17 Septiembre 2009

Ya no había más testigos que lo incomodaran ni testimonios que pusieran en duda su condición mental. Así y todo, Pablo Antonio Amín no pudo con su genio y cuando todas las cámaras le estaban apuntando levantó su mano izquierda y el sopapo resonó en toda la sala. El golpe con la palma abierta (que se repitió segundos después) tuvo como destinatario a uno de sus abogados, Roberto Flores quien, increíblemente, continuó escuchando impasible lo que leía el secretario de la sala II de la Cámara Penal, Luis Lezana Flores.
Ayer se desarrolló la última jornada del juicio, antes de que el martes se concreten los alegatos. Durante dos horas, con un cuarto intermedio, los jueces Emilio Herrera Molina, Alberto Piedrabuena y Emilio Páez de la Torre escucharon todas las pruebas que desde el lunes de la semana pasada fueron incorporándose al debate. Entre ellas distintos informes técnicos. Cuando culminaron, los vocales levantaron la audiencia. En el medio, Herrera Molina tuvo que pedirles mesura a los fotógrafos. "No queremos que el señor Amín sufra un nuevo ataque", explicó el camarista.
Las partes, los fiscales de Cámara Marta Jerez de Rivadeneira y Daniel Marranzino, el representante de la querella, Mario Leiva Haro y los defensores, Flores y Martín Zottoli habían pedido un tiempo prudencial para preparar los alegatos, y los jueces lo concedieron. Por eso la audiencia se reanudará el martes. Se cree que ese mismo día se conocerá la sentencia, ya que habrá aproximadamente una hora para cada alegato.
Amín fue juzgado por haber matado a su esposa, María Marta Arias, en las primeras horas del 28 de octubre de 2007. La pareja había llegado el día anterior, sábado, desde Santiago del Estero para participar de un congreso de la firma Herbalife, para la cual él trabajaba. Amín había mostrado conductas erráticas luego de haber dado un discurso frente a sus compañeros de trabajo. Dejó su auto en una estación de servicios y luego hizo varios viajes en colectivo y en remise. Llegó al centro, entró a la Catedral, donde pidió que lo bendijeran y se tomó una jarra que contenía agua bendita. Posteriormente salió a la calle, se tiró arriba de varios vehículos hasta que hizo detener una camioneta y le exigió al agente que la conducía que lo detuviera. Los policías lo llevaron al Hospital Centro de Salud, donde lo atendieron y después le dieron el alta médica. Finalmente Amín regresó al hotel donde se alojaba con su esposa, frente al parque 9 de Julio y luego de cenar subió a la habitación 514. Una vez allí la estranguló con sus manos y mientras ella agonizaba, le cortó los párpados aparentemente con un bisturí (que nunca se encontró) y le arrancó los ojos. Después arrastró el cuerpo de la víctima hasta el primer piso, donde lo descubrieron los empleados del hotel, que avisaron a la Policía. La fiscala Adriana Reinoso Cuello le imputó el delito de homicidio calificado por ensañamiento.
Los especialistas
Amín estuvo un tiempo internado en el Hospital Obarrio, pero luego fue derivado al pabellón de Máxima Seguridad del penal de Villa Urquiza.
A lo largo de las siete audiencias declararon o se leyó el testimonio de 15 especialistas (una médica forense, seis psiquiatras y ocho psicólogos) que entrevistaron a Amín. La diferencia fue notoria. Solamente Eduardo Núñez Campero, director del Instituto de Criminología de la cárcel, e Italo Corrado, perito de parte de los defensores, dijeron que el acusado está loco, y que debe ser alojado en un neuropsiquiatrico. En cambio Yolanda Gordillo, Nélida Romano, María Estela Suárez, Ana Carina Cejas, Walter Rómulo Sigler, Gabriela Serrano, Silvina Neme, Lilia Rodríguez Fabio, María Inés Usandivaras, Luis Seife, María José Gandur, Angel Uslenghi y Dante Cipulli diagnosticaron que Amín no está loco. Coincidieron en que sufre un trastorno límite de la personalidad o un trastorno de personalidad antisocial o asocial, lo cual -indicaron- no significa que sea inimputable. El martes se sabrá cuál de los médicos tiene razón.
