24 Febrero 2008
CLASES PARTICIPATIVAS. Se puede enseñar a los alumnos a pensar a través de la interacción y los debates . LA GACETA / OSCAR FERRONATO
Cuando se habla de enseñanza se encuentran entre las primeras palabras que surgen de boca de los chicos: aprender, entender, materias largas, cortas, divertidas o aburridas, participación, orden, exigencia...y más. Las calificaciones de mejor o peor profesor van, en la mayoría de los casos, atadas al gusto por la asignatura o la preferencia por una orientación determinada. Lo complejo y lo largo parecen sinónimos de aburrido. El esfuerzo, la dedicación, la memoria y, esencialmente, el trabajo de pensar... no figuran casi en el listado de comportamientos ligados al placer.
"Es una realidad que los chicos de hoy en día eligen el camino de lo fácil y esto es porque estamos en la cultura de la inmediatez, de lo espontáneo. El valor está en conseguirlo ya, no en el esfuerzo. Pero esto no significa que los jóvenes no piensen", dispara Griselda Vallejo, psicóloga especialista en el área educacional y ex miembro del Gabinete Pedagógico de la Secretaría de Educación.
Si bien no existe una materia específica para aprender a pensar, la especialista, sostiene que en la escuela los docentes les enseñan a través de contenidos transversales a resolver situaciones. "La comprensión de texto, la resolución de problemas, el desarrollo de técnicas de estudio, la exposición oral, los análisis, la investigación y los debates en clases son modos de inducir a los chicos a pensar", describe pero reconoce que no es algo que ocurra frecuentemente en el aula. "En los últimos 10 años notamos que los chicos tienen problemas en la comprensión de texto. No saben reconocer los personajes principales de un cuento, les cuesta hacer una síntesis o especificar qué relata una historia. Esto da cuenta de la falta de ejercitación", expresa.Vallejo expone que los motivos son diversos pero destaca la falta de tiempo: "No se pueden quitar contenidos de la currícula y tenemos escuelas con cuatro horas de clases que no dan tiempo para más. Los docentes en el afán de enseñarles a los chicos lo básico muchas veces dejan de lado la interacción y las clases se reducen a una profesora que explica y un estudiante que escucha".
El interés de los chicos
Los chicos consultados por LA GACETA de escuelas públlicas y colegios privados no mencionaron entre los valores de un docente la inducción a reflexionar pero sí la interacción entre alumnos y profesores y la paciencia para explicar varias veces un mismo tema. Por ejemplo para Emma Garat de 13 años, estudiante de la Escuela de Bellas Artes es una buena profesora la de matemáticas. "Porque explica muchas veces. No es exigente en el orden en el aula. Lo bueno es que aprendés y te hace participar". Para Fabricio de 12 años, del colegio San Javier, una buena profesora fue Mary "enseñaba las materias de ciencias sociales y naturales. Era divertida porque aprendíamos mucho, siempre nos contaba algo nuevo. No era muy exigente pero era buena en su trabajo".
Magui (14) define buen profesor como aquel "que te ayuda a entender todo y responde las dudas que surgen". Y cuenta: "la de lengua del año pasado me gustaba porque más allá de las explicaciones en clases era muy comprensiva. Conversaba mucho con nosotros. Por el contrario, el profesor de historia explicaba el tema y se iba por las ramas. Muchas veces no entendía el tema a causa de eso", indica.
Para Sofía (17), alumna de la escuela Normal, en todas las materias tenés que pensar. "A menos que tengas una excelente memoria para grabar un montón de palabras que no entendés, creo que cuando estudias tenés que poner a funcionar tus neuronas sea como sea", opinó.
A Daniel Mendez (12), del colegio Salesiano Tulio Fernández, le gustan las clases de la profesora de inglés. "Siempre te da oportunidades y la de historia es interesante por lo que cuenta pero la más divertida es la de gimnasia porque jugamos a la pelota". "Aquello que despierta interés en los chicos seguro será motivo para que dediquen tiempo, para que investiguen y piensen al respecto. Aunque en la escuela no todo puede ser interesante los docentes pueden elegir temas acorde a sus alumnos y obtener mayor rendimiento", concluyo Vallejo.
El pensamiento lateral, un término acuñado por el psicólogo, fisiólogo y escritor Edward de Bono, o pensamiento divergente es un conjunto de métodos para pensar de un modo alternativo al lógico y convencional que permite el desarrollo de la capacidad creativa. De Bono plantea que el pensamiento lógico, que es fundamentalmente hipotético y deductivo, tiene una gran limitación de posibilidades cuando se trata de buscar soluciones a problemas nuevos que necesitan nuevos enfoques. A diferencia de este pensamiento vertical que responde a las reglas lógicas u obvias, el pensamiento lateral propone la búsqueda de soluciones creativas e ingeniosas, liberando la mente, y permitiendo que un problema pueda tener más de una solución.
Principalmente adultos de 30 a 40 años, más hombres que mujeres, consultan por bibliografía sobre este tema en las librerías tucumanas, según Carolina Frangoulis, vendedora.
