16 Agosto 2009
MIRADA. Falú opina que hay una tendencia al "encierro", y que se estimula la percepción de inseguridad. LA GACETA / ARCHIVO
"Más que hablar de seguridad, hay que hablar de convivencia, atribuirles más valor a las personas que a los bienes", afirma la arquitecta Ana Falú, cuando se le pregunta si hay recetas para que las ciudades sean vivibles. La directora del programa "Fondo de Desarrollo de las Naciones Unidas para la Mujer del Brasil y Países del Cono Sur" disertará el martes, a las 19, en el Teatro Alberdi, en el marco del ciclo "Pensando Tucumán", con el que la Estación Agroindustrial "Obispo Colombres" está celebrando sus 100 años.
- La violencia en las ciudades ¿tiene que ver con la pobreza?
- En absoluto. Todos los estudios que se vienen haciendo desde hace mucho tiempo sobre este tema en América Latina indican que no hay evidencias de que la pobreza se pueda vincular con la violencia. Además, señalan que los países más pobres de la región, y a su vez las ciudades más pobres dentro de esos países, tienden a ser menos violentos.
- ¿Cómo se explica esa situación?
- Diversos estudios -del Banco Mundial del BID, entre otros- coinciden en que las ciudades han cambiado, y que esos cambios tendrían que ver con una articulación de factores, uno de los cuales es la gran desigualdad en la región. No vamos a culpabilizar a la pobreza de la creciente violencia en las ciudades del mundo, y en particular de América latina, que hoy es la región que expresa los mayores índices de criminalidad, y que es la campeona de la desigualdad, según las mediciones de Cepal con el índice de Gini. Si bien hay avances -porque este siglo, desde la posguerra de la Segunda Guerra Mundial hasta ahora, es sin duda la etapa de la humanidad de la conquista de los derechos- hay todavía una gran mayoría de latinoamericanos, en particular mujeres, que no tienen conciencia de sus derechos y que no los reclaman debidamente. Estamos en una región de "democracias frágiles, de baja intensidad": democracias que todavía no han ganado esta extensión del conocimiento de los derechos en la sociedad, y que por otro lado tienen instituciones que no generan confianza en la sociedad, como la policía, la justicia o la política.
-¿Cuáles son las claves para una urbanización en la que no haya inseguridad?
- Hay otro gran consenso sobre las transformaciones en las ciudades en el siglo XXI, y tiene que ver con los procesos globales en marcha. Esta gran crisis mundial está mostrando que las ciudades de los años 90 y de los años 2000 expresan un nuevo período de modernización, muy distinto de la modernización de los años 40, 50, que van de la mano de la producción industrial, de la sustitución de importaciones, del crecimiento. Un estudioso catalán habla hoy de la "urbanalización". Las ciudades crecen por la presión del interés del capital financiero y del mercado de bienes raíces, que entra en crisis en este momento en el mundo. La problemática de nuestras ciudades latinoamericanas no escapa ni al gran movimiento macroeconómico ni a una fuerte tendencia a la urbanización.
- ¿Es posible una urbanización sustentable?
- Esa pregunta va unida a otra pregunta, acerca de si la violencia es inherente a las ciudades y a la urbanización. En realidad, no lo es. Siempre hubo violencia, desde que el mundo es mundo, y desde la primera ciudad, Damasco. La diferencia es que aparecen nuevos fenómenos, como el tráfico de armas y de drogas, la trata de personas, que se instalan de tal modo que controlan los mercados. Parecería que la sociedad siente que esta violencia ha venido para quedarse, y que parece contradictoria con todos los otros fenómenos que ofrece esta modernidad; trabajo, cultura, educación, recreación. Ofrece todo, por eso la gente se mueve a las ciudades: en los últimos diez años, las ciudades con más de un millón de habitantes se han duplicado en América latina, y han pasado de 25 a a 50. Hay una tendencia irreversible de vida urbana; más aún, de vida en grandes aglomerados urbanos, de grandes metrópolis, de ciudades en red. En 1950 las ciudades del mundo que tenían mayor población, estaban en el mundo desarrollado. Ahora, según estudios de la ONU, a partir de 2007, por primera vez, la humanidad tiene más del 50 % de su población viviendo en ciudades. Además, por primera vez, las grandes ciudades ya no están en el mundo desarrollado, sino en el mundo en desarrollo. Hoy, el 80 % de la población de América latina está viviendo en ciudades. En ese sentido, Europa ha desarrollado políticas de incentivos, de redistribución tributaria, para que las personas no se concentren en los grandes aglomerados y sigan teniendo vida las ciudades intermedias y las pequeñas.