Ayer se desarrolló la última jornada del juicio, antes de que el martes se concreten los alegatos. Durante dos horas, con un cuarto intermedio, los jueces Emilio Herrera Molina, Alberto Piedrabuena y Emilio Páez de la Torre escucharon todas las pruebas que desde el lunes de la semana pasada fueron incorporándose al debate. Entre ellas distintos informes técnicos. Cuando culminaron, los vocales levantaron la audiencia. En el medio, Herrera Molina tuvo que pedirles mesura a los fotógrafos. "No queremos que el señor Amín sufra un nuevo ataque", explicó el camarista.
Las partes, los fiscales de Cámara Marta Jerez de Rivadeneira y Daniel Marranzino, el representante de la querella, Mario Leiva Haro y los defensores, Flores y Martín Zottoli habían pedido un tiempo prudencial para preparar los alegatos, y los jueces lo concedieron. Por eso la audiencia se reanudará el martes. Se cree que ese mismo día se conocerá la sentencia, ya que habrá aproximadamente una hora para cada alegato.
Amín fue juzgado por haber matado a su esposa, María Marta Arias, en las primeras horas del 28 de octubre de 2007. La pareja había llegado el día anterior, sábado, desde Santiago del Estero para participar de un congreso de la firma Herbalife, para la cual él trabajaba. Amín había mostrado conductas erráticas luego de haber dado un discurso frente a sus compañeros de trabajo. Dejó su auto en una estación de servicios y luego hizo varios viajes en colectivo y en remise. Llegó al centro, entró a la Catedral, donde pidió que lo bendijeran y se tomó una jarra que contenía agua bendita. Posteriormente salió a la calle, se tiró arriba de varios vehículos hasta que hizo detener una camioneta y le exigió al agente que la conducía que lo detuviera. Los policías lo llevaron al Hospital Centro de Salud, donde lo atendieron y después le dieron el alta médica. Finalmente Amín regresó al hotel donde se alojaba con su esposa, frente al parque 9 de Julio y luego de cenar subió a la habitación 514. Una vez allí la estranguló con sus manos y mientras ella agonizaba, le cortó los párpados aparentemente con un bisturí (que nunca se encontró) y le arrancó los ojos. Después arrastró el cuerpo de la víctima hasta el primer piso, donde lo descubrieron los empleados del hotel, que avisaron a la Policía. La fiscala Adriana Reinoso Cuello le imputó el delito de homicidio calificado por ensañamiento.
Los especialistas
Amín estuvo un tiempo internado en el Hospital Obarrio, pero luego fue derivado al pabellón de Máxima Seguridad del penal de Villa Urquiza.
A lo largo de las siete audiencias declararon o se leyó el testimonio de 15 especialistas (una médica forense, seis psiquiatras y ocho psicólogos) que entrevistaron a Amín. La diferencia fue notoria. Solamente Eduardo Núñez Campero, director del Instituto de Criminología de la cárcel, e Italo Corrado, perito de parte de los defensores, dijeron que el acusado está loco, y que debe ser alojado en un neuropsiquiatrico. En cambio Yolanda Gordillo, Nélida Romano, María Estela Suárez, Ana Carina Cejas, Walter Rómulo Sigler, Gabriela Serrano, Silvina Neme, Lilia Rodríguez Fabio, María Inés Usandivaras, Luis Seife, María José Gandur, Angel Uslenghi y Dante Cipulli diagnosticaron que Amín no está loco. Coincidieron en que sufre un trastorno límite de la personalidad o un trastorno de personalidad antisocial o asocial, lo cual -indicaron- no significa que sea inimputable. El martes se sabrá cuál de los médicos tiene razón.
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