Habían transcurrido 79 días desde que el “Malevo” salió de los Tribunales, en calidad de huido. Después de esa fuga cinematográfica, el Gobierno de Ramón Ortega, la Justicia, la Policía y los periodistas lo buscaron en presuntas guaridas, en provincias vecinas, en todos lados. Hasta el 4 de marzo de 1994 su paradero fue un problema para la gestión orteguista. Había quienes sugerían que estaba en trato con un prominente abogado porteño para preparar su entrega y no fue así. Ese día, temprano, una radio anticipó que lo tenían rodeado cerca de Las Termas. El lugar era Zorro Muerto, próximo a Vinará, un paraje rústico, en medio de las tuscas y el tierral, de unos pocos ranchos a la redonda, al que sólo se podía acceder por unas huellas perdidas. El “Malevo” estaba rodeado por la Policía santiagueña, herido y enfermo, con su compañera, María de los Angeles Nuñez, ya detenida. Apenas se lo veía entre los árboles, moviéndose en una especie de corral, casi siempre cuerpo a tierra. La partida tucumana que fue hasta el lugar tuvo que zanjar un problema de jurisdicción: el reo fue encontrado en otra provincia y el Gobierno provincial necesitaba recuperarse del papelón que le ocasionó la fuga. El enredo se arregló, pero fue difícil persuadir a Ferreyra para que se rinda. Cerca de la oración, luego de que su mujer y los policías le imploraran decenas de veces a los gritos que se entregara, apareció entre los arbustos, pálido, sediento, sin oponer resistencia. Su captura fue presentada como un éxito político.