Eso no lo he escrito. O sea era un momento privado… aparte de comentarlo… no sé... es curioso. Yo me di cuenta de que estaba viendo… por más que estaban muertos, estaba viendo a dos personas en su intimidad, no era para mí mirar más que eso. Hay que saber cuál es el límite de uno.

- Una vez le ocurrió en Latinoamérica que una nena le pidió que la llevara con usted, que la adoptara como su hija. ¿Ese tipo de cosas ocurrieron en Haití? Se habló de robo de niños.

- Ah sí. Mira… no me consta, aunque sé que hay mucho de eso en Haití. Más bien me ocurrió recientemente en Guinea, en Africa. Es más, la primera llamada que recibí en mi celular en Haití, que por cierto funcionó (el teléfono), fue de un chico de Guinea que decidió que yo debía ser su papá adoptivo y me llama y me manda correos. Se llama Simón y tiene 12 años… (hizo un breve silencio, levantó la mirada y suspiró)… quiere ser periodista. Pero mira hay de todo, hay mucho.

- Usted tenía pensado ir a Afganistán a preparar la primera pieza de este año, pero sorpresivamente giró hacia Haití a causa de esta tragedia…

- Sí. Al despertarme el día 13 (de enero) entendí que esto era muy gordo, muy gordo. Intuía que iba más allá de un desastre normal. No soy un… no corro detrás de las ambulancias ni soy alguien que va a todas las catástrofes, pero lo de Haití me inspiró.

- El tiempo le dio la razón. Esa fue una decisión acertada.

-Sí, porque, claro, la primera noticia era que el Palacio Nacional había colapsado. Cuando suceden cosas así se trata de algo muy fuerte, y yo siempre me había quedado con las ganas de ir a Haití y una sensación de negligencia por no haber ido. Durante años había planteado ir a Haití, pero nunca se había cuajado por una razón u otra. Entonces tenía una sensación de necesidad de ir a ese país desde hacía rato. Eso mismo, quizá, me impulsó a querer ir allá y ser testigo… y acompañar a la población en ese momento.

- Hablemos de literatura. Usted vino al encuentro de escritores y recientemente ha publicado "El dictador, los demonios y otras crónicas". ¿Cuál es su invitación al lector?

- Es una suma de las crónicas que hice -en un mundo perfecto habría hecho algunas más- en estos últimos decenios. Es la suma de mis crónicas y perfiles de América latina y unas cuantas de España, que un poco están ahí debido a la similitud, a la cultura afín y demás. Son los aspectos de América latina que me parecieron importantes para explorar. Entonces, más allá de los personajes, hay una exploración de lo que son síndromes de justicia social y la relación entre el poder y la sociedad. Eso es básicamente, y también un poco sobre el estado de derecho no resuelto de América latina. Esos son los matices.

- En el libro hay textos sobre Augusto Pinochet, antes de caer preso en Londres, del poder de Gabriel García Márquez, de Hugo Chávez y de Fidel Castro, entre otros. ¿Eso es un modo de entender a América latina a través de los personajes que usted ha perfilado?

- Espero que sí. Espero que sean un filtro adecuado.

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