20 Julio 2008
El final del conflicto agrario deja importantes reacomodamientos políticos en la Argentina
Análisis. Por Mariano Spezzapria - Agencia NA.
Buenos Aires.- El conflicto agrario no sólo influyó en la política argentina durante los últimos cuatro meses, cada día con mayor intensidad, sino que su dramático desenlace abrió también un proceso de reacomodamientos en los grupos que componen el oficialismo y las fuerzas que articulan la oposición. Los crujidos que más suenan provienen de los dos partidos que dominaron la política nacional en el último siglo, el peronismo y el radicalismo. Se trata de un fenómeno determinante, porque involucra tanto la sustentación del Gobierno como el armado opositor de cara a las legislativas de 2009.
El debate de las retenciones móviles en el Congreso abrió heridas en el oficialismo que serán difíciles de cerrar: no solamente votó en contra el vicepresidente Julio Cobos, sino que también lo hicieron algunos diputados y senadores peronistas y radicales que antes habían acompañado al Gobierno. Una primera lectura de este cuadro político indica que la "concertación plural", como llamó Néstor Kirchner al entendimiento oficialista entre radicales y peronistas -además de otros sectores como los socialistas- está herida de muerte.
La decisión de Cobos fue el detonante, pero en rigor los cortocircuitos habían comenzado bastante antes, cuando Kirchner decidió tomar las riendas del PJ y dejó a radicales K y transversales en una situación política por demás incómoda. Claro que Kirchner tuvo sus razones para tomar el comando del PJ, algo que había esquivado durante su propio mandato: la más importante de ellas fue que los peronistas disidentes comenzaban a levantar cabeza tras un prolongado ostracismo y amenazaban iniciar una reconstrucción partidaria.
Los llamados "radicales K" quedaron ahora en una encrucijada, porque si bien cuentan con la enorme popularidad que otorgó a Cobos su decisión en el Senado, no podrán regresar ahora, al menos en lo inmediato, a las filas del radicalismo. Es que algunos de ellos, como el propio Cobos, fueron expulsados del partido de Alem e Yrigoyen, por lo cual no podrán presentarse a las elecciones internas previstas para abril de 2009.
En el peronismo, en tanto, el conflicto agrario abrió una sangría incipiente, que si bien no es caudalosa tiene la persistencia de un goteo. La prueba más acabada fueron los 14 diputados y 11 senadores justicialistas que le dieron la espalda al Gobierno durante los debates en el Congreso. Volvieron a escena figuras que habían desaparecido de las primeras planas de los diarios, como Eduardo Duhalde, Carlos Reutemann o José Manuel de la Sota, pero que conservan un fuerte predicamento entre los peronistas de sus respectivas provincias. Y surgieron figuras que potencialmente podrían encabezar una alternativa al kirchnerismo, como el chubutense Mario Das Neves, el cordobés Juan Schiaretti o los bonaerenses Felipe Solá y Francisco De Narváez, éste último aliado a sectores de centroderecha como el macrismo.
Pero también podría incluirse en este rubro al gobernador de Buenos Aires, Daniel Scioli, quien acompañó decididamente al matrimonio presidencial en la crisis agraria pero ahora es partidario de iniciar un proceso de "autocrítica".
A su vez, Elisa Carrió recuperó protagonismo tras la buena elección presidencial que hizo el año pasado, pero con su decidida adhesión a los reclamos del campo completó su ubicación en la centroderecha, enfrente del Gobierno y ocupando el sitial que algún tiempo atrás dejó vacante Ricardo López Murphy. Carrió ya anticipó que muy posiblemente será candidata en las legislativas de 2009 y además de cuestionar al kirchnerismo también dedicó críticas a Cobos: se comprende, porque tal vez ambos disputen en el futuro al electorado radical. Así, el Gobierno perdió en la contienda con el campo aliados radicales y "soldados" peronistas, por lo que su base de sustentación comienza a limitarse a lo que en los últimos años pudo aglutinar: una parte del peronismo, independientes progresistas y un puñado de movimientos piqueteros.
