El personal shopper o comprador personal es uno de los trabajos mejor recompensado en la agitada vida neoyorquina. Se encarga de hacer las compras de gente muy atareada. Usualmente trabaja en grandes almacenes. Otros lo hacen para celebridades que no tienen tiempo de escoger el vestuario para, por ejemplo, una gala de entrega de premios.
Los consultores de imagen aconsejan y entrenan a la gente en cuestiones de apariencia, como qué vestir o cómo hablar, y cuáles son las reglas de etiqueta en situaciones sociales o de negocios.
Por enseñar a un niño a andar en bici, un empresario cobra 60 dólares por hora en Nueva York, mientras el “entrenador de padres”, cobra 75 dólares por hora por enseñar a los papás cosas como “cuándo decir no”. También existe un programa que ayuda a encarar los problemas de los bebés, a través de talleres. El más conocido se llama “Calmando a su bebé”, de 90 minutos de duración.
El sexador de pollos aparece como otro de los trabajos insólitos. Indentificar el sexo es un trabajo real, imprescindible y rentable. La necesidad de estos expertos se debe a que por motivos anatómicos resulta muy difícil distinguir las aves machos de las hembras cuando nacen. En la avicultura es necesario saber su sexo para destinarlas a reproductoras, aves de carne, ponedoras, etcétera.
En Buenos Aires hay gente que se dedica a buscar el colegio ideal para los chicos, ya que esta tarea suele ser un dolor de cabeza para los padres. Además, en los shoppings porteños ya están comenzando a verse los asistentes de compras, que llevan a los clientes, empresarios y gente muy ocupada, al sitio indicado de acuerdo a sus necesidades. También están los que buscan mascotas adecuadas y los que ordenan bibliotecas a domicilio.
En internet también pueden encontrarse oficios insólitos: buzos que buscan pelotas de golf en los lagos, inspectores de dados en los casinos, modelos de pies y manos, limpiadores de chicles en veredas, maestras de striptease que enseñan a quitarse la ropa sensualmente y psicólogos de mascotas.