02 Marzo 2008
BUENOS AIRES.- Con su discurso de apertura del año legislativo, Cristina Fernández de Kirchner barrió debajo de la alfombra, al menos por un rato, los dolores de cabeza que le dieron durante la semana la energía y sobre todo los índices de precios, incluidas las peleas de Palacio entre el ministro Lousteau y el secretario Moreno. Y lo hizo apelando a una sorpresa, algo imposible de creer por quienes durante más de cuatro años le criticaron a su antecesor la falta de un horizonte estratégico que sacara al país del corto plazo, temperamento en el que la actual Presidenta se había enredado también durante buena parte de los casi 90 días que lleva de mandato.
Quizás por este sesgo diferente que decidió encarar o porque estos temas realmente queman la sensibilidad de la gente, Cristina ignoró olímpicamente la inflación, usó eufemismos para echarle la culpa de la inseguridad a la Justicia, al proceso militar y a las "zonas liberadas" y aunque en cuestiones energéticas prometió que no habrá faltantes de luz y de gas en el invierno llegó a su primera cita con la Asamblea Legislativa para "dar cuenta del estado de la Nación" con menos coyuntura en sus alforjas que la habitual.
En materia inflacionaria, la Presidenta no se metió para nada con el Indec ni con la manipulación de los precios al consumidor, seguramente para no entrar en la variante que sus funcionarios usan cuando se pelean para imponer índices que deberían reemplazar a los que teóricamente están tan mal construidos que sólo han marcado una inflación de 8,5% para todo 2007, mientras todas las demás referencias computan, al menos, 20% de piso. Pero donde Cristina le hizo una gran gambeta a la realidad fue en la cuestión de la inseguridad ciudadana, ya que no realizó ni una sola alusión concreta a los graves problemas que tiene la gente todos los días, refiriéndose al tema que las estadísticas denuncian como el más acuciante para la sociedad: el desmadre de la delincuencia, los robos, la droga y las muertes a la vuelta de la esquina.
Los logros del pasado
Lo cierto es que, por una u otra causa, la Presidenta usó menos tiempo que el que se esperaba para hablar de los logros del pasado o del "cómo estamos" y aprovechó buena parte de la hora y cuarto de improvisación, que ilustró con cifras de todo tipo aportadas por su memoria, para explicar "hacia dónde vamos", para "definir instrumentos operativos" y también para plantearse "objetivos", lo que sirvió para despejar, en buena hora, a la parte medular del discurso del habitual voluntarismo de los políticos.
Lo que sucedió realmente en el Congreso fue un relanzamiento del Gobierno, un concepto que se evitó pronunciar en la Casa Rosada en la previa, para que luego lo que dijera Cristina no oliera a fracaso. Por otra parte, no se puede relanzar tampoco lo que nunca había sido lanzado: el Acuerdo Social, una de las propuestas que se habían barajado antes de la asunción, como uno de los pilares del nuevo gobierno.
En este punto, la Presidenta fue más abarcativa y volvió a tiempo de un error muy elemental que estuvo a punto de cometer, ya que "un acuerdo no es sólo acordar precios y salarios, para terminar después en una recesión", ejemplificó tal como enseña la historia, sino que su discurso encaró una a una y con detalle las cuatro patas adicionales necesarias, según su parecer, para "acordar el modelo de país": lo económico (local y regional), la infraestructura económica y social, el conocimiento (la educación, con énfasis en la ciencia y la tecnología) y la salud y el desarrollo social.
En cada uno de estos ítems, Cristina hizo menciones puntuales de políticas a llevar a cabo para encarrilar los problemas, en algún caso, como en el "capítulo nacional" de un eventual acuerdo económico, mostrando las uñas para castigar a la banca privada que "se resiste" a dar créditos a la producción y financia al consumo y también a los empresarios que abominan que las narices del Estado se metan en sus costos y resultados.
Un guiño para Moreno
En este punto, Cristina se definió, sin aludir al funcionario, a favor de un proyecto que lleva a cabo el secretario de Comercio, Guillermo Moreno, de verificar la estructura de los costos de las cadenas de producción, ya que "es bueno que los usuarios y los consumidores sepan la racionalidad de los precios, porque la transparencia debe ser para todos", señaló emparentando la mención con una crítica indirecta a los medios que se preocupan por saber por qué legisladores y gobernantes incrementan sus patrimonios.
