31 Enero 2010
La magia del carnaval
Es una de las fiestas populares que ha sufrido una transformación en los últimos lustros. El juego con agua, harina, nieve y serpentina, propio de las barriadas a la hora de la siesta, ha sido desplazado por las comparsas. La celebración del Carnaval, cuya fecha central es el 14 del corriente, comenzó el viernes en Aguilares y en algunos lugares se extenderá hasta mediados de marzo. En Ranchillos, habrá también un festival.
"¡Música, fiesta, la vida es un carnaval!", cantaba Celia Cruz y al parecer su afirmación se cumple todo el año pero no en el carnaval mismo. Las épocas han cambiado y el carnaval, que hasta hace unas décadas era una celebración esperada por gente de todas las edades, ha perdido un poco de fervor frentes a otras fiestas.
"Era la celebración del desenfreno previa al recogimiento que antes se guardaba en la Cuaresma. Hoy eso no existe, todo el año hay fiesta y cada año, los carnavales son más espectaculares y más extensos, pero menos participativos para la gente común", dice el músico y compositor Luis Víctor "Pato" Gentilini.
Primorosas
"En los años 40 nuestras madres nos disfrazaban e íbamos todas primorosas a que nos sacaran fotos en LA GACETA", cuenta la actriz Rosita Avila. "Nos tirábamos agua con perfume entre dos barras del mismo barrio. Se vendían en pomos de plomo y con el papel picado y las serpentinas de papel eran un clásico", relata y recuerda que, caída la tarde, concurrían a los asaltos en lo de alguna persona amiga. "Ya más grandes íbamos a los bailes en el club Estudiantes o de la Sociedad Francesa y siempre acompañadas por una tía que no nos sacaba la vista de encima. Además estaban todos los hermanos y primos", dice riendo y acota que los barrios del centro de la ciudad competían entre sí. "No todo tiempo pasado fue mejor. En los barrios se armaban murgas con chicos que venían cantando cosas que no eran 'muy católicas' y decían cosas que no eran muy morales que digamos", memora.
Avila sostiene que para entender el clima de alegría y fiesta entorno al baile de carnaval, que se realizaban en los años 50 en los clubes de los barrios de Tucumán, hay que tener en cuenta que era una fiesta familiar. "Teníamos unos 16 años y tomábamos chinchibirra, que era una gaseosa tipo limonada. La gente joven no tomaba alcohol ya que estaba muy mal visto; sólo los grandes tomaban cerveza", añade.
Consultados por LA GACETA, muchos tucumanos viven desligados de los festejos propios del carnaval a menos que tengan una inquietud particular en el tema, entonces sí, demuestran una preparación esmerada.
La unión
Liliana Bringas participa activamente en una comparsa de Villa 9 de Julio y espera el carnaval todo el año. "Nosotros ahorramos para el carnaval y no salimos de vacaciones. Ayuda a que mi familia esté más unida, que mis hijos piensan en cosas más sanas y no busquen malas compañías", dice. Sostiene que en el centro de la ciudad no se ve el festejo del carnaval. "Una lástima porque es una alegría grupal que rompe la rutina, yo disfruto mucho hacer los trajes y bailar todas la noches sin parar".
Para Luciana Colombres, la cuestión pasa por los usos. "Está de moda ir a algún carnaval de la Quebrada de Humahuaca pero es algo puntual. Antes íbamos disfrazados al Carnaval de Raco que abría sus puertas y era muy divertido. Ahora no se disfraza nadie salvo que hagas una reunión de disfraces con amigos con la excusa que es carnaval", comenta y dice que en el caso de los chicos en edad escolar, sí tienen su fiesta de carnaval y siempre con amigos.
"Todo el mundo se casa, cumple años o festeja algo en la última parte del año. Es todo un presupuesto salir a comer afuera para despedir a una amiga que se va o para despedir el año con los compañeros del trabajo, del club, de pilates y con los grupos de amigos míos y de mi marido", dice Julia Monteros. "Con fiestas durante todo el año ni pienso en carnaval", acota.
"Era la celebración del desenfreno previa al recogimiento que antes se guardaba en la Cuaresma. Hoy eso no existe, todo el año hay fiesta y cada año, los carnavales son más espectaculares y más extensos, pero menos participativos para la gente común", dice el músico y compositor Luis Víctor "Pato" Gentilini.
Primorosas
"En los años 40 nuestras madres nos disfrazaban e íbamos todas primorosas a que nos sacaran fotos en LA GACETA", cuenta la actriz Rosita Avila. "Nos tirábamos agua con perfume entre dos barras del mismo barrio. Se vendían en pomos de plomo y con el papel picado y las serpentinas de papel eran un clásico", relata y recuerda que, caída la tarde, concurrían a los asaltos en lo de alguna persona amiga. "Ya más grandes íbamos a los bailes en el club Estudiantes o de la Sociedad Francesa y siempre acompañadas por una tía que no nos sacaba la vista de encima. Además estaban todos los hermanos y primos", dice riendo y acota que los barrios del centro de la ciudad competían entre sí. "No todo tiempo pasado fue mejor. En los barrios se armaban murgas con chicos que venían cantando cosas que no eran 'muy católicas' y decían cosas que no eran muy morales que digamos", memora.
Avila sostiene que para entender el clima de alegría y fiesta entorno al baile de carnaval, que se realizaban en los años 50 en los clubes de los barrios de Tucumán, hay que tener en cuenta que era una fiesta familiar. "Teníamos unos 16 años y tomábamos chinchibirra, que era una gaseosa tipo limonada. La gente joven no tomaba alcohol ya que estaba muy mal visto; sólo los grandes tomaban cerveza", añade.
Consultados por LA GACETA, muchos tucumanos viven desligados de los festejos propios del carnaval a menos que tengan una inquietud particular en el tema, entonces sí, demuestran una preparación esmerada.
La unión
Liliana Bringas participa activamente en una comparsa de Villa 9 de Julio y espera el carnaval todo el año. "Nosotros ahorramos para el carnaval y no salimos de vacaciones. Ayuda a que mi familia esté más unida, que mis hijos piensan en cosas más sanas y no busquen malas compañías", dice. Sostiene que en el centro de la ciudad no se ve el festejo del carnaval. "Una lástima porque es una alegría grupal que rompe la rutina, yo disfruto mucho hacer los trajes y bailar todas la noches sin parar".
Para Luciana Colombres, la cuestión pasa por los usos. "Está de moda ir a algún carnaval de la Quebrada de Humahuaca pero es algo puntual. Antes íbamos disfrazados al Carnaval de Raco que abría sus puertas y era muy divertido. Ahora no se disfraza nadie salvo que hagas una reunión de disfraces con amigos con la excusa que es carnaval", comenta y dice que en el caso de los chicos en edad escolar, sí tienen su fiesta de carnaval y siempre con amigos.
"Todo el mundo se casa, cumple años o festeja algo en la última parte del año. Es todo un presupuesto salir a comer afuera para despedir a una amiga que se va o para despedir el año con los compañeros del trabajo, del club, de pilates y con los grupos de amigos míos y de mi marido", dice Julia Monteros. "Con fiestas durante todo el año ni pienso en carnaval", acota.