El seleccionado de Tucumán está acostumbrando a su público a sufrir hasta el final. Pasó en Salta y ayer contra Rosario. Otra vez ganó con lo justo, a pesar de haber dado la impresión de ser mucho más equipo que su rival, en conjunto y en individualidades. La clave es que el elenco rosarino fue más prolijo y plasmó en la cancha el libreto que estaba preestablecido a la perfección, a pesar de los errores y las imprecisiones, que las hubo. El pack “naranja” fue demoledor en el scrum y esa diferencia física no fue bien aprovechada. El equipo mejoró en varios aspectos del juego, pero se siguen cometiendo errores en lugares claves y se continúan regalando puntos. También volvieron a aparecer los picos de desconcentraciones. Hay que tener mucho cuidado con esto, porque el próximo rival es Buenos Aires, el defensor de la corona, al que no se le puede dar ni un centímetro de ventaja. Que todos los errores cometidos en los tres partidos que jugaron sirvan para trabajar a full en la semana. El primer objetivo (la clasificación a las semifinales) se ha logrado. En la próxima instancia se encontrará con el rival más duro que le pudo haber tocado. Será una buena oprtunidad para tomarse la revancha del revés sufrido en 2008, y que aún cuesta digerir.