Será tarea de la Presidenta renovar al Gobierno para intentar recuperar la iniciativa política perdida, pero también deberá Kirchner cerrar filas en el peronismo para que en su mayoría siga dándole sustento a la administración nacional.
El debate de las retenciones móviles en el Congreso abrió heridas en el oficialismo que serán difíciles de cerrar: no solamente votó en contra el vicepresidente Julio Cobos, sino que también lo hicieron algunos diputados y senadores peronistas y radicales que antes habían acompañado al Gobierno. Una primera lectura de este cuadro político indica que la "concertación plural", como llamó Néstor Kirchner al entendimiento oficialista entre radicales y peronistas -además de otros sectores como los socialistas- está herida de muerte.
La decisión de Cobos fue el detonante, pero en rigor los cortocircuitos habían comenzado bastante antes, cuando Kirchner decidió tomar las riendas del PJ y dejó a radicales K y transversales en una situación política por demás incómoda. Claro que Kirchner tuvo sus razones para tomar el comando del PJ, algo que había esquivado durante su propio mandato: la más importante de ellas fue que los peronistas disidentes comenzaban a levantar cabeza tras un prolongado ostracismo y amenazaban iniciar una reconstrucción partidaria.
Los llamados "radicales K" quedaron ahora en una encrucijada, porque si bien cuentan con la enorme popularidad que otorgó a Cobos su decisión en el Senado, no podrán regresar ahora, al menos en lo inmediato, a las filas del radicalismo. Es que algunos de ellos, como el propio Cobos, fueron expulsados del partido de Alem e Yrigoyen, por lo cual no podrán presentarse a las elecciones internas previstas para abril de 2009.
En el peronismo, en tanto, el conflicto agrario abrió una sangría incipiente, que si bien no es caudalosa tiene la persistencia de un goteo. La prueba más acabada fueron los 14 diputados y 11 senadores justicialistas que le dieron la espalda al Gobierno durante los debates en el Congreso. Volvieron a escena figuras que habían desaparecido de las primeras planas de los diarios, como Eduardo Duhalde, Carlos Reutemann o José Manuel de la Sota, pero que conservan un fuerte predicamento entre los peronistas de sus respectivas provincias. Y surgieron figuras que potencialmente podrían encabezar una alternativa al kirchnerismo, como el chubutense Mario Das Neves, el cordobés Juan Schiaretti o los bonaerenses Felipe Solá y Francisco De Narváez, éste último aliado a sectores de centroderecha como el macrismo.
Pero también podría incluirse en este rubro al gobernador de Buenos Aires, Daniel Scioli, quien acompañó decididamente al matrimonio presidencial en la crisis agraria pero ahora es partidario de iniciar un proceso de "autocrítica".
A su vez, Elisa Carrió recuperó protagonismo tras la buena elección presidencial que hizo el año pasado, pero con su decidida adhesión a los reclamos del campo completó su ubicación en la centroderecha, enfrente del Gobierno y ocupando el sitial que algún tiempo atrás dejó vacante Ricardo López Murphy. Carrió ya anticipó que muy posiblemente será candidata en las legislativas de 2009 y además de cuestionar al kirchnerismo también dedicó críticas a Cobos: se comprende, porque tal vez ambos disputen en el futuro al electorado radical. Así, el Gobierno perdió en la contienda con el campo aliados radicales y "soldados" peronistas, por lo que su base de sustentación comienza a limitarse a lo que en los últimos años pudo aglutinar: una parte del peronismo, independientes progresistas y un puñado de movimientos piqueteros.
Será tarea de la Presidenta renovar al Gobierno para intentar recuperar la iniciativa política perdida, pero también deberá Kirchner cerrar filas en el peronismo para que en su mayoría siga dándole sustento a la administración nacional.
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