13 Agosto 2008
LUCIDEZ. El militar retirado respondió a cada una de las preguntas que le formuló el Ministerio Público Fiscal y justificó el accionar militar en Tucumán. LA GACETA/ANALIA JARAMILLO
El histórico primer juicio oral y público por violaciones a los derechos humanos durante la última dictadura militar en Tucumán está en marcha. Desde el pasado martes 5, el ex gobernador, Antonio Domingo Bussi, y el ex comandante del III Cuerpo del Ejército con asiento en Córdoba, Luciano Benjamín Menéndez, están siendo juzgados por la desaparición del ex senador Guillermo Vargas Aignasse, ocurrida en 1976. En este espacio, se reproducirán los extractos más impactantes de cada una de las audiencias, conforme transcurran las jornadas:
Declaración de Marta Cárdenas, martes 12:
"No me maten en mi casa", fue la frase que dijo, en la madrugada del 24 de marzo de 1976, Vargas Aignasse. Al recordarla, su esposa, Marta Angélica Cárdenas, se quebró en llanto. Ocurrió cuando testificó ante el Tribunal Oral en lo Criminal Federal. "Cuando volvió, Guillermito lo vio y lo abrazó; por suerte, él se despidió de su padre", añadió la mujer.
"Bussi tuvo un trato muy amable conmigo; por eso me sentí muy traicionada cuando desapareció, porque me había dicho que estaba bien y confiaba en que iba a seguir así", añadió.
Declaración de Alberto Luis Cattáneo, martes 12:
El interrogatorio al segundo de Bussi en el Gobierno militar giró alrededor de esos dos temas. En sus respuestas, Cattáneo insistió en que a principios de marzo se enteró de que había que dar cumplimiento a una orden preparatoria emanada del Comando en Jefe del Ejército a fines de febrero. En el plan se incluía la nómina de personas por detener para que no se perturbara el golpe de Estado.
"Vargas Aignasse integraba un conjunto de gente del cual el Comando en Jefe del Ejército determinó quién debía ser detenido. Había distintas categorías. El era un individuo potencialmente apto para obstaculizar el desarrollo de las acciones que teníamos previstas. Había elementos de juicio desde hacía años de un grupo de personas; no era algo nuevo, sino que venía desde antes de los 70, con el Tucumanazo, los escapes de la cárcel de Roberto Santucho, la aparición de subversión en el monte y en la ciudad. No es un producto del 24 de marzo, sino de un largo proceso que desconocía", detalló.
Interrogatorio del fiscal Alfredo Terraf a Bussi, viernes 8, audiencia inaugural:
Bussi dijo que Vargas Aignasse fue trasladado a la Jefatura de Policía y que, voluntariamente, el detenido ofreció información sobre la actividad subversiva. "Ofreció, a cambio de su libertad, una frondosa documentación delatando a sus compañeros de ruta, cosa que en principio aceptamos. Ni en esa oportunidad, ni cuando su señora lo visitó en la cárcel en vísperas de su libertad, el señor Vargas Aignasse acusaba tortura alguna. Solamente algunas señales del vendaje y de las esposas, como en totas las detenciones", afirmó.
También reconoció que de la Junta de Comandantes había recibido órdenes minuciosas de cómo debía proceder con Vargas Aignasse, a quien descalificó. "Era un perejil, un buchón, y había colaborado eficientemente en la localización de casas montoneras", dijo. Finalmente, sostuvo que existieron cientos lugares de detención en la provincia.
Declaración de Bussi, viernes 8, audiencia inaugural:
El ex gobernador interrumpió tres veces la lectura del documento que presentó ante el Tribunal, ahogado en lágrimas: en dos oportunidades, estaba refiriéndose a su salud y agradecía la atención de los médicos tucumanos; en la otra aseguraba que más de 40.000 o 50.000 personas le pidieron que continuara conduciendo la provincia en diciembre de 1977, cuando fue relevado del cargo. Habló más de 40 minutos y empezó desconociendo a los forenses de la Corte Suprema de Justicia de la Nación que lo revisaron. Remarcó que su procesamiento implica una violación de principios jurídicos universales, como el de juez natural, el de cosa juzgada y el de la prescripción.
"Es una aberración jurídica la omisión sistemática, deliberada, arbitraria e intencional del marco histórico de la guerra que tuvo lugar en Tucumán, donde se implementó una zona para la ejecución de operaciones militares para aniquilar la agresión marxista leninista de bandas de delincuentes terroristas organizadas, equipadas e instruídas militarmente e ideológicamente fanatizadas para procurar la toma del poder político por el terror y la muerte. No eran jóvenes idealistas, sino mercenarios traidores a la Patria que explotaron necesidades extremas de lugareños para convertirlos en carne de cañón", declaró.
