23 Agosto 2009
"Borges es, sin dudas, la gran figura de la literatura latinoamericana"
Entrevista a Juan Gustavo Cobo Borda. La bases norteamericanas y Uribe, el olvidado arte de leer, el boom latinoamericano, el descubrimiento de Caicedo, la medida de Borges. En su visita a la Argentina, el prestigioso escritor colombiano opinó sobre estos temas y sobre muchos más.
LA QUEJA. "Hoy los muchachos quieren compendios, sinopsis, cronologías... Es decir, todo lo contrario a lo que exige el viejo arte de leer", reniega Cobo Borda, en diálogo con LA GACETA Literaria.
Antes de entrar en el terreno literario, nos gustaría tener algunas apreciaciones suyas sobre una cuestión política. Una de las controversias de las últimas semanas, dentro de este último ámbito y en Latinoamérica, surgió del proyecto y finalmente del acuerdo sobre la instalación de tropas norteamericanas en bases militares colombianas. Otra polémica deriva de los planes reeleccionistas del presidente Alvaro Uribe ¿Qué opinión tiene al respecto?
- Como viejo liberal demócrata que soy, no me gusta demasiado pensar que nuestro poderoso vecino del Norte está en nuestro país. Tengo un saludable nacionalismo que me hace creer que la Justicia colombiana debe juzgar a los colombianos. Pienso también que la desmesura del narcotráfico requiere una colaboración amplia. Pero no creo que la presencia militar norteamericana sea imprescindible para combatirlo. Como no creo, por otra parte, que sea positivo que Uribe intente buscar un tercer mandato. He sido asesor cultural de la presidencia y eso me permitió comprobar que no hay otro puesto que desgaste y cierre tantos horizontes como la presidencia, porque ésta implica un tobogán sin fin en el que todos los días tienes un nuevo problema que anula el anterior y que, en cierto momento, impide imaginar los virajes que requiere un país. Hoy los colombianos rechazan unánimemente a la guerrilla como factor político y la circunscriben al terreno de lo criminal. Por lo tanto, el Gobierno debe pensar y resolver, hoy y en profundidad, los problemas sociales que afectan a los colombianos.
- ¿Por qué sostiene, desde el título de uno de sus últimos libros, que leer es un arte olvidado?
- Porque pienso que el arte de leer requiere una conciencia muy clara de la longitud del tiempo; porque proviene del pasado, de una tradición que puede estar perdiéndose. En el caso de Gabriel García Márquez, por ejemplo, podemos ver que todos sus libros están surcados por referencias bíblicas y clásicas, por lecturas recreadas. El arte de leer implica una suerte de minucia en la lectura, una desmesura en la que un libro lleva a otro libro, transformándose en un proceso inagotable, tan largo como la vida misma. Hoy, los muchachos quieren compendios, sinopsis, cronologías... Es decir, todo lo contrario a lo que exige el viejo arte de leer.
- En 1967, a partir de la publicación de Cien años de Soledad, García Márquez, Vargas Llosa y Fuentes se transforman en los íconos de la literatura latinoamericana. 42 años más tarde, los íconos de nuestra literatura siguen siendo los mismos tres. ¿Qué indica esa continuidad? ¿Una increíble fertilidad de estos escritores o un estancamiento generado por la ausencia de nuevas y buenas plumas?
- Quizás indica que son más tercos, más resistentes y que toman más Viagra que todos los escritores jóvenes. ¿Cómo competir contra esos mundos totales que surgen de decenas de libros muy buenos o extraordinarios? ¿Contra esos escritores que viven polemizando sobre los grandes temas de actualidad? Un factor que sí debe señalarse, en el caso de este trío, es su profesionalismo. Se dedicaron a ser escritores, creando el espacio propicio para mantener sus oficios. García Márquez le preguntó a Fuentes, a principios de los 60: "Fontacho, ¿vamos a seguir tratando de salvar al cine mexicano o vamos, de una buena vez, a escribir la gran novela americana?" Y entonces se pusieron a escribir, sin parar, durante medio siglo.
