Desde tiempos inmemoriales, las personas han convivido con animales domésticos, y los perros y los gatos son parte del paisaje de millones de casas. Sin embargo, en los últimos años ha crecido entre la gente el gusto por mascotas más sofisticadas, de toda especie. Hace tres años y medio, doña Marta, de 77 años, una vecina del barrio Obispo Piedrabuena Buena que ama los animales sumó a su pequeño “zoologico doméstico” a Pimentón, una hembra de ñandú, también conocida como “suri” por las comunidades aborígenes.
El animal ya es parte del vecindario, y la mayoría de los vecinos se han adaptado a su presencia. Sin embargo, por lo bajo opinan que el ave debería estar en una reserva y no en casa de familia. “Al principio daba algo de miedo encontrártelo de golpe, porque no es común chocarte con un animal de estos en tu vereda. La verdad es que está bien cuidado, no molesta y es una gran compañía para la señora. Se nota el apego que hay entre ellos”, asegura uno de los vecinos del barrio, que prefiere no dar su nombre.
Recién nacido
Parado en la esquina de la casa, como se lo suele ver, resulta difícil que el animal pase inadvertido, y no hay transeúnte que no se sorprenda ante esa presencia. “Toda la vida tuve muchos animales. Hace 60 años que vivo aquí y siempre tuve de todo. A él me lo trajeron del campo, era muy chiquito”, afirma la dueña.
Con la bolsa de los mandados a cuesta y el andar pausado, doña Marta sale de su casa para hacer las compras; junto a ella, como un niño, la sigue el animal. “Está detrás de mí siempre, va conmigo a todos lados. Yo le digo: “hay que hacer ir a hacer las compras a lo de Silvia”, y me entiende perfectamente. Es muy dócil, no ataca a nadie. A veces sale a la vereda, come un poco de pasto y vuelve a meterse. Le damos de todo para que coma:queso, carne... igual, come lo que encuentra. Estamos siempre pendientes de no dejar nada a mano que pueda terminar en su pico”, cuenta Marta.
La mujer afirma que es tal el apego que el animal ha desarrollado con ella, que al momento de poner los huevos busca su regazo. “Viene, apoya la cabeza en mis piernas y busca que lo abrace. Le pongo un paño debajo y recién pone el huevo. Al mes pueden ser cerca de 24. Cada uno de estos equivale a 24 huevos de gallina”, explica la mujer.
En el “zoológico casero”, además de Pimentón, estan Cucú (un macho de la misma especie de un año y medio), Bambi, una corzuela macho, pavos reales, perdices, guineas ( versión “mini” de la perdiz) , gansos, gallos y gallinas, águilas y un perro labrador.
“A la mayoría de las aves las compramos nosotros. Al halcón nos lo trajeron herido, lo habían encontrado en la ruta. Con mi hijo Kiko le curamos el ala y cuando esté mejor seguro que se va solo, como con los otros. Yo me ocupo de que todo el lugar este limpio, así ningún vecino se pueda quejar por los olores”, concluyó Marta.