Párrafo de la lectura de la acusación, martes 5, audiencia inaugural:
En la madrugada del 24 de marzo de 1976, aproximadamente a las 3.30, se presentaron en el domicilio sito en calle Salas y Valdez 1.079 del barrio Obispo Piedra Buena, de la ciudad de San Miguel de Tucumán, domicilio de Guillermo Claudio Vargas Aignasse, quien vivía con su familia, (esposa, cuatro hijos menores y una chica más) un grupo de personas al mando del comisario inspector mayor Sirnio, de la Policía de la Provincia de Tucumán. Ellos golpean brutalmente la puerta de ingreso de la vivienda, bajo amenaza de derribarla, preguntando si ahí vivía el senador Vargas Aignasse. La esposa de la víctima abre la puerta e ingresan personas de civil encapuchadas y fuertemente armadas. Inmediatamente se presenta Vargas Aignasse y le ordenan que se vista porque quedaba detenido. Durante todo el tiempo que duró el operativo los agresores se expresaron siempre bajo amenazas de armas de fuego y actos de extrema violencia. La chica que vivía en la casa presenció el procedimiento y la detención, fue golpeada, el cable de teléfono arrancado, y amenazaron con llevarse uno de los niños si no se apuraba en vestirse. Vargas Aignasse fue encapuchado con la funda de una almohada y retirado del lugar, ello en presencia de su esposa y de la mujer mencionada.
[...]
En la madrugada del día siguiente, Vargas Aignasse es llevado nuevamente a su casa, en busca de documentación. Estaba fuertemente custodiado por personal policial, oportunidad en la que le comunica a su esposa que estaba detenido y que "la cosa venía mal".
[...]
Después de su detención ilegal, Vargas Aignasse fue alojado clandestinamente en dependencias de la Brigada de Investigaciones de la Policía provincial. En ese lugar fue sometido a tratos crueles inhumanos, e interrogatorios bajo torturas, a fin de obtener información sobre su supuesta relación con grupos denominados subversivos.
[...]
El día 31 de marzo de 1976 la víctima fue trasladada al penal de Villa Urquiza; el traspaso se dio en calidad de detenido por orden militar en estado incomunicado.
[...]
El 1 de abril, desde el Comando de la Va. Brigada del Ejército, se comunican telefónicamente con la señora Cárdenas y le dicen que vería a su esposo. A las seis de la tarde del mismo día, una camioneta perteneciente al Ejército la recoge de su casa y la lleva al penal de Villa Urquiza. Desde el primer piso de la cárcel, a través de una ventana, pudo ver a Vargas Aignasse en el patio de la cárcel, quien caminaba solo, evidenciaba en su rostro marcas de haber estado vendado, y atadas sus muñecas. LA GACETA ©
Declaración de Marta Cárdenas, martes 12:
"No me maten en mi casa", fue la frase que dijo, en la madrugada del 24 de marzo de 1976, Vargas Aignasse. Al recordarla, su esposa, Marta Angélica Cárdenas, se quebró en llanto. Ocurrió cuando testificó ante el Tribunal Oral en lo Criminal Federal. "Cuando volvió, Guillermito lo vio y lo abrazó; por suerte, él se despidió de su padre", añadió la mujer.
"Bussi tuvo un trato muy amable conmigo; por eso me sentí muy traicionada cuando desapareció, porque me había dicho que estaba bien y confiaba en que iba a seguir así", añadió.
Declaración de Alberto Luis Cattáneo, martes 12:
El interrogatorio al segundo de Bussi en el Gobierno militar giró alrededor de esos dos temas. En sus respuestas, Cattáneo insistió en que a principios de marzo se enteró de que había que dar cumplimiento a una orden preparatoria emanada del Comando en Jefe del Ejército a fines de febrero. En el plan se incluía la nómina de personas por detener para que no se perturbara el golpe de Estado.
"Vargas Aignasse integraba un conjunto de gente del cual el Comando en Jefe del Ejército determinó quién debía ser detenido. Había distintas categorías. El era un individuo potencialmente apto para obstaculizar el desarrollo de las acciones que teníamos previstas. Había elementos de juicio desde hacía años de un grupo de personas; no era algo nuevo, sino que venía desde antes de los 70, con el Tucumanazo, los escapes de la cárcel de Roberto Santucho, la aparición de subversión en el monte y en la ciudad. No es un producto del 24 de marzo, sino de un largo proceso que desconocía", detalló.
