21 Noviembre 2008
Fue todo muy rápido y al amanecer. Ella bajó del taxi. Zapatillas blancas abotinadas, pantalón jean azul estilo "chupín", remera de vivos colores, celular en mano y el característico peinado que los identifica: una flogger. Detrás de ella bajó con bolso en mano quien parecía ser su mamá y pagó el taxi.
Dudaron en entrar, lo charlaron unos minutos. Se decidieron, en un abrir y cerrar de ojos ingresaron al edificio de la Maternidad.
Debajo de la colorida remera advertí con sorpresa una panza de al menos ocho meses de embarazo. Inmediatamente miré el angelical rostro de esa casi niña y advertí un imperceptible gesto de miedo. A su lado y tomada del brazo, quien la acompañaba iba con el ceño fruncido, preocupada.
Seguramente esta niña-mamá flogger hasta hace poco se divertía con sus amigos aprendiendo nuevos pasos de baile, intercambiaba curiosos ringstones con sus compañeras de colegio y se ilusionaba con vacaciones "gasoleras" a los Valles, en carpa, con su primer novio.
Pero una noche, esa noche, se descuidaron, justo en la del primer apasionado beso que terminó en el auto de un amigo. Ahí su vida cambió.
Esta semana me crucé en la Peatonal Muñecas con esta misma niña-mamá flogger. Otra vez con la misma compañía, la de aquella noche en la Maternidad. Pero ahora eran tres. La niña-mamá llevaba en brazos a su bebé y otra vez su mirada transmitía algo de miedo. Su vida ya es otra. ¿La habrá imaginado así?
Dudaron en entrar, lo charlaron unos minutos. Se decidieron, en un abrir y cerrar de ojos ingresaron al edificio de la Maternidad.
Debajo de la colorida remera advertí con sorpresa una panza de al menos ocho meses de embarazo. Inmediatamente miré el angelical rostro de esa casi niña y advertí un imperceptible gesto de miedo. A su lado y tomada del brazo, quien la acompañaba iba con el ceño fruncido, preocupada.
Seguramente esta niña-mamá flogger hasta hace poco se divertía con sus amigos aprendiendo nuevos pasos de baile, intercambiaba curiosos ringstones con sus compañeras de colegio y se ilusionaba con vacaciones "gasoleras" a los Valles, en carpa, con su primer novio.
Pero una noche, esa noche, se descuidaron, justo en la del primer apasionado beso que terminó en el auto de un amigo. Ahí su vida cambió.
Esta semana me crucé en la Peatonal Muñecas con esta misma niña-mamá flogger. Otra vez con la misma compañía, la de aquella noche en la Maternidad. Pero ahora eran tres. La niña-mamá llevaba en brazos a su bebé y otra vez su mirada transmitía algo de miedo. Su vida ya es otra. ¿La habrá imaginado así?