13 Septiembre 2009
La vieja discusión del mundo de la Filosofía y la Psicología sobre qué significa ser feliz se ha llegado a plantear en términos de si existe o no la felicidad, si puede ser experimentada en forma permanente o es un estado transitorio que aparece y desaparece en correlación con la presencia o ausencia de sufrimiento. El ser humano persigue la felicidad como una meta, como un estado ideal a alcanzar y en el cual permanecer, e intenta hacerlo tanto por su cara positiva, que es la de buscar satisfacciones, como también por su cara negativa: evitar el displacer. El hecho de que las personas buscan siempre la felicidad se puede observar en las diferentes formas en que lo hacen y el precio que están dispuestas a pagar por encontrarla.
Basta con mirar la oferta de esa "dosis justa" para desterrar el sufrimiento y abrir las puertas a la felicidad que hallamos en publicidades de recetas mágicas, o en libros de autoayuda o en terapias light. Allí se realizan falsas promesas con las que se pretende borrar cualquier variación individual de lo que pueda significar para cada uno ser feliz o desdichado. Desconocen, en todo caso, que la felicidad es una cuestión ligada a la economía libidinal de cada persona y que ninguna regla vale para todos. Debemos diferenciar entre el bienestar y la felicidad. El primero remite a algo físico, produce una sensación placentera, está ligado a objetos externos que satisfacen las necesidades y puede perderse al volver a entrar en un estado de necesidad. La felicidad, en cambio, es una representación mental y por ende, es fruto de una elaboración en la que mucho tienen que ver la historia de vida de cada sujeto y su cultura.
Basta con mirar la oferta de esa "dosis justa" para desterrar el sufrimiento y abrir las puertas a la felicidad que hallamos en publicidades de recetas mágicas, o en libros de autoayuda o en terapias light. Allí se realizan falsas promesas con las que se pretende borrar cualquier variación individual de lo que pueda significar para cada uno ser feliz o desdichado. Desconocen, en todo caso, que la felicidad es una cuestión ligada a la economía libidinal de cada persona y que ninguna regla vale para todos. Debemos diferenciar entre el bienestar y la felicidad. El primero remite a algo físico, produce una sensación placentera, está ligado a objetos externos que satisfacen las necesidades y puede perderse al volver a entrar en un estado de necesidad. La felicidad, en cambio, es una representación mental y por ende, es fruto de una elaboración en la que mucho tienen que ver la historia de vida de cada sujeto y su cultura.