El revuelo que armaron padres y alumnos de la escuela de Comercio “República de Panamá”, de Concepción, frente a un posible caso de gripe A pone en evidencia la interacción de dos factores determinantes: por un lado, la falta de educación sanitaria en la población y, por otro, la irresponsabilidad de difundir noticias que no se ajustan a la verdad. Si a esto se le agrega el poco conocimiento que se tiene aún sobre la nueva influenza presente en varios países del mundo, es fácil concluir que situaciones como la ocurrida en Concepción se podrían generar a diario.
Claro que hay maneras de evitar los comportamientos de histeria o psicosis colectiva. Como cualquier proceso de enseñanza-aprendizaje, la educación sanitaria sobre la comunidad debe ser sistemática y continua, algo que no se observa en la práctica. La oleada de viejas enfermedades que se creían erradicadas -como el dengue y la fiebre amarilla, entre otros males infectocontagiosos- hace varios años que se regresaron al continente, incluido nuestro país, para quedarse por un buen tiempo, según los epidemiólogos. Otros, como la tuberculosis y la leishmaniasis no se fueron nunca y la cadena de contagios no se corta. Sin embargo, no hubo campañas educativas firmes que preparen a la población para luchar contra estos males y enfrentar alguna posible epidemia sin darle lugar al pánico.
El brote de la gripe porcina en México tomó por sorpresa a todo el mundo, incluido al sistema sanitario de nuestro país. Lo halló con los brazos caídos; con una epidemia atípica y grave de dengue -con casi 18.000 casos autóctonos, de los cuales el 50% se habían concentrado en la provincia de Chaco- que avanzaba a pasos redoblados desde el norte hacia el resto del país. La población no estaba informada ni preparada como lo estuvo para la epidemia de cólera. Tampoco comenzaron a funcionar a tiempo las barreras sanitarias con la participación de todos los gobiernos provinciales, municipalidades y comunas del país. Se reaccionó tarde, cuando el vector del dengue ya había pasado las fronteras geográficas.
Este descuido -que no es privativo de un solo organismo o persona- sensibilizó a la comunidad. Al no estar preparada, educada y bien informada para actuar en una eventual epidemia, frente a lo desconocido da rienda suelta al pánico y al miedo en vez de tomar los recaudos correspondientes. Las epidemias no son un tema médico; son un tema político y de trabajo conjunto y organizado de toda la sociedad.