Así como el caso Verón desnudó los intrincados negocios de la trata de personas, la muerte de María Fernanda Chaila puede considerarse el punto de partida de la concientización policial y judicial en casos de violencia doméstica. Hasta que Lucas González le dio un tiro en la cabeza a su novia, nadie les daba importancia a las denuncias por maltrato que decenas de mujeres realizaban en las comisarías de la provincia. Hizo falta que una bala matara a una joven para que la gran mayoría comenzara a preocuparse por este flagelo. La relación entre González y Chaila fue conflictiva. La joven llevaba en el rostro y en el cuerpo las marcas de la violencia. Sin embargo se resistía a abandonar a su novio. Tanto ella como su madre hicieron denuncias, pero no las ratificaron. La Policía no actuó y la Justicia tomó lo sucedido como algo menor. Desde que murió Chaila, la Provincia creó una dependencia llamada Violencia Familiar, con personal especializado, donde las mujeres pueden concurrir a denunciar y a pedir consejo. Ahora los fiscales, cada vez que reciben alguna de estas denuncias, actúan en el acto. No quieren cargar sobre sus conciencias una muerte que podría haberse evitado. Como la de María Fernanda.