Una de cal y otra de arena, en su discurso la Presidenta le pasó, también sin nombrarlo, una mano por el lomo a Lousteau, el encargado de armar acuerdos sectoriales para generar sinergias en toda la cadena, al tiempo que prometió a las empresas créditos blandos en cuanto a tasa, con subsidios para quienes demuestren mejoras de productividad y sesgo exportador, y también mejoras en los plazos, en líneas que el Banco de la Nación, prometió, sacará en breve.
A favor del modelo
En este punto, Cristina se ufanó de que el "modelo" permite mantener precios internos bajos y saldos exportables, algo que la realidad indica que se ha logrado (extraño en un país "exportador") a costa de prohibir embarques de carnes, cereales y combustibles, más allá de la aplicación irrestricta de retenciones para emparejar los valores.
Por el lado de la infraestructura, la Presidenta adelantó que se presentará un Plan de Inversión Pública, con un elemento nuevo en cuanto a la Planificación de matriz centralizada: se ha relevado, provincia por provincia, las necesidades de cada una y el Estado nacional intervendrá de acuerdo a esas prioridades. "La idea es un desarrollo estratégico e inteligente de cada una de las regiones", dijo Cristina.
Por el lado de los ferrocarriles, volvió a hacer una defensa del Tren de Alta Velocidad, pero tomó nota de las críticas de los que sostenían el carácter no prioritario de ese tendido, frente a los problemas de las líneas tradicionales, de larga distancia y de cercanía. Y allí pidió tener "otra mirada", para pensar en el progreso y en el largo plazo, ya que "en España pasó lo mismo", afirmó.
El tercer punto abordado fue la educación, "lo que me desvela", dijo la Presidenta. Pidió no sólo "crear" educación sino también plantear, como punto clave de la discusión futura, la cuestión de la calidad, al tiempo que descalificó a los docentes que hicieron huelga, mucho más en los años electorales que en otros: "no hay peor educación que la que no se imparte", definió. Entre los instrumentos, anunció además el lanzamiento de un Plan de educación a distancia para alfabetizar a quienes abandonaron la escuela primaria y secundaria.
Para enmarcar la importancia de la Ciencia y Tecnología, el nuevo ministerio que ella pidió crear, aportó que este año se mandará al Congreso una Ley de Educación Superior en la que se encadene lo académico con lo económico, algo que definió como "clave del siglo XXI" y parte del "círculo virtuoso" de universitarios que devuelven a la comunidad lo que ella ha hecho por su formación. "No es pecado vincularlos", aportó en una visión algo neoliberal para sus habituales gustos.
Por el lado de la Salud y la Acción Social también prometió planes para darle cobertura a las personas con riesgo social, poniendo -como antaño- a la escuela en el centro de los controles. Y aquí usó otro de los conceptos que más le gustan: la "articulación" público-privada.
Una vez definido el marco, con las leyes que irán al Congreso ya presentadas y con el convencimiento de Cristina de que "éste es el modelo" de "comportamiento virtuoso del Estado" (superávits, reservas, tipo de cambio competitivo, proceso de desendeudamiento, etcétera), el principal problema con el que se encontrará ahora la Presidenta es elegir con quiénes va a acordar este compromiso de políticas que quiere implantar, con la mirada puesta en el Bicentenario. Ella dijo genéricamente "entre todos", con el único límite -y así lo explicitó- de no transar en cuestiones que impliquen el no cumplimiento de la Ley, pero habrá que ver cómo se hace la convocatoria y qué tan plural habrá de ser. Esta ha sido una de las grandes dudas que quedaron, tras el discurso, ya que esta Administración (y la anterior) parten del concepto de acordar únicamente con aquellos que piensan igual. En todo caso, como la Presidenta también definió al "modelo" como "de racionalidad e inteligencia", quienes no piensan igual podrían ser tildados de irracionales o de poco inteligentes y por eso quedarían automáticamente de lado.
Un planteo cerrado
Si esto es así, a libro cerrado, y si "el modelo no se toca" (una reminiscencia del menem-cavallismo) será bastante difícil sumar voluntades de otras posturas ideológicas, en temas donde sería muy importante un diálogo que sume y enriquezca, antes que una postura de pensamiento único que invalide el consenso político y sectorial.
