Tirso de Molina, Sol, Gran Vía y Tribunal no es sólo un trayecto del metro de Madrid. Del mismo modo que Madrid, perdónenme, no es sólo una ciudad. De Ismael Serrano a Joaquín Sabina, son muchos los autores que en las últimas décadas han rendido tributo en sus letras a un lugar que para tantos gallegos, andaluces o castellanos (no todos somos gallegos, no) siempre significó la libertad, la oportunidad de una vida mejor, el “Nueva York español”.
Nadie y todos
Hoy, la ciudad de la que nadie es y todos son al mismo tiempo, la Madrid multicultural y cosmopolita, puede explicar sus historias mediante canciones. Del ya desaparecido ambiente de prostitución y travestis del Paseo de la Castellana que pintaba Javier Álvarez en “Piel de pantera” al testimonio que, hace casi dos décadas, dejó el tránsito de la emigración española a la extranjera en “Africanos en Madrid”. Y de la llegada de las tropas franquistas a la ciudad en 1939 en la sabinera y preguerracivilista “De purísima y oro” al amor declarado que le regaló Joaquín a la todavía gris Madrid de “Pongamos que hablo de…”
Y es que (ya, esto no es ninguna sorpresa) ha sido precisamente Joaquín Sabina el autor que más y mejor ha sabido retratar las calles y gentes madrileñas. Pero, sobre todo, las calles. Su historia es la historia del mejor publicista que tendrá nunca el Ayuntamiento de la ciudad y ambos lo saben. Aquel mítico sótano que hoy ya no existe, La Mandrágora (Cava Baja, 42), en la que el andaluz se (mal) ganaba la vida -junto a Javier Krahe y Alberto Pérez- animando con sus letras a un personal que acababa de salir de los años negros, escuchó por primera vez al que terminaría por convertirse, tiempo después, en el himno extraoficial de Madrid. Veinte años más tarde, y cansado de tocarla allá donde iba, el flaco de Úbeda decidió sustituirla por la excepcional “Yo me bajo en Atocha”. Sí, ese “ombligo ferroviario”, que dice una amiga, donde todos los madrileños se bajan alguna vez, y donde todos los que no pisaron nunca más Madrid se bajaron en 2004.
Madrid, también es, claro, el “Pasaba por aquí” de Luis Eduardo Aute, la “Gran Vía” de Javier Ruibal, el “Kilómetro Cero” de Ismael Serrano, la urbe donde se podía ver una de Godard en los cines Alphaville (ya sólo existen en “Ya nada es lo que era”) o el metro de “Recuerdo”, donde uno podía reencontrarse con aquel amor que hoy dice que ya no te reconoce. En fin, tristezas. Aunque sí, supongo que la primavera sabe que se la espera aquí.
¿Que por qué Madrid aparece tanto en las canciones? Pues mira, no lo sé.