Susana pidió el regreso de la colimba (corra, limpie y baile)
Por Daniel Fernández - Redacción LA GACETA.
"La vuelta de la colimba sería una solución; ayudaría a sacar a los jóvenes de las calles y del paco. Además, pueden aprender". Luego de pedir la pena de muerte para los delincuentes que matan, Susana Giménez ahora piensa que el regreso del Servicio Militar Obligatorio (SMO) es la solución para erradicar la delincuencia y la droga de nuestra sociedad.
Sólo alguien a quien se le tiene que aclarar que no hallaron un dinosaurio "vivo" puede, desde esa perspectiva sobre la actualidad, creer que los militares que trabajan en un regimiento están capacitados para educar, entrenar y mejorar a un joven.
Mi padre hizo el SMO en la década del 50, cuando la sociedad sufría otros problemas. A fines de los 80 me tocó hacerlo en el ex Arsenal 601 Domingo Viejobueno, en Monte Chingolo, provincia de Buenos Aires. Ya en esa época, la inseguridad era un tema preocupante y la droga azotaba a los jóvenes bonaerenses.
En el regimiento, los que eran delincuentes, se hicieron más delincuentes; los que nunca robaron, aprendieron a robar; los que eran drogadictos, se hicieron más drogadictos; los que no conocían la droga, la conocieron. La colimba no logró encauzar a esos jóvenes desvariados. Muchos de ellos salieron con más problemas, otros perdieron un año en sus estudios y otros terminaron presos.
El año pasado publicamos en esta sección, varias historias sobre la bien llamada colimba (corra, limpie y baile). Con humor, para olvidar el sufrimiento, relatamos anécdotas sobre la droga y el alcohol.
Supuestamente, en el SMO se entrenaban para ser unos soldados; para defender a la Patria y para entrar en acción en caso de un conflicto bélico. Las prácticas de guerra sólo duraban unas cuantas semanas. Durante los siguientes meses el soldado era sometido a vejaciones, humillaciones (como arrastrase por los cardos mientras le gritaban: "arrástrese, víbora"). También, era mucamo de los oficiales y los suboficiales; tenía que hacer cientos de guardias y vivía a polenta y a guiso.
Recordando las historias que me contó mi padre, mi hermano, mis amigos y más la experiencia vivida sobre los duros castigos físicos sufridos, el crimen de Omar Carrasco, en 1994, no me sorprendió. Tarde o temprano tenía que suceder.
La muerte de este joven, puso punto final a la colimba. Si regresa el SMO la muerte de Carrasco habrá sido en vano. "El que mata tiene que morir", gritó la diva ¿También pedirá la pena de muerte para los que mataron a Carrasco cuando cumplía con la colimba?