Hasta ahora, esa falta de diálogo se vio precisamente en el Congreso, con dosis espeluznantes de soberbia por parte de las bancadas oficialistas que le impiden a los opositores cualquier debate, más allá de su encolumnamiento fervoroso con el Ejecutivo. "La gente ya votó este modelo y por eso somos mayoría" es lo que más se escucha decir en todo el Gobierno, cada vez que se descalifican las posturas de la oposición, o se leen las críticas de los expertos o aún las menciones poco complacientes que hace el periodismo. (DyN)
Quizás por este sesgo diferente que decidió encarar o porque estos temas realmente queman la sensibilidad de la gente, Cristina ignoró olímpicamente la inflación, usó eufemismos para echarle la culpa de la inseguridad a la Justicia, al proceso militar y a las "zonas liberadas" y aunque en cuestiones energéticas prometió que no habrá faltantes de luz y de gas en el invierno llegó a su primera cita con la Asamblea Legislativa para "dar cuenta del estado de la Nación" con menos coyuntura en sus alforjas que la habitual.
En materia inflacionaria, la Presidenta no se metió para nada con el Indec ni con la manipulación de los precios al consumidor, seguramente para no entrar en la variante que sus funcionarios usan cuando se pelean para imponer índices que deberían reemplazar a los que teóricamente están tan mal construidos que sólo han marcado una inflación de 8,5% para todo 2007, mientras todas las demás referencias computan, al menos, 20% de piso. Pero donde Cristina le hizo una gran gambeta a la realidad fue en la cuestión de la inseguridad ciudadana, ya que no realizó ni una sola alusión concreta a los graves problemas que tiene la gente todos los días, refiriéndose al tema que las estadísticas denuncian como el más acuciante para la sociedad: el desmadre de la delincuencia, los robos, la droga y las muertes a la vuelta de la esquina.
Los logros del pasado
Lo cierto es que, por una u otra causa, la Presidenta usó menos tiempo que el que se esperaba para hablar de los logros del pasado o del "cómo estamos" y aprovechó buena parte de la hora y cuarto de improvisación, que ilustró con cifras de todo tipo aportadas por su memoria, para explicar "hacia dónde vamos", para "definir instrumentos operativos" y también para plantearse "objetivos", lo que sirvió para despejar, en buena hora, a la parte medular del discurso del habitual voluntarismo de los políticos.
Lo que sucedió realmente en el Congreso fue un relanzamiento del Gobierno, un concepto que se evitó pronunciar en la Casa Rosada en la previa, para que luego lo que dijera Cristina no oliera a fracaso. Por otra parte, no se puede relanzar tampoco lo que nunca había sido lanzado: el Acuerdo Social, una de las propuestas que se habían barajado antes de la asunción, como uno de los pilares del nuevo gobierno.
En este punto, la Presidenta fue más abarcativa y volvió a tiempo de un error muy elemental que estuvo a punto de cometer, ya que "un acuerdo no es sólo acordar precios y salarios, para terminar después en una recesión", ejemplificó tal como enseña la historia, sino que su discurso encaró una a una y con detalle las cuatro patas adicionales necesarias, según su parecer, para "acordar el modelo de país": lo económico (local y regional), la infraestructura económica y social, el conocimiento (la educación, con énfasis en la ciencia y la tecnología) y la salud y el desarrollo social.
En cada uno de estos ítems, Cristina hizo menciones puntuales de políticas a llevar a cabo para encarrilar los problemas, en algún caso, como en el "capítulo nacional" de un eventual acuerdo económico, mostrando las uñas para castigar a la banca privada que "se resiste" a dar créditos a la producción y financia al consumo y también a los empresarios que abominan que las narices del Estado se metan en sus costos y resultados.
Un guiño para Moreno
En este punto, Cristina se definió, sin aludir al funcionario, a favor de un proyecto que lleva a cabo el secretario de Comercio, Guillermo Moreno, de verificar la estructura de los costos de las cadenas de producción, ya que "es bueno que los usuarios y los consumidores sepan la racionalidad de los precios, porque la transparencia debe ser para todos", señaló emparentando la mención con una crítica indirecta a los medios que se preocupan por saber por qué legisladores y gobernantes incrementan sus patrimonios.
Una de cal y otra de arena, en su discurso la Presidenta le pasó, también sin nombrarlo, una mano por el lomo a Lousteau, el encargado de armar acuerdos sectoriales para generar sinergias en toda la cadena, al tiempo que prometió a las empresas créditos blandos en cuanto a tasa, con subsidios para quienes demuestren mejoras de productividad y sesgo exportador, y también mejoras en los plazos, en líneas que el Banco de la Nación, prometió, sacará en breve.
