Detrás del argumento científico se esconde una ideología machista

Detrás del argumento científico se esconde una ideología machista

Punto de vista. Por Gabriela Abad - Psicoanalista.

07 Septiembre 2008
Cuando un argumento ideológico se quiere imponer como verdad indiscutible, la ciencia se encarga de legitimarlo. Antes se decía que a los hombres el cuerpo les pedía, que su sexo era más urgente. Tales argumentos -asentados en aspectos biológicos de la sexualidad masculina- dejaban de lado la responsabilidad femenina: ellas no debían provocar, no debían despertar la “fiera” porque el hombre no respondía de sus actos. Exceptuado de responsabilidad, el hombre era perdonado y hasta aplaudido por la sociedad cuando cometía “deslices”, por dar muestra de su condición de “macho”. En este contexto poco se hablaba de lo cultural, de lo ideológico, de lo mítico que tales afirmaciones ponían en escena. El permiso lo otorga la sociedad y para que tenga más fuerza se disfraza de argumento científico.
Lo que nadie dice en una sociedad patriarcal es que la infidelidad femenina pone en jaque a toda la descendencia y herencia, aun en estos tiempos del ADN. Engrillar a las mujeres con juicios científicos, religiosos y hasta legales fueron estrategias de sometimiento en una sociedad machista. “El cuerpo no les pide”, “¡Su sexualidad está destinada a la maternidad!” y, si esto no se cumple, el desliz se debe a una desviación de la dama, que es descalificada. Claro que el siglo XXI trajo nuevos vientos. Las mujeres están poniendo sobre la mesa el debate con argumentos y también con hechos. Hoy yo no afirmaría que los hombres son más infieles. El sabor de lo prohibido, un encuentro en condiciones ideales para el amor, tiempos cortos, las miserias se ocultan, hacen de la infidelidad una tentación. Hombres y mujeres están expuestos a esa grieta que se abre en el seno de la sociedad y a la que todos ven -incluso prueban-, pero de la que nadie confiesa en nombre propio ¿Por qué tanto tabú? Quizás porque muestra que la media naranja no existe, que el acople perfecto es un mito y que el amor, si no se lo trabaja y se lo alimenta, tiene fecha de vencimiento. Que las parejas transitan por crisis, y que el deseo humano muestra insospechadas facetas de las que no se quiere hablar, salvo en el diván del psicoanalista, receptor de sueños, fantasías y “locuras” que la sociedad margina de los escenarios que monta.

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