BUENOS AIRES.- Es una de las canchas más fáciles de llegar: sólo basta tomarse la línea A del subte y bajar en la estación Primera Junta. La cancha de Ferro está ubicada en el corazón de Caballito, el típico barrio de clase media porteña.
Las tribunas -quedan algunas de madera, una rareza en el fútbol argentino de hoy- están tan cerca de los edificios que los balcones son una suerte de extensión de la platea. Ayer a la tarde, estaban poblados de familias enteras que, desde la comodidad de su casa, seguían al equipo que dirige Jorge Ghiso.
Uno de los departamentos, en el quinto piso, tenía una bandera con el escudo del equipo que conoció la gloria en 1982 y 1984, cuando ganó los únicos títulos de su historia de la mano de Carlos Griguol.
De otro de los inmuebles colgaba un trapo, con la leyenda: "Balcón verde", que, claro está, no se refiere a un movimiento ecologista, sino a la afición por el club del oeste de la ciudad.
Un grupo de hinchas de San Martín, por su parte, se ubicaron en una de las tribunas laterales. Detrás del arco que da al barrio de Flores, se está construyendo un nuevo edificio, de esos inmensos, que parecen monigotes de cemento de 25 pisos. Seguramente, los primeros pisos serán los más valorados: desde ahí, la ubicación para ver partidos y recitales es inmejorable. (Especial para LA GACETA)
Explicaciones
"La expulsión se produjo en una jugada común que se transformó en una segunda amarilla. A veces, en medio del partido, uno no piensa en esas cosas y después te terminás lamentando por haber visto la roja", comentó el defensor Mario Vera.
Obligaciones
"Desde que salimos de Tucumán sabíamos que este era un partido clave. Estábamos obligados a sumar y, por suerte, se dieron las cosas. Ahora con Platense, un equipo que intenta jugar bien, tenemos que ganar sí o sí", explicó Martín Andrizzi.