Interrogatorio del fiscal Alfredo Terraf a Bussi, viernes 8, audiencia inaugural:
Bussi dijo que Vargas Aignasse fue trasladado a la Jefatura de Policía y que, voluntariamente, el detenido ofreció información sobre la actividad subversiva. "Ofreció, a cambio de su libertad, una frondosa documentación delatando a sus compañeros de ruta, cosa que en principio aceptamos. Ni en esa oportunidad, ni cuando su señora lo visitó en la cárcel en vísperas de su libertad, el señor Vargas Aignasse acusaba tortura alguna. Solamente algunas señales del vendaje y de las esposas, como en totas las detenciones", afirmó.
También reconoció que de la Junta de Comandantes había recibido órdenes minuciosas de cómo debía proceder con Vargas Aignasse, a quien descalificó. "Era un perejil, un buchón, y había colaborado eficientemente en la localización de casas montoneras", dijo. Finalmente, sostuvo que existieron cientos lugares de detención en la provincia.
Declaración de Bussi, viernes 8, audiencia inaugural:
El ex gobernador interrumpió tres veces la lectura del documento que presentó ante el Tribunal, ahogado en lágrimas: en dos oportunidades, estaba refiriéndose a su salud y agradecía la atención de los médicos tucumanos; en la otra aseguraba que más de 40.000 o 50.000 personas le pidieron que continuara conduciendo la provincia en diciembre de 1977, cuando fue relevado del cargo. Habló más de 40 minutos y empezó desconociendo a los forenses de la Corte Suprema de Justicia de la Nación que lo revisaron. Remarcó que su procesamiento implica una violación de principios jurídicos universales, como el de juez natural, el de cosa juzgada y el de la prescripción.
"Es una aberración jurídica la omisión sistemática, deliberada, arbitraria e intencional del marco histórico de la guerra que tuvo lugar en Tucumán, donde se implementó una zona para la ejecución de operaciones militares para aniquilar la agresión marxista leninista de bandas de delincuentes terroristas organizadas, equipadas e instruídas militarmente e ideológicamente fanatizadas para procurar la toma del poder político por el terror y la muerte. No eran jóvenes idealistas, sino mercenarios traidores a la Patria que explotaron necesidades extremas de lugareños para convertirlos en carne de cañón", declaró.
Párrafo de la lectura de la acusación, martes 5, audiencia inaugural:
En la madrugada del 24 de marzo de 1976, aproximadamente a las 3.30, se presentaron en el domicilio sito en calle Salas y Valdez 1.079 del barrio Obispo Piedra Buena, de la ciudad de San Miguel de Tucumán, domicilio de Guillermo Claudio Vargas Aignasse, quien vivía con su familia, (esposa, cuatro hijos menores y una chica más) un grupo de personas al mando del comisario inspector mayor Sirnio, de la Policía de la Provincia de Tucumán. Ellos golpean brutalmente la puerta de ingreso de la vivienda, bajo amenaza de derribarla, preguntando si ahí vivía el senador Vargas Aignasse. La esposa de la víctima abre la puerta e ingresan personas de civil encapuchadas y fuertemente armadas. Inmediatamente se presenta Vargas Aignasse y le ordenan que se vista porque quedaba detenido. Durante todo el tiempo que duró el operativo los agresores se expresaron siempre bajo amenazas de armas de fuego y actos de extrema violencia. La chica que vivía en la casa presenció el procedimiento y la detención, fue golpeada, el cable de teléfono arrancado, y amenazaron con llevarse uno de los niños si no se apuraba en vestirse. Vargas Aignasse fue encapuchado con la funda de una almohada y retirado del lugar, ello en presencia de su esposa y de la mujer mencionada.
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En la madrugada del día siguiente, Vargas Aignasse es llevado nuevamente a su casa, en busca de documentación. Estaba fuertemente custodiado por personal policial, oportunidad en la que le comunica a su esposa que estaba detenido y que "la cosa venía mal".
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Después de su detención ilegal, Vargas Aignasse fue alojado clandestinamente en dependencias de la Brigada de Investigaciones de la Policía provincial. En ese lugar fue sometido a tratos crueles inhumanos, e interrogatorios bajo torturas, a fin de obtener información sobre su supuesta relación con grupos denominados subversivos.
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El día 31 de marzo de 1976 la víctima fue trasladada al penal de Villa Urquiza; el traspaso se dio en calidad de detenido por orden militar en estado incomunicado.
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El 1 de abril, desde el Comando de la Va. Brigada del Ejército, se comunican telefónicamente con la señora Cárdenas y le dicen que vería a su esposo. A las seis de la tarde del mismo día, una camioneta perteneciente al Ejército la recoge de su casa y la lleva al penal de Villa Urquiza. Desde el primer piso de la cárcel, a través de una ventana, pudo ver a Vargas Aignasse en el patio de la cárcel, quien caminaba solo, evidenciaba en su rostro marcas de haber estado vendado, y atadas sus muñecas. LA GACETA ©
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