21 Abril 2002
VOLUMEN Y MONUMENTALIDAD. Son las características de las obras que hoy habitan los grandes museos de todo el mundo.
Bogotá.- Considerado el pintor y escultor latinoamericano más exitoso de la actualidad, el colombiano Fernando Botero cumplió 70 años de vida, de los cuales más de 50 los ha dedicado de lleno al arte.
Los "gordos" y las "gordas", que son la impronta de su obra, se exponen en los principales museos del mundo y cuestan verdaderas fortunas, a pesar de que su estilo fue subestimado por la implacable crítica neoyorkina de los años sesenta.Botero nació el 19 de abril de 1932 en el seno de una familia humilde y conservadora de la ciudad de Medellín, a la que primero prometió que sería torero (su deseo frustrado) y luego sorprendió con ínfulas de dibujante.
Sus primeros dibujos fueron como ilustrador del periódico medellinense "El Colombiano". Corría el año 1949 y el joven Botero pudo reunir algunas obras para debutar en una exposición en Bogotá junto con otros artistas.
Tras hacer su primera exposición individual en Bogotá, en 1951, decidió partir a Europa para estudiar a las celebridades de la pintura universal. Primero fue Madrid, luego Florencia y París, donde descubrió el significado de Piero della Francesca, que lo marcó de por vida.
En 1955 regresó a Colombia por un corto período en el que la crítica local fue dura con su obra, por lo que decidió partir a México para estudiar el trabajo de muralistas como Diego Rivera.
Casado con la crítica de arte Gloria Zea -de la que luego se separó- y padre de tres hijos, Botero probó suerte en Nueva York, donde llegó con unos pocos dólares. Sin embargo, sobrevivió pintando reproducciones de obras mundialmente famosas que vendía a bajo precio a los visitantes de museos.
En esa época fue objeto de nuevas críticas, pues en Nueva York pocos le perdonaban sus dibujos de hombres y mujeres, frutas y naturaleza en medio del furor por la pintura abstracta.
Aún hoy Botero recuerda, ya sin amargura, cuando la prestigiosa revista "Art News" aseguró que sus figuras eran "fetos de Mussolini procreados con una campesina idiota". La revista "Arts Magazine" calificó su obra de "monumento a la estupidez".
Pero la vida empezó a cambiar para el pintor cuando dibujó: "Homenaje a Mantegna", la primera obra que contiene los elementos característicos de volumen y monumentalidad.
Los comentarios de los críticos cambiaron radicalmente y el inicio de la década del setenta marcó el despegue de Botero, que empezó a ser llamado "maestro".Los museos más famosos del mundo empezaron a pedir sus obras, lo que de paso sirvió para que el otrora humilde ilustrador de periódico amasara una gran fortuna. Sus esculturas, que pesan entre 500 kilos y una tonelada, también han sido exhibidas en los museos más importantes. (TELAM-SNI)
Los "gordos" y las "gordas", que son la impronta de su obra, se exponen en los principales museos del mundo y cuestan verdaderas fortunas, a pesar de que su estilo fue subestimado por la implacable crítica neoyorkina de los años sesenta.Botero nació el 19 de abril de 1932 en el seno de una familia humilde y conservadora de la ciudad de Medellín, a la que primero prometió que sería torero (su deseo frustrado) y luego sorprendió con ínfulas de dibujante.
Sus primeros dibujos fueron como ilustrador del periódico medellinense "El Colombiano". Corría el año 1949 y el joven Botero pudo reunir algunas obras para debutar en una exposición en Bogotá junto con otros artistas.
Tras hacer su primera exposición individual en Bogotá, en 1951, decidió partir a Europa para estudiar a las celebridades de la pintura universal. Primero fue Madrid, luego Florencia y París, donde descubrió el significado de Piero della Francesca, que lo marcó de por vida.
En 1955 regresó a Colombia por un corto período en el que la crítica local fue dura con su obra, por lo que decidió partir a México para estudiar el trabajo de muralistas como Diego Rivera.
Casado con la crítica de arte Gloria Zea -de la que luego se separó- y padre de tres hijos, Botero probó suerte en Nueva York, donde llegó con unos pocos dólares. Sin embargo, sobrevivió pintando reproducciones de obras mundialmente famosas que vendía a bajo precio a los visitantes de museos.
En esa época fue objeto de nuevas críticas, pues en Nueva York pocos le perdonaban sus dibujos de hombres y mujeres, frutas y naturaleza en medio del furor por la pintura abstracta.
Aún hoy Botero recuerda, ya sin amargura, cuando la prestigiosa revista "Art News" aseguró que sus figuras eran "fetos de Mussolini procreados con una campesina idiota". La revista "Arts Magazine" calificó su obra de "monumento a la estupidez".
Pero la vida empezó a cambiar para el pintor cuando dibujó: "Homenaje a Mantegna", la primera obra que contiene los elementos característicos de volumen y monumentalidad.
Los comentarios de los críticos cambiaron radicalmente y el inicio de la década del setenta marcó el despegue de Botero, que empezó a ser llamado "maestro".Los museos más famosos del mundo empezaron a pedir sus obras, lo que de paso sirvió para que el otrora humilde ilustrador de periódico amasara una gran fortuna. Sus esculturas, que pesan entre 500 kilos y una tonelada, también han sido exhibidas en los museos más importantes. (TELAM-SNI)
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