A favor del modelo
En este punto, Cristina se ufanó de que el "modelo" permite mantener precios internos bajos y saldos exportables, algo que la realidad indica que se ha logrado (extraño en un país "exportador") a costa de prohibir embarques de carnes, cereales y combustibles, más allá de la aplicación irrestricta de retenciones para emparejar los valores.
Por el lado de la infraestructura, la Presidenta adelantó que se presentará un Plan de Inversión Pública, con un elemento nuevo en cuanto a la Planificación de matriz centralizada: se ha relevado, provincia por provincia, las necesidades de cada una y el Estado nacional intervendrá de acuerdo a esas prioridades. "La idea es un desarrollo estratégico e inteligente de cada una de las regiones", dijo Cristina.
Por el lado de los ferrocarriles, volvió a hacer una defensa del Tren de Alta Velocidad, pero tomó nota de las críticas de los que sostenían el carácter no prioritario de ese tendido, frente a los problemas de las líneas tradicionales, de larga distancia y de cercanía. Y allí pidió tener "otra mirada", para pensar en el progreso y en el largo plazo, ya que "en España pasó lo mismo", afirmó.
El tercer punto abordado fue la educación, "lo que me desvela", dijo la Presidenta. Pidió no sólo "crear" educación sino también plantear, como punto clave de la discusión futura, la cuestión de la calidad, al tiempo que descalificó a los docentes que hicieron huelga, mucho más en los años electorales que en otros: "no hay peor educación que la que no se imparte", definió. Entre los instrumentos, anunció además el lanzamiento de un Plan de educación a distancia para alfabetizar a quienes abandonaron la escuela primaria y secundaria.
Para enmarcar la importancia de la Ciencia y Tecnología, el nuevo ministerio que ella pidió crear, aportó que este año se mandará al Congreso una Ley de Educación Superior en la que se encadene lo académico con lo económico, algo que definió como "clave del siglo XXI" y parte del "círculo virtuoso" de universitarios que devuelven a la comunidad lo que ella ha hecho por su formación. "No es pecado vincularlos", aportó en una visión algo neoliberal para sus habituales gustos.
Por el lado de la Salud y la Acción Social también prometió planes para darle cobertura a las personas con riesgo social, poniendo -como antaño- a la escuela en el centro de los controles. Y aquí usó otro de los conceptos que más le gustan: la "articulación" público-privada.
Una vez definido el marco, con las leyes que irán al Congreso ya presentadas y con el convencimiento de Cristina de que "éste es el modelo" de "comportamiento virtuoso del Estado" (superávits, reservas, tipo de cambio competitivo, proceso de desendeudamiento, etcétera), el principal problema con el que se encontrará ahora la Presidenta es elegir con quiénes va a acordar este compromiso de políticas que quiere implantar, con la mirada puesta en el Bicentenario. Ella dijo genéricamente "entre todos", con el único límite -y así lo explicitó- de no transar en cuestiones que impliquen el no cumplimiento de la Ley, pero habrá que ver cómo se hace la convocatoria y qué tan plural habrá de ser. Esta ha sido una de las grandes dudas que quedaron, tras el discurso, ya que esta Administración (y la anterior) parten del concepto de acordar únicamente con aquellos que piensan igual. En todo caso, como la Presidenta también definió al "modelo" como "de racionalidad e inteligencia", quienes no piensan igual podrían ser tildados de irracionales o de poco inteligentes y por eso quedarían automáticamente de lado.
Un planteo cerrado
Si esto es así, a libro cerrado, y si "el modelo no se toca" (una reminiscencia del menem-cavallismo) será bastante difícil sumar voluntades de otras posturas ideológicas, en temas donde sería muy importante un diálogo que sume y enriquezca, antes que una postura de pensamiento único que invalide el consenso político y sectorial.
Hasta ahora, esa falta de diálogo se vio precisamente en el Congreso, con dosis espeluznantes de soberbia por parte de las bancadas oficialistas que le impiden a los opositores cualquier debate, más allá de su encolumnamiento fervoroso con el Ejecutivo. "La gente ya votó este modelo y por eso somos mayoría" es lo que más se escucha decir en todo el Gobierno, cada vez que se descalifican las posturas de la oposición, o se leen las críticas de los expertos o aún las menciones poco complacientes que hace el periodismo. (DyN)
Lo más popular