-¿Qué está pasando con el espacio público?
-Hay un retraimiento hacia los espacios "protegidos" y un abandono del espacio público, lo que fortalece la sensación de inseguridad. Se debilita el sentido de pertenencia colectiva. En ese punto, hablamos de las mujeres, que somos más del 50%, pero también de otros sectores discriminados, como, por ejemplo, los que tienen portación de piel oscura, de juventud o de territorialidad. Porque decir "vivo en la Bombilla" ya implica una estigmatización. Si eres joven, pobre, vives en la Bombilla y tienes piel oscura, eres sospechoso para un sector de la población. En las clases pobres hay un miedo instalado, hay secuelas que nos ha dejado el período de dictaduras, y sobre las cuales no nos damos cuenta, entre ellas la minimización del rol de la Justicia, o la pérdida del concepto de legalidad, del respeto a la norma. La sociedad deja afuera a un buen porcentaje de gente, y traza fronteras en las que están los nuevos extraños, los que afean, los que no garantizan la pureza de la vida de consumo.
-¿Cómo revertir esa situación?
- Hay estrategias concretas para las ciudades: hay que ocupar la ciudad con el conjunto de rock en la plaza de la Bombilla, con las bibliotecas abiertas hasta tarde, generando cultura, capacitación sobre los derechos de las personas, enseñando a respetar la diversidad de la sociedad humana. Y en esto también tienen su responsabilidad los medios, que muchas veces difunden la noticia sacándola de contexto, y pecando de superficialidad, contribuyendo a transmitir la percepción de sinsalida, la tendencia a decir: "no salga más al espacio público, enciérrese en un country y circule en un auto con vidrios polarizados".
- La violencia en las ciudades ¿tiene que ver con la pobreza?
- En absoluto. Todos los estudios que se vienen haciendo desde hace mucho tiempo sobre este tema en América Latina indican que no hay evidencias de que la pobreza se pueda vincular con la violencia. Además, señalan que los países más pobres de la región, y a su vez las ciudades más pobres dentro de esos países, tienden a ser menos violentos.
- ¿Cómo se explica esa situación?
- Diversos estudios -del Banco Mundial del BID, entre otros- coinciden en que las ciudades han cambiado, y que esos cambios tendrían que ver con una articulación de factores, uno de los cuales es la gran desigualdad en la región. No vamos a culpabilizar a la pobreza de la creciente violencia en las ciudades del mundo, y en particular de América latina, que hoy es la región que expresa los mayores índices de criminalidad, y que es la campeona de la desigualdad, según las mediciones de Cepal con el índice de Gini. Si bien hay avances -porque este siglo, desde la posguerra de la Segunda Guerra Mundial hasta ahora, es sin duda la etapa de la humanidad de la conquista de los derechos- hay todavía una gran mayoría de latinoamericanos, en particular mujeres, que no tienen conciencia de sus derechos y que no los reclaman debidamente. Estamos en una región de "democracias frágiles, de baja intensidad": democracias que todavía no han ganado esta extensión del conocimiento de los derechos en la sociedad, y que por otro lado tienen instituciones que no generan confianza en la sociedad, como la policía, la justicia o la política.
-¿Cuáles son las claves para una urbanización en la que no haya inseguridad?
