El chisme, esa necesidad de espiar en la vida ajena

El chisme, esa necesidad de espiar en la vida ajena

Dicen que acompaña al hombre desde sus orígenes. Algunos lo consideran una diversión, una morbosidad, una enfermedad y también un mal de la sociedad.

26 Julio 2009

"Te cuento esto, pero no se lo digás a nadie"; "¡No sabés lo que me enteré!"; "Contame, dale, nadie se va a enterar". Con alguna de estas frases -y muchas otras- comienza un chisme. Según un psicoanalista, el chisme es tan tradicional en Tucumán como comer una empanada. Y el humorista Alberto Calliera lo define como un modo de apropiación de la vida ajena. El uso del celular, del mail y del chat le pusieron más velocidad y sofisticación a la difusión de un chisme. Las comadres hablando afirmadas al marco de una puerta son una imagen lejana o sólo vista en pueblos y barrios alejados del centro.
"Mi mamá sí que es una conventillera, pero no tiene maldad", dice Carmen, hija de doña Pabla, de 84 años, quien vive en Villa Luján. "Ella vive sola y sale todos los días a hacer compras a las 9 y vuelve a las 12 porque se queda a chusmear. Muchas veces sólo trae un poco de verduras. Pero eso sí, vuelve con las últimas noticias", agrega. Según Carmen, "mi vieja conoce el ruido de los motores de los autos de varios vecinos. Sin salir de la casa me dice: ’ahí viene el auto de Juan o la camioneta de Don Rodolfo’. Se acerca a la ventana y sabe con quién va el vecino porque tiene una excelente vista: lee LA GACETA sin anteojos. Yo vivo en otro lugar, pero sé por ella lo que pasa en ese barrio". Carmen sigue mandándola "al frente" a su madre. "Juega a la escoba, al chinchón y a la lotería con las vecinas. Y ahí le dan duro a la lengua", dice entre risas.
La Real Academia Española define al chisme: una noticia, verdadera o falsa, o comentario con que generalmente se pretende indisponer a unas personas con otras, o se murmura de alguna.
En una oficina de una empresa privada trabajan cinco mujeres y dos varones. Marta (32 años) es sindicada como "la chusma más chusma". Según Matías, "quiere saber todo y se nos tira encima hasta cuando estamos hablando de algo privado. Es una enferma. Se queda nerviosa todo el día si no puede averiguar algo. Y yo la pesqué a veces diciendo cosas de nosotros por el celular o por el chat". Con él coincide Amalia. "Yo trabajo aquí hace poco. Al principio le contaba cosas personales, como la relación con mi marido, y lo que pensaba de nuestra jefa. Hasta que un día me di cuenta que ’batía’ todo porque la jefa me llamó y me reclamó cosas que sólo podía saber porque otra persona le había contado. Es una basura", remarcó.    
Un dicho anónimo señala: "Vale más caer entre las garras de los buitres que en las manos de los chismosos, porque aquellos sólo causan daño a los difuntos, y estos devoran a los vivos". Según la socióloga, psicóloga y escritora Beatriz Goldberg, el cotilleo tiene fuerza propia, se transmite velozmente y provoca mucho interés. "Descubrir la intimidad de otros despierta atención. Además, aunque sea por un momento, el chisme produce alianzas porque vuelve cómplices a quienes disfrutan compartiéndolo", señala. Goldberg dice que hay ruedas de chusmas en barrios, en oficinas, en fiestas, en negocios, en escuelas. "Nace en un grupo y se expande. Para colmo, sufre deformaciones mientras viaja de boca en boca, por lo que sus consecuencias son impensadas", asevera. La psicóloga sostiene que el chisme "nos recuerda que el vecino, el jefe y hasta la gente famosa tienen deseos y cometen equivocaciones al igual que el hombre común. De esa forma, se produce un alivio porque sentimos que todos somos iguales".
"¿Cuándo nos vemos? Te tengo que contar algo"; "Esto es algo de lo que a mí no me gusta hablar, pero...". Estas frases son comunes en el barrio San Bernardo, señala María, de 39 años. "Chabela (46) es una mujer que ’lleva y trae’ y por eso se arman los problemas; ya tuvo encontronazos conmigo y con otros vecinos. Siempre aumenta las cosas. Si alguien se casó a las apuradas, ya dice que fue porque estaba embarazada o porque los padres la corrieron de la casa. No falta mucho para que alguien le pegue una paliza", dice indignada. Y agrega que hay vecinos que "la utilizan para mandar mensajes a otros con los que no andan bien y después vienen los problemas". María también se queja de Víctor (48) porque "sabe vida, obra y milagros de la gente: quién engaña a quién; a la hora que salen y vuelven; se reúne con otros en la esquina y ’sacan el cuero’ a todo el barrio. Muchos estamos hartos de él porque es peor que una mujer conventillera", se queja.

 

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