24 Mayo 2009
Aquellos que peinan canas y muchos de los que han sobrepasado con creces el medio siglo suelen ser adictos de aquella frase: "todo tiempo pasado fue mejor". Hay otros muchos que se ubican en un punto intermedio y sostienen que algunas cosas del pasado eran mejores y que no hay que desvalorizar lo que estos tiempos aportaron de positivo. Otro sector se inclina por la apreciación de que todo tiempo no es mejor ni peor que el anterior; tiene sus virtudes y defectos como los otros. Pero en general, se coincide que en las últimas décadas se han producido cambios importantes en la sociedad en todo sentido, en especial, en lo que a usos, costumbres y educación se refiere.
Se percibe una depreciación de los valores morales y cívicos que se refleja, por ejemplo, en la transgresión a las normas, que no es otra cosa que falta de respeto al prójimo, o en actitudes que hasta hace unos años eran impensadas. El miércoles pasado, los pasajeros del vuelo nocturno de Austral vivieron un percance que pudo llegar a ser trágico. La aeronave había despegado de Tucumán; en el momento que aterrizaba en el aeroparque Jorge Newbery, la cabina se llenó de humo a causa de un desperfecto. El jefe del Aeropuerto de Tucumán, que casualmente se encontraba en Buenos Aires informó que se había tratado de un problema técnico. Según su testimonio, la aeronave ya había aterrizado y estaba ingresando en la plataforma de estacionamiento cuando se dio el problema y se aplicó bien el plan de evacuación. El piloto indicó que, afortunadamente, los mecanismos de resguardo de los viajeros se activaron correctamente y que no hubo que lamentar víctimas.
De acuerdo con los relatos de los pasajeros, la evacuación fue caótica y las mujeres se quejaron porque cuando se activó el plan de evacuación, los hombres fueron los primeros en correr a tirarse por los toboganes de emergencia, olvidando que en esos percances la prioridad es de los niños y de las damas. Una viajera relató que un hombre la empujó para salir primero del avión, mientras otras señalaron que la tripulación debería haber desarrollado un plan de evacuación, que priorizara a los niños y mujeres. Una periodista de nuestro diario que viajaba en ese vuelo dijo que la tripulación no supo dirigir las medidas de emergencia. Una vez pasado el episodio, los viajeros cuestionaron al piloto por no haber sabido manejar la situación como correspondía.
La falta de caballerosidad en esta emergencia responde, por cierto, a que hay normas de respeto en extinción. Darle el asiento en un ómnibus a una mujer encinta o a los ancianos debería seguir siendo lo normal; sin embargo, el gesto está entrando en el terreno de la excepción por lo poco usual en la actualidad. Abrirle la puerta a una dama o dejarla pasar primero o formaban parte de una galantería que ha ido desapareciendo, tal vez por aquello de la tan mentada igualdad de los sexos. Estas acciones amables referidas a la convivencia -moral y urbanidad- se enseñaban hace mucho tiempo en el hogar y en la escuela. Esa materia desapareció y quedó sólo Instrucción Cívica en el secundario, que también pasó al olvido.
La actitud de los varones en el vuelo de Austral responde también a esa actitud instalada en la sociedad argentina del "sálvese quien pueda" que refleja un individualismo desmesurado que excluye al prójimo prácticamente en su totalidad. No es una novedad que los valores esenciales están en crisis en nuestra sociedad. Lo que debería ser una preocupación primordial de los ciudadanos y de la clase dirigente es cómo recuperarlos.
Se percibe una depreciación de los valores morales y cívicos que se refleja, por ejemplo, en la transgresión a las normas, que no es otra cosa que falta de respeto al prójimo, o en actitudes que hasta hace unos años eran impensadas. El miércoles pasado, los pasajeros del vuelo nocturno de Austral vivieron un percance que pudo llegar a ser trágico. La aeronave había despegado de Tucumán; en el momento que aterrizaba en el aeroparque Jorge Newbery, la cabina se llenó de humo a causa de un desperfecto. El jefe del Aeropuerto de Tucumán, que casualmente se encontraba en Buenos Aires informó que se había tratado de un problema técnico. Según su testimonio, la aeronave ya había aterrizado y estaba ingresando en la plataforma de estacionamiento cuando se dio el problema y se aplicó bien el plan de evacuación. El piloto indicó que, afortunadamente, los mecanismos de resguardo de los viajeros se activaron correctamente y que no hubo que lamentar víctimas.
De acuerdo con los relatos de los pasajeros, la evacuación fue caótica y las mujeres se quejaron porque cuando se activó el plan de evacuación, los hombres fueron los primeros en correr a tirarse por los toboganes de emergencia, olvidando que en esos percances la prioridad es de los niños y de las damas. Una viajera relató que un hombre la empujó para salir primero del avión, mientras otras señalaron que la tripulación debería haber desarrollado un plan de evacuación, que priorizara a los niños y mujeres. Una periodista de nuestro diario que viajaba en ese vuelo dijo que la tripulación no supo dirigir las medidas de emergencia. Una vez pasado el episodio, los viajeros cuestionaron al piloto por no haber sabido manejar la situación como correspondía.
La falta de caballerosidad en esta emergencia responde, por cierto, a que hay normas de respeto en extinción. Darle el asiento en un ómnibus a una mujer encinta o a los ancianos debería seguir siendo lo normal; sin embargo, el gesto está entrando en el terreno de la excepción por lo poco usual en la actualidad. Abrirle la puerta a una dama o dejarla pasar primero o formaban parte de una galantería que ha ido desapareciendo, tal vez por aquello de la tan mentada igualdad de los sexos. Estas acciones amables referidas a la convivencia -moral y urbanidad- se enseñaban hace mucho tiempo en el hogar y en la escuela. Esa materia desapareció y quedó sólo Instrucción Cívica en el secundario, que también pasó al olvido.
La actitud de los varones en el vuelo de Austral responde también a esa actitud instalada en la sociedad argentina del "sálvese quien pueda" que refleja un individualismo desmesurado que excluye al prójimo prácticamente en su totalidad. No es una novedad que los valores esenciales están en crisis en nuestra sociedad. Lo que debería ser una preocupación primordial de los ciudadanos y de la clase dirigente es cómo recuperarlos.