14 Junio 2009
Hacia 1977, en una entrevista realizada por la televisión española, Cortázar declaró, asombrado, que su novela Rayuela era leída copiosamente por los jóvenes de los países latinoamericanos. En la misma entrevista dijo que adhería a la causa revolucionaria y que estaba interesado en que su literatura reflejara esa búsqueda en la política. Era evidente, por esos años, que los jóvenes entusiastas que lo leían asociaban las aventuras de la Maga a la rebeldía política y la lucha contra la burguesía.
Veinticinco años después de su muerte, Cortázar sigue siendo un autor central para la literatura argentina. Antes fue referente de aquella generación que politizó la literatura. Hoy, los lectores y escritores han modificado los modos de leer y percibir su obra.
Roberto Bolaño publicó Los detectives salvajes en 1998. La novela manifiesta una clara influencia cortazariana. Al leer los avatares de Belano, el lector detecta una vuelta de tuerca a las propuestas de Cortázar. La huella en la novela del chileno no se vincula con las investigaciones politizadas de Cortázar ni con la ingenua experimentación verbal. Bolaño toma como modelo y como contrapunto para su novela, en todo caso, el cruce entre el humor, las discusiones teóricas y las aventuras laberínticas de los personajes. El propio Bolaño ha declarado su deuda con Cortázar.
Eduardo Berti, en un ensayo reciente, escribió que “en los últimos años se ha instalado la opinión de que las novelas de Cortázar no han envejecido de forma tan digna o saludable como su obra cuentística”. Aunque Berti no comparte la idea, creo que esa opinión se ha extendido a una zona importante de la crítica y de los escritores argentinos.
Si pensamos en los lectores no especializados, la obra de Cortázar sigue motivando adhesiones fervorosas. Jóvenes y adultos frecuentan sus páginas y encuentran en su obra un motivo de felicidad. Pero al menos una parte de esos lectores entiende hoy que sus cuentos -antes que las novelas- son una entrada inmejorable a su obra. Prefieren los cuentos de Bestiario antes que las novelas Los premios o El Libro de Manuel.
Creo que la efervescencia por Rayuela ha disminuido. Sólo quedan los rayos de ese pasado fulgor.
Rayuela ya no es el único modelo de novela o de antinovela para los lectores de nuestro tiempo.
Cuando se publicó, el “Tablero de dirección” fue leído como una innovación ejemplar. Hoy esa pretendida libertad es percibida como un mero alarde o un sonoro totalitarismo.
Clásico, escribió Borges, es un libro que eligen progresivamente las sucesivas generaciones de lectores. A pesar de los vaivenes en los modos de apropiación, la obra de Cortázar pervive en la memoria de los lectores. Y sus luces y sombras laten de modo diverso en el presente de la literatura.
© LA GACETA
Fabián Soberón - Escritor y docente de la UNT. Publicó “La conferencia de Einstein” y “Vidas breves”. Fue finalista del Premio Clarín de cuento 2008.
Veinticinco años después de su muerte, Cortázar sigue siendo un autor central para la literatura argentina. Antes fue referente de aquella generación que politizó la literatura. Hoy, los lectores y escritores han modificado los modos de leer y percibir su obra.
Roberto Bolaño publicó Los detectives salvajes en 1998. La novela manifiesta una clara influencia cortazariana. Al leer los avatares de Belano, el lector detecta una vuelta de tuerca a las propuestas de Cortázar. La huella en la novela del chileno no se vincula con las investigaciones politizadas de Cortázar ni con la ingenua experimentación verbal. Bolaño toma como modelo y como contrapunto para su novela, en todo caso, el cruce entre el humor, las discusiones teóricas y las aventuras laberínticas de los personajes. El propio Bolaño ha declarado su deuda con Cortázar.
Eduardo Berti, en un ensayo reciente, escribió que “en los últimos años se ha instalado la opinión de que las novelas de Cortázar no han envejecido de forma tan digna o saludable como su obra cuentística”. Aunque Berti no comparte la idea, creo que esa opinión se ha extendido a una zona importante de la crítica y de los escritores argentinos.
Si pensamos en los lectores no especializados, la obra de Cortázar sigue motivando adhesiones fervorosas. Jóvenes y adultos frecuentan sus páginas y encuentran en su obra un motivo de felicidad. Pero al menos una parte de esos lectores entiende hoy que sus cuentos -antes que las novelas- son una entrada inmejorable a su obra. Prefieren los cuentos de Bestiario antes que las novelas Los premios o El Libro de Manuel.
Creo que la efervescencia por Rayuela ha disminuido. Sólo quedan los rayos de ese pasado fulgor.
Rayuela ya no es el único modelo de novela o de antinovela para los lectores de nuestro tiempo.
Cuando se publicó, el “Tablero de dirección” fue leído como una innovación ejemplar. Hoy esa pretendida libertad es percibida como un mero alarde o un sonoro totalitarismo.
Clásico, escribió Borges, es un libro que eligen progresivamente las sucesivas generaciones de lectores. A pesar de los vaivenes en los modos de apropiación, la obra de Cortázar pervive en la memoria de los lectores. Y sus luces y sombras laten de modo diverso en el presente de la literatura.
© LA GACETA
Fabián Soberón - Escritor y docente de la UNT. Publicó “La conferencia de Einstein” y “Vidas breves”. Fue finalista del Premio Clarín de cuento 2008.