06 Agosto 2008
Dolor, violencia, miedo, muerte, infancia, mamá, papá, hijos, nietos.
Sentimientos y vivencias muy fuertes penetraron ayer en la sala de audiencias de Crisóstomo Alvarez y Chacabuco. Desde allí todo el país revivió el infierno. Capuchas, secuestros, torturas, subversivos, zurdos, ERP, Montoneros.
Cada una de esas palabras encierran sensaciones, vidas, historias que se revivieron a toda velocidad en apenas unas horas de un juicio más desgastado que los acusados.
Hay broncas contenidas que se soltaron en gritos y en patadas.
La Justicia remolona y dependiente al final tomó la decisión de juzgar. Llega tarde. Luciano Benjamín Menéndez se mantiene estoico, imperturbable; a su lado, Antonio Domingo Bussi hace esfuerzos para respirar. No son ni la sombra de lo que fueron. El paso del tiempo ya dio su sentencia.
En la puerta hay generaciones que conocen la historia por los libros o por lo que les contaron. En la sala también se ven rostros que recrean lo que pasó revisando más las anécdotas que lo vivido. Por eso es tarde. Muchos protagonistas lo miran por TV, tal vez por miedo, tal vez por vergüenza o, simplemente, porque, la desilusión los volvió incrédulos.
Hay jueces, abogados, políticos, hijos y madres que pusieron la cara y que sufrieron cuando en los 80 recibieron las burlas porque los intentos de hacer un juicio recibieron la orden de no tocar las causas militares, salvo a las Juntas, o porque después Obediencia Debida y Punto Final lo demoraron todo.
Por eso hoy es dificultoso entender y armar el rompecabezas, creer y confiar. Al mediodía muchos dudaban de que Bussi estuviera imposibilitado de escuchar la acusación. Se duda. Hasta hablan de los dotes histriónicos del octogenario ¿Es una chicana, algo tan propio de la política? Cada argentino, tiene su respuesta.
Cuando la Justicia se demora, la vida atrasa, la impunidad se regodea, el ciudadano no crece y el país se enloquece como si hubiera perdido el juicio.
Sentimientos y vivencias muy fuertes penetraron ayer en la sala de audiencias de Crisóstomo Alvarez y Chacabuco. Desde allí todo el país revivió el infierno. Capuchas, secuestros, torturas, subversivos, zurdos, ERP, Montoneros.
Cada una de esas palabras encierran sensaciones, vidas, historias que se revivieron a toda velocidad en apenas unas horas de un juicio más desgastado que los acusados.
Hay broncas contenidas que se soltaron en gritos y en patadas.
La Justicia remolona y dependiente al final tomó la decisión de juzgar. Llega tarde. Luciano Benjamín Menéndez se mantiene estoico, imperturbable; a su lado, Antonio Domingo Bussi hace esfuerzos para respirar. No son ni la sombra de lo que fueron. El paso del tiempo ya dio su sentencia.
En la puerta hay generaciones que conocen la historia por los libros o por lo que les contaron. En la sala también se ven rostros que recrean lo que pasó revisando más las anécdotas que lo vivido. Por eso es tarde. Muchos protagonistas lo miran por TV, tal vez por miedo, tal vez por vergüenza o, simplemente, porque, la desilusión los volvió incrédulos.
Hay jueces, abogados, políticos, hijos y madres que pusieron la cara y que sufrieron cuando en los 80 recibieron las burlas porque los intentos de hacer un juicio recibieron la orden de no tocar las causas militares, salvo a las Juntas, o porque después Obediencia Debida y Punto Final lo demoraron todo.
Por eso hoy es dificultoso entender y armar el rompecabezas, creer y confiar. Al mediodía muchos dudaban de que Bussi estuviera imposibilitado de escuchar la acusación. Se duda. Hasta hablan de los dotes histriónicos del octogenario ¿Es una chicana, algo tan propio de la política? Cada argentino, tiene su respuesta.
Cuando la Justicia se demora, la vida atrasa, la impunidad se regodea, el ciudadano no crece y el país se enloquece como si hubiera perdido el juicio.