27 Septiembre 2009
ENTRE EL PODER DE LA PALABRA Y LA FUERZA DEL INCONSCIENTE. Freud afirmaba que la educación se encontraba entre las "profesiones imposibles".
No encontramos en la obra de Freud ningún tratado de educación aunque sí aparecen severas críticas sobre las prácticas educativas de la época. En 1925, Freud escribe el prefacio de una obra pedagógica de Aichhorn, Juventud desamparada; y en este breve texto, casi desconocido, es posible detectar un giro importante en su pensamiento acerca del valor preventivo de una pedagogía esclarecida por el psicoanálisis.
Lo que Freud va a descubrir es que la influencia del psicoanálisis sobre la pedagogía es en verdad, muy limitada, por dos razones fundamentales. Por un lado, porque se pueden modificar métodos de enseñanza, brindar información sexual, combatir restricciones, flexibilizar las normas; y nada de esto asegura la ausencia de represiones y conflictos, menos aún promete la satisfacción. Si el sujeto desea es porque algo queda fuera de su alcance y ese algo es lo que lo motoriza, porque en realidad no se sabe qué es lo que desea. Por lo tanto, no es la educación represiva la causa de insatisfacción; al contrario, la insatisfacción es motor de la cultura.
Lo que se interpone entre la norma pedagógica y los resultados obtenidos, pertenece al registro del Inconsciente. Cuando el educador cree dirigirse al yo del niño, donde verdaderamente produce efectos, es en el Inconsciente. Del mismo modo, en toda relación pedagógica, el Inconsciente del educador pesa más que sus intenciones conscientes.
Por esto Freud afirma que la educación se encuentra entre las profesiones "imposibles", junto al psicoanálisis y al arte de gobernar. Las tres descansan sobre el poder de la palabra y las tres encuentran su límite en la fuerza del Inconsciente.
En relación con lo expuesto, puede afirmarse que el aporte principal que la pedagogía puede recibir del psicoanálisis, es poder poner límites a su acción, lo que supone una ética: poner la enseñanza bajo sospecha. Esto implica develar los distintos modos de manipulación que se ejercen desde el lugar del enseñante y no solamente con los niños.
El buen maestro
Freud alertó a los educadores contra la tentación de encarnar el Ideal o de buscar que los educandos adopten su propio ideal, a partir de la consideración del ideal como resorte de la ilusión. Una educación al servicio de la ilusión, favorece la prohibición de pensar.
Un buen maestro no se cree un Maestro: no intenta que el alumno lo admire o lo reverencie; ha renunciado a la ilusión de deslumbramiento, que es una ilusión de inmortalidad, de potencia y de gloria. Si el que enseña se instala en el lugar del Saber, no se cuestiona, no indaga, sólo afirma y asegura saber todo?
La acumulación de conocimientos no tiene que ver con la sabiduría, no implica saber alguno. Sólo se trata de una suma de información que con suerte, llega a atrapar al sujeto en una concepción del mundo, en una ideología que sólo conduce a la Verdad Absoluta.
El anhelo de encarnar el Ideal no es fácilmente reconocible para el que está en posición de enseñante; no siempre un maestro puede evitar el entrampamiento imaginario en que lo colocan sus discípulos ya que la posibilidad de correrse de la función atribuida, no es una virtud que abunda.
Como punto final, quedarán resonando las palabras de Freud, palabras que marcan un límite en la relación con aquél que está en posición de alumno: "No busquemos edificar su destino ni inculcarle nuestros ideales, ni tampoco modelarlo a nuestra imagen con el orgullo de los creadores."
© LA GACETA
María Luisa Rossi de Hernández - Psicoanalista,
vicerrectora de la Universidad Nacional de Tucumán,
ex decana de la Facultad de Psicología de la UNT.
Lo que Freud va a descubrir es que la influencia del psicoanálisis sobre la pedagogía es en verdad, muy limitada, por dos razones fundamentales. Por un lado, porque se pueden modificar métodos de enseñanza, brindar información sexual, combatir restricciones, flexibilizar las normas; y nada de esto asegura la ausencia de represiones y conflictos, menos aún promete la satisfacción. Si el sujeto desea es porque algo queda fuera de su alcance y ese algo es lo que lo motoriza, porque en realidad no se sabe qué es lo que desea. Por lo tanto, no es la educación represiva la causa de insatisfacción; al contrario, la insatisfacción es motor de la cultura.
Lo que se interpone entre la norma pedagógica y los resultados obtenidos, pertenece al registro del Inconsciente. Cuando el educador cree dirigirse al yo del niño, donde verdaderamente produce efectos, es en el Inconsciente. Del mismo modo, en toda relación pedagógica, el Inconsciente del educador pesa más que sus intenciones conscientes.
Por esto Freud afirma que la educación se encuentra entre las profesiones "imposibles", junto al psicoanálisis y al arte de gobernar. Las tres descansan sobre el poder de la palabra y las tres encuentran su límite en la fuerza del Inconsciente.
En relación con lo expuesto, puede afirmarse que el aporte principal que la pedagogía puede recibir del psicoanálisis, es poder poner límites a su acción, lo que supone una ética: poner la enseñanza bajo sospecha. Esto implica develar los distintos modos de manipulación que se ejercen desde el lugar del enseñante y no solamente con los niños.
El buen maestro
Freud alertó a los educadores contra la tentación de encarnar el Ideal o de buscar que los educandos adopten su propio ideal, a partir de la consideración del ideal como resorte de la ilusión. Una educación al servicio de la ilusión, favorece la prohibición de pensar.
Un buen maestro no se cree un Maestro: no intenta que el alumno lo admire o lo reverencie; ha renunciado a la ilusión de deslumbramiento, que es una ilusión de inmortalidad, de potencia y de gloria. Si el que enseña se instala en el lugar del Saber, no se cuestiona, no indaga, sólo afirma y asegura saber todo?
La acumulación de conocimientos no tiene que ver con la sabiduría, no implica saber alguno. Sólo se trata de una suma de información que con suerte, llega a atrapar al sujeto en una concepción del mundo, en una ideología que sólo conduce a la Verdad Absoluta.
El anhelo de encarnar el Ideal no es fácilmente reconocible para el que está en posición de enseñante; no siempre un maestro puede evitar el entrampamiento imaginario en que lo colocan sus discípulos ya que la posibilidad de correrse de la función atribuida, no es una virtud que abunda.
Como punto final, quedarán resonando las palabras de Freud, palabras que marcan un límite en la relación con aquél que está en posición de alumno: "No busquemos edificar su destino ni inculcarle nuestros ideales, ni tampoco modelarlo a nuestra imagen con el orgullo de los creadores."
© LA GACETA
María Luisa Rossi de Hernández - Psicoanalista,
vicerrectora de la Universidad Nacional de Tucumán,
ex decana de la Facultad de Psicología de la UNT.
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