Yo pensaba en el Ejército, por eso a los 11 o 12 años ya sabía mucho de la historia de los próceres de la Argentina, de los caudillos. Era como leer novelas. Otra materia en la que era sobresaliente era matemáticas.
Un policía nunca se entrega totalmente a la versión del informante.
En un tiroteo nadie puede medir ni sincronizar nada; todo es instinto, como si desapareciera la persona.
No conozco ningún delincuente común con agallas como para volver y atacar como ‘combatiente’ a los policías que lo pusieron en fuga. El delincuente huye y busca un abogado.
Toda agresión injusta produce resentimientos y de ahí a la resistencia hay un paso; ese paso lo he dado yo.
A los patoteros uno les hace entender que el policía es el brazo ejecutor de la ley, y donde talla la ley tiene que tallar el policía.
Yo no estaba en contra de las prostitutas, sino en contra de los capitalistas que se forman con la prostitución, porque ellos compran voluntades policiales, judiciales y políticas.
Yo digo que las luchas no se ganan con flores. Siempre tiene que costar algo.
Yo fui marginado porque no podía ser cómplice de una serie de situaciones, como por ejemplo, las coimas.
Mi ídolo en Argentina fue Perón. En el extranjero, en la parte democrática, Kennedy, y como militar, Franco.
Yo no me arrepiento de nada de todo lo que hice.