12 Enero 2009
PARA ESPANTAR LA MALA ONDA. Velas, fluidos y aceites se usan para prevenir los influjos funestos. LA GACETA / JOSE NUNO
Martes 13, no te cases ni te embarques, ni de tu casa te apartes. El rimado consejo, pergeñado a partir de la pésima reputación que alguien le endilgó a la fecha, volverá a cobrar fuerza mañana, con el primer martes 13 del año. El tucumano Juan Ignacio Juárez lo tendrá presente.
"Todos los martes 13 uso una prenda interior al revés. Lo hago hace 30 años porque mi abuelo me lo inculcó. En su época esas creencias eran algo habitual", explica el comerciante, de 53 años, quien no tiene la menor intención de burlar la enseñanza.
Aunque Juárez asegura que no es supersticioso, reconoce que le infundieron la costumbre de ponerse el calzoncillo al revés para espantar la mufa. No obstante, él no será el único que este martes estará atento a esta conjunción en el almanaque.
A lo largo del tiempo, el martes 13 se transformó en un mito que generaba temor en la gente. Muchas personas dejaban de lado sus habituales rutinas, suspendían viajes y hasta decidían no casarse para evitar que la desgracia les cayera sobre sus hombros.
En los últimos años la tendencia cambió de manera notable. Hay quienes asisten a sus empleos como si fuera cualquier otro día, emprenden viajes y arriesgan dinero. Incluso, hasta los admiradores de Cupido aceptan contraer matrimonio desafiando cualquier suspicacia.
Según la tradición, la mala fama del 13 se relaciona con el número de comensales de la última cena. En ella, Jesús fue traicionado por uno de sus discípulos llamado Judas Iscariote. Quienes priorizan la mufa tienen otra milenaria razón: la mitología romana. Marte, de dónde deriva el nombre del día de la semana, es el Dios de la Guerra.
En algunos casos, la superstición adquirió un extremismo impensado. En los edificios norteamericanos, por ejemplo, no existe el piso 13, ni mucho menos las habitaciones con ese número. Directamente del 12 se pasa al 14, desafiando la matemática de primer grado.
Sin embargo, no hay una postura única. A diferencia de Juárez, por ejemplo, para Marcelo Escalera es su número preferido: "cuando empecé a convivir con mi pareja, no tenía nada. Eramos muy pobres. Una noche fui a una cena y sorteaban importantes premios. Me habían dado una rifa con el número 513. Salí premiado y me llevé una heladera", relata.
En definitiva, la antigua máxima popular provoca miedo o indiferencia, pero de ninguna manera pierde su vigencia. LA GACETA ©
"Todos los martes 13 uso una prenda interior al revés. Lo hago hace 30 años porque mi abuelo me lo inculcó. En su época esas creencias eran algo habitual", explica el comerciante, de 53 años, quien no tiene la menor intención de burlar la enseñanza.
Aunque Juárez asegura que no es supersticioso, reconoce que le infundieron la costumbre de ponerse el calzoncillo al revés para espantar la mufa. No obstante, él no será el único que este martes estará atento a esta conjunción en el almanaque.
A lo largo del tiempo, el martes 13 se transformó en un mito que generaba temor en la gente. Muchas personas dejaban de lado sus habituales rutinas, suspendían viajes y hasta decidían no casarse para evitar que la desgracia les cayera sobre sus hombros.
En los últimos años la tendencia cambió de manera notable. Hay quienes asisten a sus empleos como si fuera cualquier otro día, emprenden viajes y arriesgan dinero. Incluso, hasta los admiradores de Cupido aceptan contraer matrimonio desafiando cualquier suspicacia.
Según la tradición, la mala fama del 13 se relaciona con el número de comensales de la última cena. En ella, Jesús fue traicionado por uno de sus discípulos llamado Judas Iscariote. Quienes priorizan la mufa tienen otra milenaria razón: la mitología romana. Marte, de dónde deriva el nombre del día de la semana, es el Dios de la Guerra.
En algunos casos, la superstición adquirió un extremismo impensado. En los edificios norteamericanos, por ejemplo, no existe el piso 13, ni mucho menos las habitaciones con ese número. Directamente del 12 se pasa al 14, desafiando la matemática de primer grado.
Sin embargo, no hay una postura única. A diferencia de Juárez, por ejemplo, para Marcelo Escalera es su número preferido: "cuando empecé a convivir con mi pareja, no tenía nada. Eramos muy pobres. Una noche fui a una cena y sorteaban importantes premios. Me habían dado una rifa con el número 513. Salí premiado y me llevé una heladera", relata.
En definitiva, la antigua máxima popular provoca miedo o indiferencia, pero de ninguna manera pierde su vigencia. LA GACETA ©
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