20 Agosto 2009
Conocí a Julio a través de Mariana Ezcurra, cuando nos casamos, en 1974. Mariana, además de prima de Anita Ezcurra, esposa de Julio, había colaborado con él desgrabando ensayos realizados por jóvenes actores, material con el que construyó alguna de sus piezas teatrales. Fui descubriendo en sus cuentos, novelas y dramas, no solo personajes e historias tucumanas sino su maestría y encanto creativo. Cuando el Rector Normalizador de la UNT, Luis Salinas, en 1984, le encomienda que proyecte la Escuela de Teatro, Julio me convoca. Llevar adelante ese proyecto significó un punto de inflexión en la actividad teatral de la provincia. Instalado en Tucumán, fui atisbando lo que significaba Julio para la cultura local. Puesto en la tarea de escribir la historia del teatro, terminé de dimensionar su persona y su accionar. Teatrista antes que funcionario, dramaturgo antes que propulsor del Consejo de Difusión Cultural y del Teatro Estable, crítico y teórico teatral, promotor incansable. Exigente, irónico, bregaba por la formación de los actores y la excelencia en la producción espectacular. Logró la creación del Seminario de Teatro de la Facultad de Filosofía y Letras, en 1958. Ese hito culminó en 1984 con la creación de la Escuela de Teatro, hoy Licenciatura, en el Departamento de Teatro de la Facultad de Artes. Nos dejó, pero nos queda su pasión trasformada en obras. ¡Gracias, Julio! Hasta siempre.