16 Marzo 2008
El paco se instaló en la provincia; profesionales especializados en adicciones aseguran que la situación es preocupante. Según informaron, esta droga se elabora con los restos de la cocaína. “Es una sustancia absolutamente nociva. Es el residuo de la pasta base, sumado a la nafta, kerosene u otros elementos químicos que se le agregan, lo cual depende de la cocina donde se lo elabore”, explicaron. En muchos casos, para producir una mayor cantidad de sustancia, incluyen en los preparados vidrios molidos, restos de virulana e incluso polvo blanco que está en el interior de los focos fluorescentes.
“El organismo se acostumbra rápidamente a esta sustancia. Es de fácil tolerancia, por lo que el consumo es mayor. El efecto que produce es de poca duración, sólo unos tres o cuatro minutos. En cambio, el de la cocaína dura más tiempo. El consumo excita y brinda tanta seguridad a quien lo fumó que cuando el efecto termina entra en una profunda depresión. Esto genera que la ingesta de la sustancia sea más frecuente”, explicó el doctor Ramiro Hernández, del Programa Universitario para el Estudio de las adicciones.
Si bien todas las drogas son perjudiciales y conducen a secuelas irreversibles, las del paco son unas de las más severas. “Causa lesiones cerebrales fatales porque lo que se ingiere son residuos y sobras. Son daños que no tienen retorno. No se sabe cuánto tiempo puede sobrevivir una persona adicta de paco, pero no es mucho. Todo depende de la contextura y el estado de salud”, señaló. Los trastornos en la personalidad de los adictos son otra de las graves consecuencias que genera esta adicción.
Por lo general, los consumidores la consiguen cerca de los lugares donde viven y en barrios periféricos. “Es evidente la presencia de los adultos que preparan esta droga y que luego la venden”, añadió la doctora María Eugenia Almaraz, jefa del servicio de Prevención y Asistencia a las Adicciones del Hospital Avellaneda. Hernández coincidió con su colega al afirmar que quienes están al mando de las cocinas son personas mayores de edad y preparadas para esa actividad.
La prevención, para ambos profesionales, es esencial. Hernández reconoce que no posee datos sobre el tráfico o la venta del paco. “Más del 5% de la población consume drogas; pero también tenemos que trabajar por ese 90% que no las utiliza. Prevenir es esencial y esa es nuestra principal labor”, remarcó.
Almaraz, por su parte, reconoce que evitar que el consumo de estupefacientes aumente no es una tarea fácil. “No debemos bajar los brazos; tenemos que entrar en esos barrios periféricos y ayudar. Deben realizarse múltiples campañas”, concluyó.
“El organismo se acostumbra rápidamente a esta sustancia. Es de fácil tolerancia, por lo que el consumo es mayor. El efecto que produce es de poca duración, sólo unos tres o cuatro minutos. En cambio, el de la cocaína dura más tiempo. El consumo excita y brinda tanta seguridad a quien lo fumó que cuando el efecto termina entra en una profunda depresión. Esto genera que la ingesta de la sustancia sea más frecuente”, explicó el doctor Ramiro Hernández, del Programa Universitario para el Estudio de las adicciones.
Si bien todas las drogas son perjudiciales y conducen a secuelas irreversibles, las del paco son unas de las más severas. “Causa lesiones cerebrales fatales porque lo que se ingiere son residuos y sobras. Son daños que no tienen retorno. No se sabe cuánto tiempo puede sobrevivir una persona adicta de paco, pero no es mucho. Todo depende de la contextura y el estado de salud”, señaló. Los trastornos en la personalidad de los adictos son otra de las graves consecuencias que genera esta adicción.
Por lo general, los consumidores la consiguen cerca de los lugares donde viven y en barrios periféricos. “Es evidente la presencia de los adultos que preparan esta droga y que luego la venden”, añadió la doctora María Eugenia Almaraz, jefa del servicio de Prevención y Asistencia a las Adicciones del Hospital Avellaneda. Hernández coincidió con su colega al afirmar que quienes están al mando de las cocinas son personas mayores de edad y preparadas para esa actividad.
La prevención, para ambos profesionales, es esencial. Hernández reconoce que no posee datos sobre el tráfico o la venta del paco. “Más del 5% de la población consume drogas; pero también tenemos que trabajar por ese 90% que no las utiliza. Prevenir es esencial y esa es nuestra principal labor”, remarcó.
Almaraz, por su parte, reconoce que evitar que el consumo de estupefacientes aumente no es una tarea fácil. “No debemos bajar los brazos; tenemos que entrar en esos barrios periféricos y ayudar. Deben realizarse múltiples campañas”, concluyó.
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