12 Julio 2008
La nueva división de la Confederación General del Trabajo constituye un espejo fiel de los que ocurre en el Partido Justicialista, cuyo fraccionamiento es a la vez una consecuencia de la forma irregular como este se ha reorganizado. Por motivos diferentes, lo mismo aconteció en 1968, durante la última dictadura, en el gobierno constitucional de Carlos Menem, y en 2000, hasta 2004, cuando se unificó bajo un triunvirato que integró, entre otros, a Hugo Moyano, uno de cuyos impulsores fue precisamente Luis Barrionuevo, los dos enfrentados ahora y causantes de la reciente división. Ese singular movimiento pendular tiene sin embargo una característica común y es la del unicato, consistente en que la personería gremial para representar los derechos específicos de los trabajadores se asigna monopólicamente al sindicato más numeroso. En este caso, solamente será para la CGT y difícilmente alcance a la central disidente de Barrionuevo, pero los gremios que adhieren a este, sí la tienen. En esa cuestión, la del unicato, se diferencia el sindicalismo argentino del de los tradicionales países democráticos y ello ha sido motivo de que reiteradamente la Organización Internacional del Trabajo haya instado a nuestros gobiernos a poner fin al monopolio de la personería.
Ni siquiera bajo las primeras presidencias de Juan Domingo Perón esa identidad formal entre la CGT y su gobierno, fue aceptada plenamente, optando por crear las 62 Organizaciones como brazo sindical del partido peronista.
Actualmente, la integración entre ambos es aún más cerrada, pues el secretario general de la central obrera, Hugo Moyano, lo es del partido que encabeza el ex presidente Kirchner, y coadyuva a mantener los niveles de acuerdos salariales requeridos por el Gobierno. El sistema del unicato ha contribuido decisivamente al caudillaje sindical, donde las reelecciones ilimitadas de las dirigencias han dado lugar a una gerontocracia con un sesgo burgués ostensible que hace de las organizaciones gremiales con personería excluyente modelos muy semejantes a los empresariales, razón por la que muy raramente puede observarse un dirigente del unicato típicamente obrero.
Tanto es así que Moyano, como Barrionuevo y los llamados “gordos” ostentan patrimonios personales, administran gruesos subsidios oficiales y cuentan con planteles de empleados rentados.
Esa clase o burguesía gremial que integran tanto Moyano como Barrionuevo, quienes se enfrentan ahora por razones políticas y eso es producto del unicato, contradice no sólo el artículo 14 bis de la Constitución que establece la libertad de asociación sino también a otras declaraciones internacionales incluidas en su texto “con jerarquía superior a las leyes” (Art. 75 Inc.22).
La creación de una nueva central obrera como secuela de la reciente división, así como la existencia de la Central de Trabajadores Argentinos (CTA) donde se integran otros sindicatos con personería, no implica que la CGT deje de conservar el monopolio de sus relaciones con el Gobierno. Exclusividad testimoniada por la visita pública de la Presidenta de la Nación y el ex presidente Kirchner a la CGT en vísperas del congreso del que saldría reelecto el secretario general y directivo del partido oficialista.
Hugo Moyano debió aceptar en ese caso una decena de vocalías que estarán integradas por otros tantos secretarios de la gerontocracia sindical, cuyos padrones de afiliados se desconocen desde hace años, siendo imposible establecer ni por aproximación lo que representan en la actual realidad laboral del país.
Ni siquiera bajo las primeras presidencias de Juan Domingo Perón esa identidad formal entre la CGT y su gobierno, fue aceptada plenamente, optando por crear las 62 Organizaciones como brazo sindical del partido peronista.
Actualmente, la integración entre ambos es aún más cerrada, pues el secretario general de la central obrera, Hugo Moyano, lo es del partido que encabeza el ex presidente Kirchner, y coadyuva a mantener los niveles de acuerdos salariales requeridos por el Gobierno. El sistema del unicato ha contribuido decisivamente al caudillaje sindical, donde las reelecciones ilimitadas de las dirigencias han dado lugar a una gerontocracia con un sesgo burgués ostensible que hace de las organizaciones gremiales con personería excluyente modelos muy semejantes a los empresariales, razón por la que muy raramente puede observarse un dirigente del unicato típicamente obrero.
Tanto es así que Moyano, como Barrionuevo y los llamados “gordos” ostentan patrimonios personales, administran gruesos subsidios oficiales y cuentan con planteles de empleados rentados.
Esa clase o burguesía gremial que integran tanto Moyano como Barrionuevo, quienes se enfrentan ahora por razones políticas y eso es producto del unicato, contradice no sólo el artículo 14 bis de la Constitución que establece la libertad de asociación sino también a otras declaraciones internacionales incluidas en su texto “con jerarquía superior a las leyes” (Art. 75 Inc.22).
La creación de una nueva central obrera como secuela de la reciente división, así como la existencia de la Central de Trabajadores Argentinos (CTA) donde se integran otros sindicatos con personería, no implica que la CGT deje de conservar el monopolio de sus relaciones con el Gobierno. Exclusividad testimoniada por la visita pública de la Presidenta de la Nación y el ex presidente Kirchner a la CGT en vísperas del congreso del que saldría reelecto el secretario general y directivo del partido oficialista.
Hugo Moyano debió aceptar en ese caso una decena de vocalías que estarán integradas por otros tantos secretarios de la gerontocracia sindical, cuyos padrones de afiliados se desconocen desde hace años, siendo imposible establecer ni por aproximación lo que representan en la actual realidad laboral del país.
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