"Si bien es algo para toda la familia suelen ser adultos informados sobre esta teoría los que buscan esos libros. ¿Docentes? no", comenta. Una editorial española cuenta especialmente con la colección serie de mente para niños y adultos, dedicada a acertijos y ejercicios de pensamiento lateral. Se consiguen desde $15.
"Es una realidad que los chicos de hoy en día eligen el camino de lo fácil y esto es porque estamos en la cultura de la inmediatez, de lo espontáneo. El valor está en conseguirlo ya, no en el esfuerzo. Pero esto no significa que los jóvenes no piensen", dispara Griselda Vallejo, psicóloga especialista en el área educacional y ex miembro del Gabinete Pedagógico de la Secretaría de Educación.
Si bien no existe una materia específica para aprender a pensar, la especialista, sostiene que en la escuela los docentes les enseñan a través de contenidos transversales a resolver situaciones. "La comprensión de texto, la resolución de problemas, el desarrollo de técnicas de estudio, la exposición oral, los análisis, la investigación y los debates en clases son modos de inducir a los chicos a pensar", describe pero reconoce que no es algo que ocurra frecuentemente en el aula. "En los últimos 10 años notamos que los chicos tienen problemas en la comprensión de texto. No saben reconocer los personajes principales de un cuento, les cuesta hacer una síntesis o especificar qué relata una historia. Esto da cuenta de la falta de ejercitación", expresa.Vallejo expone que los motivos son diversos pero destaca la falta de tiempo: "No se pueden quitar contenidos de la currícula y tenemos escuelas con cuatro horas de clases que no dan tiempo para más. Los docentes en el afán de enseñarles a los chicos lo básico muchas veces dejan de lado la interacción y las clases se reducen a una profesora que explica y un estudiante que escucha".
El interés de los chicos
Los chicos consultados por LA GACETA de escuelas públlicas y colegios privados no mencionaron entre los valores de un docente la inducción a reflexionar pero sí la interacción entre alumnos y profesores y la paciencia para explicar varias veces un mismo tema. Por ejemplo para Emma Garat de 13 años, estudiante de la Escuela de Bellas Artes es una buena profesora la de matemáticas. "Porque explica muchas veces. No es exigente en el orden en el aula. Lo bueno es que aprendés y te hace participar". Para Fabricio de 12 años, del colegio San Javier, una buena profesora fue Mary "enseñaba las materias de ciencias sociales y naturales. Era divertida porque aprendíamos mucho, siempre nos contaba algo nuevo. No era muy exigente pero era buena en su trabajo".
Magui (14) define buen profesor como aquel "que te ayuda a entender todo y responde las dudas que surgen". Y cuenta: "la de lengua del año pasado me gustaba porque más allá de las explicaciones en clases era muy comprensiva. Conversaba mucho con nosotros. Por el contrario, el profesor de historia explicaba el tema y se iba por las ramas. Muchas veces no entendía el tema a causa de eso", indica.
Para Sofía (17), alumna de la escuela Normal, en todas las materias tenés que pensar. "A menos que tengas una excelente memoria para grabar un montón de palabras que no entendés, creo que cuando estudias tenés que poner a funcionar tus neuronas sea como sea", opinó.
A Daniel Mendez (12), del colegio Salesiano Tulio Fernández, le gustan las clases de la profesora de inglés. "Siempre te da oportunidades y la de historia es interesante por lo que cuenta pero la más divertida es la de gimnasia porque jugamos a la pelota". "Aquello que despierta interés en los chicos seguro será motivo para que dediquen tiempo, para que investiguen y piensen al respecto. Aunque en la escuela no todo puede ser interesante los docentes pueden elegir temas acorde a sus alumnos y obtener mayor rendimiento", concluyo Vallejo.
Existe un modo alternativo de pensar y fomentar la creatividad
El pensamiento lateral, un término acuñado por el psicólogo, fisiólogo y escritor Edward de Bono, o pensamiento divergente es un conjunto de métodos para pensar de un modo alternativo al lógico y convencional que permite el desarrollo de la capacidad creativa. De Bono plantea que el pensamiento lógico, que es fundamentalmente hipotético y deductivo, tiene una gran limitación de posibilidades cuando se trata de buscar soluciones a problemas nuevos que necesitan nuevos enfoques. A diferencia de este pensamiento vertical que responde a las reglas lógicas u obvias, el pensamiento lateral propone la búsqueda de soluciones creativas e ingeniosas, liberando la mente, y permitiendo que un problema pueda tener más de una solución.
Principalmente adultos de 30 a 40 años, más hombres que mujeres, consultan por bibliografía sobre este tema en las librerías tucumanas, según Carolina Frangoulis, vendedora.
"Si bien es algo para toda la familia suelen ser adultos informados sobre esta teoría los que buscan esos libros. ¿Docentes? no", comenta. Una editorial española cuenta especialmente con la colección serie de mente para niños y adultos, dedicada a acertijos y ejercicios de pensamiento lateral. Se consiguen desde $15.
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