- Hay otro gran consenso sobre las transformaciones en las ciudades en el siglo XXI, y tiene que ver con los procesos globales en marcha. Esta gran crisis mundial está mostrando que las ciudades de los años 90 y de los años 2000 expresan un nuevo período de modernización, muy distinto de la modernización de los años 40, 50, que van de la mano de la producción industrial, de la sustitución de importaciones, del crecimiento. Un estudioso catalán habla hoy de la "urbanalización". Las ciudades crecen por la presión del interés del capital financiero y del mercado de bienes raíces, que entra en crisis en este momento en el mundo. La problemática de nuestras ciudades latinoamericanas no escapa ni al gran movimiento macroeconómico ni a una fuerte tendencia a la urbanización.
- ¿Es posible una urbanización sustentable?
- Esa pregunta va unida a otra pregunta, acerca de si la violencia es inherente a las ciudades y a la urbanización. En realidad, no lo es. Siempre hubo violencia, desde que el mundo es mundo, y desde la primera ciudad, Damasco. La diferencia es que aparecen nuevos fenómenos, como el tráfico de armas y de drogas, la trata de personas, que se instalan de tal modo que controlan los mercados. Parecería que la sociedad siente que esta violencia ha venido para quedarse, y que parece contradictoria con todos los otros fenómenos que ofrece esta modernidad; trabajo, cultura, educación, recreación. Ofrece todo, por eso la gente se mueve a las ciudades: en los últimos diez años, las ciudades con más de un millón de habitantes se han duplicado en América latina, y han pasado de 25 a a 50. Hay una tendencia irreversible de vida urbana; más aún, de vida en grandes aglomerados urbanos, de grandes metrópolis, de ciudades en red. En 1950 las ciudades del mundo que tenían mayor población, estaban en el mundo desarrollado. Ahora, según estudios de la ONU, a partir de 2007, por primera vez, la humanidad tiene más del 50 % de su población viviendo en ciudades. Además, por primera vez, las grandes ciudades ya no están en el mundo desarrollado, sino en el mundo en desarrollo. Hoy, el 80 % de la población de América latina está viviendo en ciudades. En ese sentido, Europa ha desarrollado políticas de incentivos, de redistribución tributaria, para que las personas no se concentren en los grandes aglomerados y sigan teniendo vida las ciudades intermedias y las pequeñas.
-¿Qué está pasando con el espacio público?
-Hay un retraimiento hacia los espacios "protegidos" y un abandono del espacio público, lo que fortalece la sensación de inseguridad. Se debilita el sentido de pertenencia colectiva. En ese punto, hablamos de las mujeres, que somos más del 50%, pero también de otros sectores discriminados, como, por ejemplo, los que tienen portación de piel oscura, de juventud o de territorialidad. Porque decir "vivo en la Bombilla" ya implica una estigmatización. Si eres joven, pobre, vives en la Bombilla y tienes piel oscura, eres sospechoso para un sector de la población. En las clases pobres hay un miedo instalado, hay secuelas que nos ha dejado el período de dictaduras, y sobre las cuales no nos damos cuenta, entre ellas la minimización del rol de la Justicia, o la pérdida del concepto de legalidad, del respeto a la norma. La sociedad deja afuera a un buen porcentaje de gente, y traza fronteras en las que están los nuevos extraños, los que afean, los que no garantizan la pureza de la vida de consumo.
-¿Cómo revertir esa situación?
- Hay estrategias concretas para las ciudades: hay que ocupar la ciudad con el conjunto de rock en la plaza de la Bombilla, con las bibliotecas abiertas hasta tarde, generando cultura, capacitación sobre los derechos de las personas, enseñando a respetar la diversidad de la sociedad humana. Y en esto también tienen su responsabilidad los medios, que muchas veces difunden la noticia sacándola de contexto, y pecando de superficialidad, contribuyendo a transmitir la percepción de sinsalida, la tendencia a decir: "no salga más al espacio público, enciérrese en un country y circule en un auto con vidrios polarizados".
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