09 Octubre 2008
Shimomura, Chalfie y Tsien fueron galardonados con el Nobel de Química 2008 por el descubrimiento y el desarrollo de la proteína fluorescente verde (en inglés GFP, "green fluorescent protein"). Desde que Shimomura descubrió que brilla con un intenso color verde cuando se la ilumina con luz azul o ultravioleta, la proteína se ha convertido en una de las herramientas más importantes usadas en la ciencia contemporánea. Los procesos químicos de las células están usualmente regulados por proteínas. Si alguna de estas proteínas funciona mal, frecuentemente se produce una enfermedad. Hay decenas de miles de proteínas distintas, cada una con una función particular. Por eso es imperativo para la bioquímica y para la medicina conocer la función de las diferentes proteínas del organismo.
Un inconveniente es que estas proteínas son invisibles. Sin embargo, Chalfie tuvo la brillante idea de usar técnicas de ingeniería genética para unir la GFP a otras proteínas. La GFP actúa entonces como una marca, una etiqueta luminosa, que permite que la proteína en estudio sea visible bajo un microscopio cuando se la ilumina con luz ultravioleta. De este modo, se puede saber si una proteína está siendo producida en una célula determinada, su posición y su movimientos dentro de la célula; y estudiar su interacción con otras proteínas. Tsien, por su parte, extendió la paleta de colores más allá del verde, y, modificando químicamente la GFP, obtuvo proteínas análogas que brillan con otros colores. Esto permitió a los investigadores marcar diferentes proteínas (y células), con colores distintos y, de este modo, seguir diferentes procesos biológicos al mismo tiempo. En suma, con la ayuda de la proteína fluorescente verde, los investigadores pueden ahora observar procesos que eran previamente invisibles, como el desarrollo de células nerviosas en el cerebro, el daño de estas células durante la enfermedad de Alzheimer o cómo se crean en el páncreas de un embrión las células productoras de insulina. En cierto modo, el descubrimiento y el desarrollo de la GFP constituye un salto de una magnitud comparable a la de la invención del microscopio por Anton van Leeuwenhoek, que volvió visible un mundo insospechado para el conocimiento humano.
Un inconveniente es que estas proteínas son invisibles. Sin embargo, Chalfie tuvo la brillante idea de usar técnicas de ingeniería genética para unir la GFP a otras proteínas. La GFP actúa entonces como una marca, una etiqueta luminosa, que permite que la proteína en estudio sea visible bajo un microscopio cuando se la ilumina con luz ultravioleta. De este modo, se puede saber si una proteína está siendo producida en una célula determinada, su posición y su movimientos dentro de la célula; y estudiar su interacción con otras proteínas. Tsien, por su parte, extendió la paleta de colores más allá del verde, y, modificando químicamente la GFP, obtuvo proteínas análogas que brillan con otros colores. Esto permitió a los investigadores marcar diferentes proteínas (y células), con colores distintos y, de este modo, seguir diferentes procesos biológicos al mismo tiempo. En suma, con la ayuda de la proteína fluorescente verde, los investigadores pueden ahora observar procesos que eran previamente invisibles, como el desarrollo de células nerviosas en el cerebro, el daño de estas células durante la enfermedad de Alzheimer o cómo se crean en el páncreas de un embrión las células productoras de insulina. En cierto modo, el descubrimiento y el desarrollo de la GFP constituye un salto de una magnitud comparable a la de la invención del microscopio por Anton van Leeuwenhoek, que volvió visible un mundo insospechado para el conocimiento humano.
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