09 Agosto 2008
Tucumán se debía un debate profundo sobre una historia que lo pone rojo de sangre y de vergüenza. Bussi fue la tabla divisoria de una sociedad aturdida por el miedo y por la violencia cuando el Estado abusaba de sus derechos. Luego, cuando los votos le volvieron a dar poder, por la impericia de la dirigencia política, para un lado quedaban los que no podían entender ese legado y para el otro los que aplaudían la reivindicación. Una línea imaginaria e ideológica los separaba.
La Justicia, lenta como una tortuga y arrugada como un pergamino al que los poderes de turno hicieron un bollito, pero perseverante y porfiada, ha unido a todos en un recinto. Ayer estaban los hijos de alguien al que acusan de asesino y los de la víctima.
En Tucumán había miedo de hablar y de escuchar; lo que es peor, Bussi fue el gobernador que tenía una palabra como militar y otra como político. Ayer quedó claro que llora cuando habla de sí mismo, pero se pone el uniforme de fajina para justificar lo injustificable. No le tembló el pulso para mover el micrófono y tuvo la agilidad de un mozalbete para hablar y para contestar preguntas. Por primera vez habló de acción militar, y lo hizo con voz sana y grave. Seguramente, no sorprendió a propios, pero sí a extraños. Hasta el fiscal Alfredo Terraf sintió el impacto al descubrir tanta lucidez camuflada.
Mientras se retuerce en el dolor, la sociedad piensa y revive su pasado, algo que nunca pudo hacer en voz alta.
La Justicia, lenta como una tortuga y arrugada como un pergamino al que los poderes de turno hicieron un bollito, pero perseverante y porfiada, ha unido a todos en un recinto. Ayer estaban los hijos de alguien al que acusan de asesino y los de la víctima.
En Tucumán había miedo de hablar y de escuchar; lo que es peor, Bussi fue el gobernador que tenía una palabra como militar y otra como político. Ayer quedó claro que llora cuando habla de sí mismo, pero se pone el uniforme de fajina para justificar lo injustificable. No le tembló el pulso para mover el micrófono y tuvo la agilidad de un mozalbete para hablar y para contestar preguntas. Por primera vez habló de acción militar, y lo hizo con voz sana y grave. Seguramente, no sorprendió a propios, pero sí a extraños. Hasta el fiscal Alfredo Terraf sintió el impacto al descubrir tanta lucidez camuflada.
Mientras se retuerce en el dolor, la sociedad piensa y revive su pasado, algo que nunca pudo hacer en voz alta.