25 Septiembre 2009
A PASO LENTO. La imagen de la Virgen de la Merced es saludada por los fieles durante la procesión. LA GACETA / OSVALDO RIPOLL
Fue contundente. Ante cerca de 40.000 personas, el arzobispo Luis Villalba condenó el aborto y llamó a defender la dignidad de la mujer y la vida desde su concepción. Lo hizo durante la misa en la plaza Independencia en honor a la Virgen de la Merced, cuya festividad se celebró ayer.
A lo largo de su homilía, el prelado, que estaba acompañado en el altar por el obispo de Catamarca, Luis Urbanc, defendió el rol de la mujer como madre, defensora de la vida y educadora del hogar. "Es necesario valorar a la mujer en todos los ámbitos de la vida. Con todo, hay que reconocer que, entre los dones y las tareas que le son propias, destaca de manera especial su vocación a la maternidad. De la vocación materna brota la singular relación de la mujer con la vida humana. La misión materna es también fundamento de una responsabilidad particular. La madre está puesta como protectora de la vida", resaltó Villalba.
Inmediatamente, se refirió al aborto. "Dios es el Señor de la vida. La vida es un don. El hombre no es dueño de la vida. El niño concebido, no nacido, es el ser más pobre, vulnerable e indefenso que hay que defender y tutelar. La Iglesia se siente llamada a estar al lado de la vida y defenderla en la mujer", afirmó.
El arzobispo también dijo que actualmente se difunden diversas proposiciones sobre la naturaleza de la mujer a las que calificó como reduccionistas. "Se niega su específica dimensión femenina, se la convierte en objeto de placer. Lamentablemente, algunas veces, la lucha por la emancipación de la mujer llega a la violencia y a desconcertantes exigencias, como ser el derecho al aborto, al amor libre, a la homosexualidad. La emancipación y la promoción de la mujer debe lograrse en conformidad con aquellas responsabilidades que brotan de su vocación a la maternidad y, sobre todo, no puede nunca realizarse atentando contra la vida humana en gestación", sostuvo Villalba.
En otro tramo de su homilía, el prelado exhortó a que se eliminen todas las formas de explotación a las que son sometidas las mujeres. "En nuestro tiempo, aunque teóricamente se admite la igual dignidad de la mujer y el varón, en la práctica, con frecuencia, se la desconoce. En muchos casos se da la marginación de la mujer. Un cierto machismo, todavía existente, impide la promoción femenina como parte indispensable en la construcción de la sociedad. Con salarios desiguales, muchas veces se la convierte en objeto de consumo, disfrazando su explotación bajo el pretexto de evolución de los tiempos. También se acentúa la prostitución. En el sector laboral, se comprueba el incumplimiento de las leyes que protegen a la mujer. Igualmente se debe considerar la situación de abuso que se da en las empleadas domésticas. La justicia para la mujer en el trabajo requiere que se eliminen todas las formas de explotación como mano de obra barata", subrayó.
El santuario de la familia
Por último, calificó al matrimonio, a la maternidad y a la familia como valores fundamentales. "No puede haber progresos reales a expensas de estos valores. La familia es el santuario de la vida, servidora de la vida, porque la vida es la base de todos los derechos humanos", concluyó. La procesión y la misa de ayer congregó más fieles que la del año pasado, según afirmaron desde el Arzobispado y desde la basílica de La Merced. Se calcula que la multitud que siguió a la Virgen desde la plaza Belgrano hasta la plaza Independencia y que escuchó la celebración rondó las 40.000 personas.
Durante la mañana, la imagen había sido trasladada desde La Merced hasta la capilla de las Hermanas Esclavas, momento en el que también se produjo una gran concentración de fieles.
Devoción en las calles
La marcha.- La procesión ocupó más de seis cuadras. Por delante de la Virgen marcharon las autoridades provinciales y municipales, el clero y estudiantes de distintos colegios, entre otras instituciones, ocupando unos 200 metros. Junto a la imagen iban estudiantes del Liceo Militar y los gauchos que tradicionalmente la escoltan. Por detrás, los fieles ocupaban más de tres cuadras.
Ambulantes.- Como no podía ser de otra manera, los vendedores ambulantes también concurrieron a la celebración. La mayoría ofrecía banderas, ramos y estampas con la imagen de la Virgen de la Merced. Los ramos artificiales costaban $ 3. Las banderas y las estampas, $ 1. También hubo varios comerciantes que, portando conservadoras, vendían agua y gaseosas.
Un susto.- Debido a las horas que pasó de pie, a una adolescente de las Exploradoras del colegio María Auxiliadora le bajó la presión durante la misa y tuvo que ser atendida en una ambulancia. Por suerte, la joven se recuperó rápidamente.
Perdón por los pecados.- Durante toda la misa hubo sacerdotes confesando en distintos lugares de la plaza Independencia. Fueron tantos los fieles que quisieron recibir la confesión que varios minutos después del final de la celebración, los curas todavía seguían escuchando a los pecadores.