- Un escritor de culto que está generando un boom editorial es Andrés Caicedo, el joven escritor colombiano que se suicidó a sus 25 años, en 1977. Usted fue su descubridor; publicó muchos de sus artículos y su primera novela, cuyo primer ejemplar Caicedo recibió nada menos que diez días antes de morir. ¿Cómo se explica su resurgimiento?
- Me emocioné mucho hace unos días, cuando en una librería de Buenos Aires, la librera me dijo: "en la Argentina le rendimos culto a un escritor de su país que se llama Caicedo". Efectivamente publiqué sus primeros textos; entre ellos un cuento que se llama Cinesífilis y que relata la historia real de su intento frustrado de venderle un guión de cine a Roger Corman, en un viaje que hizo a Estados Unidos. Después de su fracaso se metió en un cine que pasaba películas todo el día y en el que vivía comiendo sandwichs y tomando anfetaminas para no dormirse. Ese era Caicedo, el que decía que vivir más de 25 años era una insensatez. ¿Por qué despierta tanto interés una novela, la primera, como ¡Qué viva la música!? Porque la protagonista es una muchacha que pasa de un colegio bien de Cali y de estudiar marxismo en la universidad a consumir drogas y a asumir una especie de prostitución lúcida y un rechazo total a su vida anterior. La escritura vertiginosa de Caicedo y la descripción fría de la metamorfosis de esa mujer resultan atractivas para los jóvenes. Están leyéndolo hoy porque él escribió sin pensar en García Márquez ni en la violencia política colombiana; porque hablaba de unos muchachos a los que les interesaban los Beatles, los blue jeans, las zapatillas de marca y a los que les fastidiaba todo el resto, que rechazaban la participación en una sociedad que los iba a degradar a través de trabajos mediocres y vidas insípidas. Simplemente querían mantener el grito "¡Qué viva la música!".
- Mañana se cumplen 110 años del nacimiento Borges. ¿Qué lugar cree que tiene dentro de la literatura latinoamericana?
- Puedo responder con los versos de un poema mío que se llama "El maestro": Pulcro caballero victoriano / que ríe a carcajadas / Muchas patrias tiene el mundo / Borges sólo hay uno. De las conversaciones que tuve con él, recuerdo particularmente sus carcajadas. Es, sin dudas, la gran figura de la literatura latinoamericana. También me acuerdo que, en las muchas oportunidades que estuve en la casa de García Márquez, en su velador no había una Biblia sino, invariablemente, las Obras completas, de Borges. © LA GACETA
- Como viejo liberal demócrata que soy, no me gusta demasiado pensar que nuestro poderoso vecino del Norte está en nuestro país. Tengo un saludable nacionalismo que me hace creer que la Justicia colombiana debe juzgar a los colombianos. Pienso también que la desmesura del narcotráfico requiere una colaboración amplia. Pero no creo que la presencia militar norteamericana sea imprescindible para combatirlo. Como no creo, por otra parte, que sea positivo que Uribe intente buscar un tercer mandato. He sido asesor cultural de la presidencia y eso me permitió comprobar que no hay otro puesto que desgaste y cierre tantos horizontes como la presidencia, porque ésta implica un tobogán sin fin en el que todos los días tienes un nuevo problema que anula el anterior y que, en cierto momento, impide imaginar los virajes que requiere un país. Hoy los colombianos rechazan unánimemente a la guerrilla como factor político y la circunscriben al terreno de lo criminal. Por lo tanto, el Gobierno debe pensar y resolver, hoy y en profundidad, los problemas sociales que afectan a los colombianos.
- ¿Por qué sostiene, desde el título de uno de sus últimos libros, que leer es un arte olvidado?
