De alguna manera, León Gieco siempre se vio reflejado en la figura de Pete Seeger, en su actitud ante la vida y el mundo, ante la música y las personas. Durante tres noches de agosto de 1989, en el Teatro Opera de Buenos Aires, el argentino cumplió su sueño y actuó junto al que consideraba su maestro. De ese encuentro místico, quedó registrado un disco en vivo del que casi no se consiguen copias. Aquella noche hicieron a dúo, con sus guitarras apenas amplificadas (Pete fue siempre un militante del unplugged), interpretaron canciones de uno y de otro.
“El concierto fue algo totalmente diferente a un recital mío, y eso era lo bueno. Creo que fue acertado hacer compartir a Pete con personas como Leda Valladares y Sixto Palavecino. Para mí el cierre perfecto del concierto fue cuando vi que Pete recogía una flor que habían tirado al escenario y se la entregaba a Sixto. Fue muy poderoso, un tipo que vive en Nueva York y siempre estuvo contra la política norteamericana y defendió las causas justas, junto con Sixto, que es un descendiente de los quechuas. Me pareció que tenía mucho que ver”, dijo León.