25 Mayo 2008
ENTRE COLORES. Elena Albaca selecciona las técnicas para hacer dibujos. LA GACETA / ANALIA JARAMILLO
El tiempo en que las abuelitas se sentaban en sus mecedoras para leer cuentos a los nietos o a tejer a dos agujas ha quedado atrás. Hoy, para adaptarse a una vida cada vez más acelerada, en la que los hijos y nietos no tienen tanto tiempo para compartir; y para no quedarse marginadas socialmente, algunas abuelas cambiaron las agujas por el teclado y el mouse. Y, aunque no parezca, la informática también cura algún dolor del alma. A Marta Dora Schmoll, de 75 años, la Pentium 4 le sirvió para hacer catarsis y sobrellevar la muerte de su esposo, Julio Rodríguez, hace nueve años. Desde entonces su vida cambió. Ahora puede jugar con Lucas, su nieto de cinco años; y escribir a España y a Irlanda, donde están las amigas de sus nietas, a quienes les cuenta lo que pasa en Tucumán.
"Empecé a curiosear en la computadora de mi hija Julia como para olvidar un poco las penas, y empezó a atraparme poco a poco; estoy pensando comprar una notebook para cuando viaje a los Valles, así puedo llevar mis juegos favoritos", le cuenta a LA GACETA. Marta tiene tres hijas, Dora, Julia y Silvia; seis nietos y cinco bisnietos. Es de origen alemán y la obsesión por aprender todo lo que le llega a las manos es una de sus características. "Sé hacer de todo: cocinar, tejer, bordar, dibujar, y hago artesanías, pero todo eso quedó un poco olvidado debido a la computadora", reconoce con una sonrisa. Confiesa que no son pocos los días en que ve el amanecer con el mouse en la mano. "Está mal, debo parar un poco, pero me atrapa, qué le voy a hacer", dice resignada, y reconoce que la informática es lo mejor que regaló la modernidad a la civilización.
Un nuevo mundo
Por estos días está atrapada con el juego "Cradle of Rome" -lo empezó hace cuatro meses- que es muy difícil y del que muy pocos pueden superar el nivel 60. "Yo llegué al 71, y ya soy emperadora de Roma, es decir que puedo diseñar un nuevo mundo", relata fascinada. Marta es la asesora informática de la familia. "Logré inscribir a mi nieta Laura en la Facultad de Derecho, un domingo después del mediodía; con el PIN y el DNI no tuve problemas. Además, como ya les conozco el PIN estoy al tanto de las materias que rinden; de cómo les ha ido en los exámenes y de cuántas materias les faltan; las estoy controlando", bromea.
Marta muestra a LA GACETA los diseños y las ilustraciones que hace con la computadora. Ella se encarga de las tarjetas navideñas y de las de cumpleaños. Ahora está concentrada en ilustrar las poesías que hacía una de sus hijas en la adolescencia.
"Leo LA GACETA.com; me gusta entrar a los comentarios; quiero sugerirles que cambien el color amarillo de las letras porque las personas mayores no podemos leerlas. Tengo que pasar a word para leer", sostiene. A esta abuelita cibernética, que maneja el auto de su hija, que carga sobre su cuello un reproductor de MP3, y que está al tanto de los nuevos implementos y programas que puede adosar a su computadora, la vida le sonríe a través de la pantalla, su ventana al mundo.
"Empecé a curiosear en la computadora de mi hija Julia como para olvidar un poco las penas, y empezó a atraparme poco a poco; estoy pensando comprar una notebook para cuando viaje a los Valles, así puedo llevar mis juegos favoritos", le cuenta a LA GACETA. Marta tiene tres hijas, Dora, Julia y Silvia; seis nietos y cinco bisnietos. Es de origen alemán y la obsesión por aprender todo lo que le llega a las manos es una de sus características. "Sé hacer de todo: cocinar, tejer, bordar, dibujar, y hago artesanías, pero todo eso quedó un poco olvidado debido a la computadora", reconoce con una sonrisa. Confiesa que no son pocos los días en que ve el amanecer con el mouse en la mano. "Está mal, debo parar un poco, pero me atrapa, qué le voy a hacer", dice resignada, y reconoce que la informática es lo mejor que regaló la modernidad a la civilización.
Un nuevo mundo
Por estos días está atrapada con el juego "Cradle of Rome" -lo empezó hace cuatro meses- que es muy difícil y del que muy pocos pueden superar el nivel 60. "Yo llegué al 71, y ya soy emperadora de Roma, es decir que puedo diseñar un nuevo mundo", relata fascinada. Marta es la asesora informática de la familia. "Logré inscribir a mi nieta Laura en la Facultad de Derecho, un domingo después del mediodía; con el PIN y el DNI no tuve problemas. Además, como ya les conozco el PIN estoy al tanto de las materias que rinden; de cómo les ha ido en los exámenes y de cuántas materias les faltan; las estoy controlando", bromea.
Marta muestra a LA GACETA los diseños y las ilustraciones que hace con la computadora. Ella se encarga de las tarjetas navideñas y de las de cumpleaños. Ahora está concentrada en ilustrar las poesías que hacía una de sus hijas en la adolescencia.
"Leo LA GACETA.com; me gusta entrar a los comentarios; quiero sugerirles que cambien el color amarillo de las letras porque las personas mayores no podemos leerlas. Tengo que pasar a word para leer", sostiene. A esta abuelita cibernética, que maneja el auto de su hija, que carga sobre su cuello un reproductor de MP3, y que está al tanto de los nuevos implementos y programas que puede adosar a su computadora, la vida le sonríe a través de la pantalla, su ventana al mundo.
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