Una despedida a todo color.- Uno de los momentos más emotivos fue cuando la Virgen regresó a la basílica de La Merced. Miles de fieles se congregaron frente a las puertas del templo y la despidieron con aplausos y con los pañuelos al aire. En ese momento, los fuegos artificiales estallaron en el cielo y llenaron de colores la noche.
A lo largo de su homilía, el prelado, que estaba acompañado en el altar por el obispo de Catamarca, Luis Urbanc, defendió el rol de la mujer como madre, defensora de la vida y educadora del hogar. "Es necesario valorar a la mujer en todos los ámbitos de la vida. Con todo, hay que reconocer que, entre los dones y las tareas que le son propias, destaca de manera especial su vocación a la maternidad. De la vocación materna brota la singular relación de la mujer con la vida humana. La misión materna es también fundamento de una responsabilidad particular. La madre está puesta como protectora de la vida", resaltó Villalba.
Inmediatamente, se refirió al aborto. "Dios es el Señor de la vida. La vida es un don. El hombre no es dueño de la vida. El niño concebido, no nacido, es el ser más pobre, vulnerable e indefenso que hay que defender y tutelar. La Iglesia se siente llamada a estar al lado de la vida y defenderla en la mujer", afirmó.
El arzobispo también dijo que actualmente se difunden diversas proposiciones sobre la naturaleza de la mujer a las que calificó como reduccionistas. "Se niega su específica dimensión femenina, se la convierte en objeto de placer. Lamentablemente, algunas veces, la lucha por la emancipación de la mujer llega a la violencia y a desconcertantes exigencias, como ser el derecho al aborto, al amor libre, a la homosexualidad. La emancipación y la promoción de la mujer debe lograrse en conformidad con aquellas responsabilidades que brotan de su vocación a la maternidad y, sobre todo, no puede nunca realizarse atentando contra la vida humana en gestación", sostuvo Villalba.
En otro tramo de su homilía, el prelado exhortó a que se eliminen todas las formas de explotación a las que son sometidas las mujeres. "En nuestro tiempo, aunque teóricamente se admite la igual dignidad de la mujer y el varón, en la práctica, con frecuencia, se la desconoce. En muchos casos se da la marginación de la mujer. Un cierto machismo, todavía existente, impide la promoción femenina como parte indispensable en la construcción de la sociedad. Con salarios desiguales, muchas veces se la convierte en objeto de consumo, disfrazando su explotación bajo el pretexto de evolución de los tiempos. También se acentúa la prostitución. En el sector laboral, se comprueba el incumplimiento de las leyes que protegen a la mujer. Igualmente se debe considerar la situación de abuso que se da en las empleadas domésticas. La justicia para la mujer en el trabajo requiere que se eliminen todas las formas de explotación como mano de obra barata", subrayó.
El santuario de la familia
Por último, calificó al matrimonio, a la maternidad y a la familia como valores fundamentales. "No puede haber progresos reales a expensas de estos valores. La familia es el santuario de la vida, servidora de la vida, porque la vida es la base de todos los derechos humanos", concluyó. La procesión y la misa de ayer congregó más fieles que la del año pasado, según afirmaron desde el Arzobispado y desde la basílica de La Merced. Se calcula que la multitud que siguió a la Virgen desde la plaza Belgrano hasta la plaza Independencia y que escuchó la celebración rondó las 40.000 personas.
Durante la mañana, la imagen había sido trasladada desde La Merced hasta la capilla de las Hermanas Esclavas, momento en el que también se produjo una gran concentración de fieles.
Devoción en las calles
La marcha.- La procesión ocupó más de seis cuadras. Por delante de la Virgen marcharon las autoridades provinciales y municipales, el clero y estudiantes de distintos colegios, entre otras instituciones, ocupando unos 200 metros. Junto a la imagen iban estudiantes del Liceo Militar y los gauchos que tradicionalmente la escoltan. Por detrás, los fieles ocupaban más de tres cuadras.
Ambulantes.- Como no podía ser de otra manera, los vendedores ambulantes también concurrieron a la celebración. La mayoría ofrecía banderas, ramos y estampas con la imagen de la Virgen de la Merced. Los ramos artificiales costaban $ 3. Las banderas y las estampas, $ 1. También hubo varios comerciantes que, portando conservadoras, vendían agua y gaseosas.
Un susto.- Debido a las horas que pasó de pie, a una adolescente de las Exploradoras del colegio María Auxiliadora le bajó la presión durante la misa y tuvo que ser atendida en una ambulancia. Por suerte, la joven se recuperó rápidamente.
Perdón por los pecados.- Durante toda la misa hubo sacerdotes confesando en distintos lugares de la plaza Independencia. Fueron tantos los fieles que quisieron recibir la confesión que varios minutos después del final de la celebración, los curas todavía seguían escuchando a los pecadores.
Una despedida a todo color.- Uno de los momentos más emotivos fue cuando la Virgen regresó a la basílica de La Merced. Miles de fieles se congregaron frente a las puertas del templo y la despidieron con aplausos y con los pañuelos al aire. En ese momento, los fuegos artificiales estallaron en el cielo y llenaron de colores la noche.