30 Julio 2009
María Eugenia Valentié fue una persona que honró la amistad con sus innegables dones de simpatía, lo que de manera alguna le impidió decir a todos la verdad que veía y creía. Fue una amiga fiel, en cuya alma los demás podían reflejarse con autenticidad sin temor a ser condenados por error o falta que pudieran haber cometido, al tiempo que experimentaban la suave enseñanza de una maestra que sabía cumplir con la misión de trasmitir aquello que la sabiduría le permitiera conocer y saborear en los años de meditación que le dedicara. Donó a todos los que pudieron compartir con ella sus días, las riquezas de la amistad sobrenatural fundada en la fe católica, la oración, la escucha de la palabra de Dios y la vivencia de la liturgia. La cátedra universitaria le permitió llevar a otros hacia las fuentes más exquisitas de la riqueza filosófica y junto a ellos, beber y alimentarse de las genuinas expresiones del pensamiento humano. Promovió generosamente a sus alumnos brindándoles consejo, prestando ayuda espiritual, socorriendo necesidades materiales. Acompañó a muchos en el curso de sus más penosas experiencias, dejando siempre abierta la puerta a la esperanza. Vivió la fiesta y la alegría. Para la mayor parte de sus amigos, bastaba saber que la luz de su escritorio estaba encendida para sentir alivio en la soledad. Hoy, esa luz se apagó. Hoy, muchos estamos más solos. "Génie" ya descansa de las labores y los días.
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