- Porque pienso que el arte de leer requiere una conciencia muy clara de la longitud del tiempo; porque proviene del pasado, de una tradición que puede estar perdiéndose. En el caso de Gabriel García Márquez, por ejemplo, podemos ver que todos sus libros están surcados por referencias bíblicas y clásicas, por lecturas recreadas. El arte de leer implica una suerte de minucia en la lectura, una desmesura en la que un libro lleva a otro libro, transformándose en un proceso inagotable, tan largo como la vida misma. Hoy, los muchachos quieren compendios, sinopsis, cronologías... Es decir, todo lo contrario a lo que exige el viejo arte de leer.
- En 1967, a partir de la publicación de Cien años de Soledad, García Márquez, Vargas Llosa y Fuentes se transforman en los íconos de la literatura latinoamericana. 42 años más tarde, los íconos de nuestra literatura siguen siendo los mismos tres. ¿Qué indica esa continuidad? ¿Una increíble fertilidad de estos escritores o un estancamiento generado por la ausencia de nuevas y buenas plumas?
- Quizás indica que son más tercos, más resistentes y que toman más Viagra que todos los escritores jóvenes. ¿Cómo competir contra esos mundos totales que surgen de decenas de libros muy buenos o extraordinarios? ¿Contra esos escritores que viven polemizando sobre los grandes temas de actualidad? Un factor que sí debe señalarse, en el caso de este trío, es su profesionalismo. Se dedicaron a ser escritores, creando el espacio propicio para mantener sus oficios. García Márquez le preguntó a Fuentes, a principios de los 60: "Fontacho, ¿vamos a seguir tratando de salvar al cine mexicano o vamos, de una buena vez, a escribir la gran novela americana?" Y entonces se pusieron a escribir, sin parar, durante medio siglo.
- Un escritor de culto que está generando un boom editorial es Andrés Caicedo, el joven escritor colombiano que se suicidó a sus 25 años, en 1977. Usted fue su descubridor; publicó muchos de sus artículos y su primera novela, cuyo primer ejemplar Caicedo recibió nada menos que diez días antes de morir. ¿Cómo se explica su resurgimiento?
- Me emocioné mucho hace unos días, cuando en una librería de Buenos Aires, la librera me dijo: "en la Argentina le rendimos culto a un escritor de su país que se llama Caicedo". Efectivamente publiqué sus primeros textos; entre ellos un cuento que se llama Cinesífilis y que relata la historia real de su intento frustrado de venderle un guión de cine a Roger Corman, en un viaje que hizo a Estados Unidos. Después de su fracaso se metió en un cine que pasaba películas todo el día y en el que vivía comiendo sandwichs y tomando anfetaminas para no dormirse. Ese era Caicedo, el que decía que vivir más de 25 años era una insensatez. ¿Por qué despierta tanto interés una novela, la primera, como ¡Qué viva la música!? Porque la protagonista es una muchacha que pasa de un colegio bien de Cali y de estudiar marxismo en la universidad a consumir drogas y a asumir una especie de prostitución lúcida y un rechazo total a su vida anterior. La escritura vertiginosa de Caicedo y la descripción fría de la metamorfosis de esa mujer resultan atractivas para los jóvenes. Están leyéndolo hoy porque él escribió sin pensar en García Márquez ni en la violencia política colombiana; porque hablaba de unos muchachos a los que les interesaban los Beatles, los blue jeans, las zapatillas de marca y a los que les fastidiaba todo el resto, que rechazaban la participación en una sociedad que los iba a degradar a través de trabajos mediocres y vidas insípidas. Simplemente querían mantener el grito "¡Qué viva la música!".
- Mañana se cumplen 110 años del nacimiento Borges. ¿Qué lugar cree que tiene dentro de la literatura latinoamericana?
- Puedo responder con los versos de un poema mío que se llama "El maestro": Pulcro caballero victoriano / que ríe a carcajadas / Muchas patrias tiene el mundo / Borges sólo hay uno. De las conversaciones que tuve con él, recuerdo particularmente sus carcajadas. Es, sin dudas, la gran figura de la literatura latinoamericana. También me acuerdo que, en las muchas oportunidades que estuve en la casa de García Márquez, en su velador no había una Biblia sino, invariablemente, las Obras completas, de Borges. © LA GACETA